Esposados

by - junio 26, 2013



Se hizo un silencio sepulcral a nuestro alrededor mientras todos nos miraban con la boca abierta y unos minutos después todo estallo en chillidos de emoción. 

La gente se comenzó a arremolinar a nuestro alrededor. 

— ¡Ustedes son los mejores actores porno de la historia! —gritó una chica. 

— ¡Son mis ídolos! —chilló otra. 

— ¿Podrías autografiar mi trasero? —dijo un chico mirándome entusiasmado, entregándome un plumón permanente color negro. 

No estaba segura de que expresión tenía porque Edward comenzó a reírse disimuladamente. 

Le propiné un manotazo y lo fulminé con la mirada. 

¿Qué era lo gracioso de esto? Todos me confundían con una jodida modelo porno… no sabía si sentirme halagada o indignada, todo era muy extraño, ¿tan difícil era darse cuenta que yo no era una maldita modelo porno? 

Bufé. 

—Anda Bella, firma el lindo trasero del chico, no quieres que se desilusione, ¿o sí? —preguntó Edward, divertido. 

Miré al chico e inevitablemente mi mirada recayó en su trasero, ¡ugh! ¡Qué asco! ¿Era posible tener el trasero tan feo? Al parecer sí. Hice un gesto de desagrado pero la mirada de entusiasmo que iluminaba el rostro del chico me impidió negarme… estaba por firmar su trasero cuando la voz de una persona mayor me interrumpió abruptamente. 

Disimuladamente solté un suspiro de alivio. 

Levanté la mirada para encontrarme con una ancianita frente a nosotros, pensé que nos reprendería por el revuelo que estábamos armando… pero perdí todas mis esperanzas cuando noté la forma embelesada en que miraba a Edward. 

Ahogué una risa disimulándola con un repentino ataque de tos falsa. 

Edward me fulminó con la mirada al notar lo mismo que yo y después desvió su mirada hacia la ancianita, mirándola nerviosamente. Adiviné que en su mente ya estaba maquinando la mejor manera de deshacerse de ella. 

La mujer lo miró con una sonrisa. 

—Eres mi ídolo muchacho, si te hubiera conocido unos cuantos años antes, no te me habrías escapado —dijo guiñándole un ojo 

¿Acaso esa ancianita estaba coqueteando con Edward? 

Esta vez no pude detener la estruendosa carcajada que se escapó de mis labios. La mujer anciana me miró como si me hubiese vuelto loca y yo sonreí. 

—Lo siento señora —me disculpé—, pero es que usted no sabe la suerte que él habría tenido de estar con usted, es toda una desgracia que no haya sucedido —murmuré con mi mejor gesto de lástima. 

La anciana me miró con una sonrisa y después asintió. 

—Tienes razón querida, este muchacho se habría ganado la lotería conmigo —dijo examinándome de pies a cabeza—, pero tú eres todo un encanto —continuó, apretando mis mejillas—. Me quedo tranquila con que ustedes estén juntos. 

Abrí la boca lista para rebatir sus palabras, pero ella inmediatamente se volvió hacia Edward, mirándolo con adoración. 

— ¡Pero vamos, chico! ¡Debes darme tu autógrafo! Mis nietas no van a creer que te vi —exclamó extendiendo un plumón en su dirección. 

Edward lo tomó vacilante. 

Mis ojos se abrieron como platos cuando me percaté de que la anciana planeaba levantar su blusa para que Edward firmara su espalda y estuve segura que por un momento el rostro de Edward se tornó de color verde. 

Cerré mis ojos, esperando poder evitarme un futuro trauma. 

— ¿Que está pasando aquí? —pregunto un oficial, examinando la escena frente a él. 

Edward estaba blanco como un fantasma, mirando con una mueca la espalda descubierta de la ancianita que esperaba impaciente que la autografiara y estoy segura que mi mueca de asco tampoco le pasó desapercibida al oficial que nos miraba enarcando una ceja. 

— ¡Comiencen a caminar! ¡No quiero ver a nadie merodeando por aquí! ¡Todos desaparezcan de mi vista! —ordenó con voz firme. 

Unos minutos más tarde el área estaba despejada, solo la ancianita y el chico del trasero seguían a nuestro lado. 

El policía los miró con gesto severo. 

—He dicho todos —dijo mirándolos fijamente y enfatizando la última palabra. 

—Ahora ya nadie respeta a los mayores —murmuró la ancianita bufando y alejándose de nuestro lado. 

El chico solo me guiñó un ojo y salió corriendo del lugar. 

Cobarde. 

Tragué saliva pesadamente cuando noté la forma en que el oficial nos miraba, Edward a mi lado seguía sin reaccionar, dudaba mucho que supiera que estábamos a punto de ser arrestados. 

— ¿Porque están esposados? —preguntó el oficial con el ceño fruncido. 

—Uh… pues… mi amiga y hermana de él —dije señalando a Edward—, nos esposó porque cree que debemos aprender a llevarnos bien —terminé nerviosamente. 

El oficial esbozó una sonrisa divertida y yo contuve un bufido. 

¿Por qué a todos les parecía graciosa nuestra situación? ¡No lo era! Y si lo pensaban era porque nunca habían sido esposados a la fuerza. 

—Supongo que está bien —dijo el policía con un matiz de diversión en su voz—, solo les advierto que no hagan tanto alboroto —murmuró dándose la vuelta para marcharse—. ¡Oh! Y por cierto… les aconsejo que se pongan algo de ropa —dijo recorriéndonos con la mirada, para después negar divertido—. Los chicos de ahora —murmuró. 

En cuanto el oficial despareció de mi campo visual solté un suspiro de alivio y me apresuré a salir de ese lugar antes de que la gente se aglomerara a nuestro alrededor otra vez… o eso intenté, ya que una vez más impacte contra el cuerpo de Edward al haber olvidado que estaba esposada. 

Gruñí con frustración. 

— ¿Edward? —dije, intentando hacerlo reaccionar. 

—Ella… arrugada… piel… —balbuceó incoherentemente, señalando el lugar por el que se había marchado la ancianita. 

Palmeé su brazo en un gesto de comprensión mientras lo miraba con lástima. 

—Lo sé, lo sé —le apacigüé—, pero tenemos que irnos Edward, o es posible que regrese —dije, echando una ojeada a mí alrededor y soltando un suspiro de alivio cuando no la encontré cerca. 

Pareció que salió de su estado de estupor con mis palabras, ya que, tomándome del brazo, tiro de mí para que comenzara a caminar. Lo seguí sin oponerme, no quería encontrarme otra vez con el chico trasero. Me estremecí solo de recordarlo. 

Caminamos rápidamente hasta llegar al departamento de Edward. 

Por alguna razón sentía que el extraño acontecimiento que acabábamos de vivir en la plaza había sellado un acuerdo de paz temporal, al menos mientras siguiéramos esposados. 

En cuanto llegamos ambos buscamos ropa decente para ponernos. 

Tomé una blusa rojo sangre y unos jeans ajustados color negro, después de todo ya no saldríamos el día de hoy, o eso pensé. Ambos seguimos la rutina, dándonos la espalda mutuamente y vistiéndonos. 

— ¿Te gustaría salir un rato? —preguntó Edward, vacilante. 

Lo miré extrañada. ¿Edward invitándome a salir? Tal vez solo daríamos una vuelta, pero… era Edward. 

—Si no quieres está bien, solo era una proposición para distraernos un rato —murmuró rápidamente al no recibir una respuesta inmediata de mi parte. 

—No… creo que, sería bueno salir —rebatí, aún aturdida por sus palabras. 

—Sé el lugar perfecto al que podemos ir —dijo sonriendo y por un momento me perdí mirándolo, su sonrisa era hermosa… sacudí la cabeza ordenando mis pensamientos, yo no podía pensar que la sonrisa de Edward era hermosa, tal vez aún estaba afectada por lo sucedido hace algunas horas. 

Tuvimos que tomar un taxi para poder llegar al misterioso lugar que me quería mostrar Edward. 

Cuando bajamos del auto estábamos frente a un casino. 

Lo miré con el ceño fruncido y él simplemente se encogió de hombros y me arrastró dentro. Fue fácil entrar, a pesar de que era un lugar con clase nosotros éramos reconocidos por la gran cantidad de dinero que poseían nuestros padres. 

La gente dentro del lugar parecía sacada de alguna película de crímenes, con sus trajes caros y posturas perfectas; las mujeres como acompañantes llevando vestidos largos y caros que moldeaban sus figuras, maquillajes y peinados perfectos, al igual que el resto de ellas. Las mesas estaban llenas mientras las apuestas aumentaban y la mirada de concentración en los hombres permanecía fija en el fajo de billetes como meta final. 

Edward rápidamente se dirigió a la ruleta y arrojó un fajo grande de billetes… no quise saber la cantidad, estaba segura de que esto nos metería en problemas… pero era para poder arreglar las cosas con Edward y poder llevarnos mejor. Dejó caer los dados con desinterés. La ruleta giraba rápidamente, volviéndose borrosa momentáneamente. 

Edward recibió una gran cantidad de dinero a cambio y con una sonrisa lo tomó entre sus manos. 

—Vamos Bella —me apremió al ver que no me movía a causa de la sorpresa y depositó los dados entre mis manos. 

Lo miré con el terror pintado en mi rostro. 

—Edward… no… 

—No importa, anda, inténtalo —me animó, con una sonrisa tranquilizadora. 

Asentí vacilante y cerrando los ojos lance los dados, rogando internamente por no hacer perder mucho dinero a Edward. 

La ruleta giro con desesperante lentitud, mis nervios aumentaban conforme disminuía la velocidad hasta que finalmente se detuvo. Me giré hacia Edward inmediatamente. 

—Lo lamento, yo no quería… 

— ¿De qué hablas? ¡Has ganado más dinero que yo! —exclamó, interrumpiendo mis disculpas. 

Lo miré confundida y después regresé mi mirada a la ruleta, en donde los números indicaban que, efectivamente, había ganado la apuesta. 

Sonreí ampliamente. 

—Sigamos jugando —dije, con una sonrisa presuntuosa. 

Él sonrió en respuesta, negando ligeramente y otro fajo de billetes fue apostado. 

El tiempo se pasó rápido mientras me concentraba en las apuestas y el juego que estaba siendo ejecutado… hasta que un estruendo nos tomó desprevenidos y el ambiente fue roto con las personas corriendo de un lado a otro intentando escapar. 

Miré alrededor con el ceño fruncido. 

Hasta que noté que las personas salían rápidamente por una puerta trasera que estaba prácticamente escondida, cargando las bolsas de dinero que habían logrado ganar… 

Edward y yo reaccionamos y tomamos el dinero rápidamente dirigiéndonos a la puerta por la que todos salían, solo quedaban pocas personas dentro del lugar que buscaban desesperadamente alguna salida en el casino, no lograba entender que era lo que sucedía… hasta que sentí que mi mano que estaba esposada con Edward era jalada con brusquedad. 

Volví la vista para encontrarme con un hombre de traje negro flanqueado por cuatro hombres más con pistolas en sus manos, fruncí el ceño confundida… 

—FBI, están arrestados por apuestas ilegales de dinero —dijo con voz firme, mostrando su placa que verificaba su empleo. 

Bufé y crucé mis brazos sobre mi pecho. 

Fulminé a Edward con la mirada y él me miró con gesto de disculpa. 

Genial… más problemas.

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