Esposados

by - junio 26, 2013



Desperté con un dolor de cabeza que me impedía abrir los ojos, con mucha dificultad logré abrirlos y la luz del día me impactó, obligándome a cerrarlos nuevamente. En un segundo intento los volví a abrir y reconocí el departamento de Edward al instante, ¿cómo había llegado hasta aquí? 

El molesto chillido de los pájaros hacía mi cabeza palpitar, ¿desde cuándo las malditas aves hacían sonidos tan fastidiosos? ¿No hablaban en los libros sobre lo hermosos que eran sus cantos por la mañana? Patrañas. Prefería correr el riesgo de decirle a Renée lo mucho que me desquiciaba su traje de baño con diamantina de colores que ella pensaba erasúper sexy a seguir escuchando aquellos chillidos. 

Los recuerdos me atacaron de repente mientras intentaba hacer memoria… 



— ¡Vamos Cullen! ¡Tenemos que divertirnos! —grité eufórica, sintiendo como el alcohol ya había hecho efecto en mi torrente sanguíneo.

Un Edward igual o más ebrio que yo, me siguió y nos subimos a la barra de bebidas comenzando a bailar. Su cuerpo sudoroso me calentaba tanto que sentí la excitación comenzar a recorrer mi cuerpo.

— ¡Eso es, nena! —gritó un chico.

Me dejé llevar y comencé a hacer un striptease, obligando a Edward a hacer lo mismo, con los gritos de la multitud de fondo.

Me despojé de mi blusa sin pudor alguno mientras gritaba y bailaba sensualmente para Edward —si es que al tambalearte mientras te desvestías se le podría llamar sensual—, el sostén de encaje que apenas cubría mis pechos quedó a la vista mientras virotes masculinos ahogaban la música. Me acerqué con lentitud a Edward y con movimientos deliberados desabroché su camisa, dejando su perfecto pecho al descubierto; los chillidos y silbidos aumentaron cuando Edward me tomó de la cintura acariciando mi espalda con movimientos excitantes, gemí y me restregué contra su erección larga y dura que sobresalía de sus jeans, logrando sacar un gruñido de su pecho. Tan bueno.

Sonriendo me alejé de él para sacarme los jeans en un rápido movimiento y pude sentir como las miradas se posaban sobre mí, bailé al compás de la música sensualmente acariciando mis pezones erguidos sobre mi sujetador, los gemidos en mi boca comenzaron a salir con más intensidad.

Sentí que me tomaban de la cintura y al volverme me encontré con un chico que me miraba con lujuria.

—Suéltame —me quejé, ¿por qué ese chico detenía a mi sexy yo que después de tanto tiempo decidía salir a jugar? Pero estando tan borracha me fue imposible hacer algo.

—Solo quiero jugar un poco, muñeca —rebatió, deslizando su mano por mis costados.

Un puchero se deslizó en mis labios y sentí mis ojos aguarse. Yo quería ser sexy esta noche y este extraño me detenía. ¡Era tan injusto!

—No, no, aléjate de mí —chillé en medio de sollozos.

Sin darme cuenta, el tipo estaba en el suelo y Edward estaba a mi lado protegiéndome de él…


La cabeza me palpitó nuevamente cuando un pitido sonó fuera de la ventana del edificio de departamentos, y cerré los ojos intentando alejar el dolor, debía ser una broma, yo no había hecho eso, yo era incapaz de hacer algo así, ¿desnudarme en un antro público? ¿Porque quería ser sexy? Imposible. Aunque eso no le quitaba lo excitante, además de que Edward jamás me defendería. Definitivamente era completamente un sueño. 

Me removí en el sillón, pero cuando mi espalda baja hizo contacto con el material de éste sentí un ardor que me obligo a retener un chillido, con cuidado lleve mi mano izquierda a ese sitio y sentí una venda cubriéndome, fruncí el ceño confundida… 



— ¿Qué está pasando aquí?— inquirió un hombre alto de aspecto amedrentador.

Observó la escena frente a sus ojos. Posando su mirada en el tipo tirado en el suelo, Edward borracho fulminándolo con la mirada y yo, semidesnuda frente a todos sin pudor alguno, después, al imaginarme como se debía de ver la escena, comencé a reírme como loca. ¡Mierda! El alcohol me afectaba demasiado.

El hombre raro me dirigió una mirada de enojo y yo solo pude reír más fuerte, su cara era graciosa, algo que en definitiva no le agrado.

— ¡Largo de aquí ustedes tres! —Nos gritó encolerizado.

Sin dejar de reírme me tambaleé mientras recogía mi ropa tirada por todos lados con Edward a mi lado protectoramente; me vestí y todos emitieron bufidos de desacuerdo.

Sonreí.

— ¡Tranquilizaos, mis súbditos! —grité sobre la barra—. ¡Volveré con mucho más para ustedes!

Levanté las manos y me incliné haciendo una reverencia de despedida. Todos comenzaron a vitorear y silbar aplaudiéndome. Pero antes de poder decir algo más, el tipo nos sacó del antro, ¡vaya hombre más aburrido! Pensé. 


Me horroricé ante ese recuerdo, no podía ser cierto, ¿en dónde estaba mi sentido común en ese momento? Me pregunté escandalizada, respiré y conté hasta cincuenta intentando tranquilizarme, ahora, a recordar… qué otras estupideces había hecho anoche. 



Una vez afuera del antro miré a mí alrededor buscando un poco de diversión, pero todo estaba cerrado, hasta que a la distancia divise algún local abierto, no pude ver que era, pero estaba abierto, con eso me bastaba.

— ¡Edward! —chillé, saltando alrededor de él como una maldita maniática.

— ¿Qué? —gruñó, intentando mirarme mientras sostenía su cabeza con fuerza.

Me detuve frente a su rostro y al ver su mirada medio ida me di cuenta que tal y como yo suponía estaba tan ebrio que sonreí ampliamente.

— ¡Vamos allá! —dije saltando sobre él y señalando el letrero brillante con letras de neón.

Sus manos se cerraron inmediatamente alrededor de mi cintura y siguió con la mirada el lugar que señalaba, entrecerrando los ojos en un intento de enfocar la vista, pero después de unos minutos en los que le fue imposible se rindió y asintió con la cabeza. Murmurando que estaba de acuerdo.

Grité emocionada y salté a mis pies jalándolo para que comenzara a caminar. Después de caminar unos cuantos metros me di cuenta de que era un local que ponía tatuajes, brinqué emocionada, ¡un tatuaje! Perfecto para cerrar esta noche con broche de oro.

—Edward, pongámonos un tatuaje —le pedí.

Su mirada se enfocó en el puchero que no había notado que había hecho y sus ojos se suavizaron con un brillo que mi cerebro abrumado no reconoció, se encogió de hombros accediendo sin darle importancia.

—Hagamos un trato —dijo antes de que entráramos, tomándome del brazo para detenerme y casi cayendo sobre mi trasero.

Uh, divertido.

Lo miré expectante.

—Yo escojo tu tatuaje y tú escoges el mío.

—Hecho.

Entramos al local, un chico nos recibió y nos mostró los diseños más populares de tatuajes. Todos eran muy lindos pero sinceramente, no encontré uno para Edward, así que al final escogí uno al azar sin darle importancia, del mismo modo que Edward hizo al escoger el mío. 



Me maldije por tomar tanto. ¿En qué mierda estaba pensando cuando hice todo eso anoche? No era bueno tomar, mucho menos para mí que me dedicaba a hacer estupideces estando sobria, no quería ni pensar que tatuaje había escogido el idiota egocéntrico para mí. 

¡Maldición! Esperaba que el tatuaje no fuera tan malo como lo imaginaba… ahora lo único que podía repetir en mi mente una y otra vez era: Maldito alcohol que jode las mentes inocentes. 

Moví a Edward que estaba en el suelo para que despertara después de unos minutos en los que estuve procesando lo que hice la noche anterior, aún no podía creer que yo había sido capaz de hacer todo eso. Esto era tan jodidamente horrible, que rompería los huesos de Cullen si mi tatuaje era demasiado malo, ¡eso estaría en mi cuerpo adherido toda mi vida! Putamente perfecto. 

—Cullen, despierta —dije moviéndolo. 

—Déjame dormir —protestó dándose la vuelta. 

Grave error. Al darse la vuelta mi mano que estaba esposada con la suya fue jalada hasta que me tiro al piso y termine sobre él, mi espalda baja ardió cuando me golpeé con la mesa de café y solté un grito de dolor que terminó por despertar al idiota. 

— ¿Qué haces sobre mí? ¡Vete! —gritó con pánico, quitándome de encima tan desesperadamente que cualquiera pensaría que le contagiaría alguna enfermedad sólo con tocarlo. 

Sonreí maliciosamente y lo golpeé con mi puño en las costillas, justo donde recordaba que le habían puesto su tatuaje, él soltó un grito y después me miró entrecerrando los ojos, sonreí más ampliamente. 

—Nunca te metas conmigo —sacudí mi dedo índice frente a su rostro. 

Nos levantamos y ambos nos dirigimos a su habitación en donde tenía un espejo de cuerpo completo, al parecer Edward ya había recordado todo lo del tatuaje y él, al igual que yo, quería verlo. 

Nos paramos frente al espejo y nos quitamos las vendas al mismo tiempo, mis ojos se agrandaron de horror al confirmar mis peores miedos y por el espejo me di cuenta que la expresión de Edward era la misma, eché un vistazo a su tatuaje y él hizo lo mismo, después los dos soltamos un grito de terror e incredulidad, no podía ser cierto. 

Jadeé con fuerza y le di un puñetazo en el brazo. 

— ¡Eres un idiota Cullen! —grité enfurecida. 

Frente al espejo el reflejo de mi rostro estaba rojo a causa del enojo contenido, mi vista viajó una vez más a mi espalda baja que estaba marcada por un tonto, estúpido y feo tatuaje. Propiedad de Edward Cullen. ¡Santa mierda! Me sentía como un animal de granja, a los que marcan para saber que son suyos, las letras eran de un color azul oscuro y estaban refinadamente escritas con letra cursiva, adornadas con pequeñas flores de color rojo sangre. Habría sido un hermoso tatuaje si no estuvieran esas cuatro palabras. 

Mi vida estaba arruinada. No podría subir de peso o cada vez que estuviera en la playa me confundirían con una vaca de granja. 

—Idiota, estúpido, jodidamente... —llevaba dos horas despotricando contra Cullen mientras él me devolvía los insultos. 

— ¡Todo fue tu culpa! ¡Tú me arrastraste hasta ese maldito local! —gritó encolerizado. 

Y no era para menos. 

Su tatuaje decía: No tocar. Bella Swan estuvo aquí. Escrito con letra pequeña y fina de color rojo sangre adornado por un pequeño corazón. Eso me tranquilizaba un poco, el saber que al menos él también sufría por el estúpido tatuaje. Jamás habría imaginado que esto le podría haber pasado, ¿quién lo pensaría? El mujeriego Edward Cullen con un cursi tatuaje. 

—Tú aceptaste —le rebatí. 

— ¿Acepté? ¡Estaba ebrio! 

— ¡Yo también idiota! ¡Maldición! —grité. 

— ¡No me importa! ¡Todo esto es tú culpa! —gritó, acercándose. 

Parecía que de un momento a otro, ambos colapsaríamos a causa de todo el enojo que sentíamos. Quizás explotaríamos como ese capítulo en Los padrinos mágicos en donde Timmy Turner explota a causa de una furia demasiado potente. ¡Cabum! 

— ¡Esto es una mierda! ¡Es el infierno! No puedo vivir así... 

Comencé a gritar sin prestar atención a lo que él decía, debía de liberar toda la tensión y el enojo de alguna forma, no quería terminar como Timmy; sin detener mis gritos tomé mi celular del suelo y marqué el número de Alice. La voy a matar, juro que lo voy a hacer. 

— ¿Diga? 

— ¡Te voy a matar! ¿Cómo te dices ser mi amiga? ¡Te odio! ¡No me dirijas la palabra nunca más! ¡Odio a tu egocéntrico hermano… y a ti por dejarme con él! ¿Cómo te atreviste? ¡Eras mi amiga, no lo puedo creer! ¡Te cazaré y te descuartizaré, ni siquiera tus jodidos padres podrán reconocerte! —repentinamente el teléfono desapareció de mis manos. 

— ¡Te odio Alice! —comenzó a gritar Edward al teléfono—. ¡Si no nos liberas te mataré! ¡Te mataré con mis propias manos! ¡Ni siquiera Jasper me podrá detener! ¡Un tatuaje! ¡Un jodido y maldito tatuaje! ¡Esa insignificancia va a acabar con mi imagen! 

—Regrésame mi celular, Cullen —dije indignada. 

Me ignoró y siguió amenazando a Alice gritándole al teléfono, ¿qué les pasaba a los Cullen que siempre me ignoraban? 

Salté a su espalda sin pensármelo mucho e intenté quitarle el teléfono de las manos. 

— ¡Maldita loca! ¿Qué haces? 

—Dame el teléfono, Cullen. 

— ¡Bájate! —gritó removiéndose, intentando quitarme de encima. 

— ¡No! 

— ¡Aléjate de mí! 

Me resbalé y caí al suelo con Edward sobre mí, ¡diablos! Sí que estaba pesado, sus brazos fuertes y su torso musculoso estaban lo suficientemente duros como para dejarme un moretón, jamás lo admitiría en voz alta, pero Edward estaba malditamente bueno, basta de pensar estupideces, me reprendí. 

— ¡Me lastimas! ¡Fuera! —chillé, lanzando a Edward lejos de mí. 

Suspiré y cerré los ojos, ¿cómo iba a sobrevivir cuando sólo teníamos dos días juntos? Voy a morir, voy a morir, me lamenté. No merecía esto, ¿o sí? ¡Oh, Dios! Necesitaba una larga y relajante ducha, me levanté dispuesta a llevarlo a cabo pero mis manos esposadas a las de Edward me lo impidieron. 

—Necesito un baño. 

Su cuerpo se tensó ligeramente, lo miré con curiosidad. 

—Genial —masculló. 

— ¡Cullen, quiero tomar un baño! 

—Bien para ti, realmente lo necesitas. 

Jalé su mano tomándolo desprevenido y logrando levantarlo, sonreí triunfante. 

Caminé hasta el baño y me quité la ropa, esperaba ver pronto a Jake, en verdad lo extrañaba. ¿Por qué no lo había ido a visitar? Bufé, pude haber ido a visitarlo, bueno, podría darle una sorpresa. Eso le encantaría, apuesto a que sí, pero había un problema, algo por lo que no lo podía visitar ahora... 

Escuché un carraspeó a mi lado y tuve la respuesta a mi pregunta, no podía visitarlo porque estaba esposada a Edward, suspiré. Al parecer nunca me acostumbraría, ya ni siquiera lo recordaba. 

Edward emitió un gemido por lo bajo y yo me volví a verlo sorprendida, sus ojos estaban más oscuros que de costumbre y me miraba fijamente, tragué saliva y me miré, estaba desnuda, frente a Edward, ambos solos, ¡maldición! 

Se acercó a mí, su mirada cálida hizo mis bragas humedecerse; lamí mis labios cuando sus manos se deslizaron por mi brazo, me estremecí y él sonrió en respuesta, casi con orgullo. Sentí mis pezones comenzar a erguirse y presionar contra mi sostén. ¿Cómo es que nunca había notado la tensión sexual entre nosotros? Me jaló para estrecharme entre sus brazos, mi respiración se entrecortó cuando sus manos se deslizaron por mi espalda siguiendo el camino hasta llegar a mi trasero, le dio un apretón y yo no pude contener el gemido que brotó de mis labios, cuando su dedo siguió la abertura en él. Su larga erección presionó contra mis bragas mojadas, un empujón a través de la ropa y estaría dentro de mí. 

Sentí mi sangre calentarse. 

Su boca comenzó a atacar mi cuello en donde lamió después de morder, el dolor sordo en mi cuello me alertó del chupetón que probablemente tendría mañana, no me importó mucho en este momento. Mis manos se deslizaron debajo de su camisa y la desabroché con rapidez, rompiendo los botones cuando abrirlo se hizo demasiado tardado. Acaricié su pecho con mis manos, tal y como pensé, estaba esculturalmente duro y bien formado, probablemente fruto de las horas que pasaba en el gimnasio para mantener el ritmo como mariscal de campo en el instituto; deslicé mi lengua y él se estremeció, su mano izquierda apretó mi pecho, tirando ligeramente de mi pezón erecto. Solté un jadeo y aprovechó mi repentina distracción para acercar su boca comenzando a succionar con fuerza, sus dientes mordisquearon mi pezón, logrando que se endureciera más, si es que eso era posible. 

Mis caderas se movieron con ansiedad, me restregué contra él. Me sentó en el borde de la bañera y comenzó a frotar su miembro aún cubierto por sus pantalones contra mi centro húmedo, lo quería dentro. Dirigí mis manos hacia el botón de su pantalón y lo desabroché con impaciencia, mis pies lo deslizaron por sus piernas a la par de sus boxers mientras él continuaba besando, lamiendo mis pechos. 

—Jodidamente deliciosa —inhaló. 

Su boca subió hasta mi cuello y besó su longitud. Gimoteé. 

Una vez que me deshice de sus pantalones comencé a frotar su miembro erecto contra mi centro, sentir su piel descubierta, con la delgada tela de mis bragas como única barrera era una sensación malditamente placentera. 

—Ahora —rogué—. Tómame. Ahora. 

El gruñido primitivo que surgió desde su pecho casi me hizo venirme. Introdujo su dedo en mi entrada resbaladiza, moviendo a un lado mis bragas, embestí contra él y gemí como gata en celo. Besó mi oreja y rió ligeramente por mi impaciencia, bajo y profundo. Muy sexy. Lamió mi excitación de su dedo, mirándome a los ojos. 

—Dulce, dulce Bella. 

Suspiré, pensé que podría hacer una piscina con la excitación entre mis piernas. Finalmente me tomó por las caderas, levantando mi pierna sobre su hombro con destreza. Su firme y grande pene se acomodó en la entrada de mi centro húmedo. 

—Mmm... Jac… 

Mi mente nublada me abofeteó, similar a las caricaturas, cuando el personaje es golpeado y ve estrellitas a su alrededor. 

Él no era Jacob, era Edward, ¿qué estaba haciendo? estaba engañando a mi novio por un polvo de un rato, esto estaba mal. Muy mal. Pero se siente tan bien. Ni siquiera soportábamos vernos a la cara. Sólo por una noche… 

—Detente, detente —mascullé. 

Mi mente en disputa era suficiente para confundirme sin el sopor de la lujuria. 

— ¿Qué pasa? 

—Detente. Esto… está mal. 

Su mirada cambió en un parpadeo y rápidamente pasó de la excitación al enojo, la sombra de una tercera emoción cruzó tan rápido que no tuve la oportunidad de reconocerla… ¡genial! Como si necesitara que me odiara más.


You May Also Like

0 comentarios