Esposados

by - junio 26, 2013



Mantuve mi mirada acusadora sobre Edward. 

Hasta que en su rostro comenzó a formarse una gran sonrisa. Tenía una idea. Me estremecí. Las ideas de Edward no eran muy buenas y siempre me implicaban a mí haciendo el ridículo. 

Salí de mi letargo cuando sentí que golpeaba ligeramente mi brazo, llamando mi atención. Cuando volví mi mirada hacia él, con un movimiento de cabeza señaló al oficial a cargo de nosotros que llenaba el papeleo necesario para ingresarnos dentro de nuestra celda. 

¿Seducirlo? ¿A un oficial viejo y gordo? ¿No era eso ilegal? 

Edward suspiró con impaciencia y me empujó ligeramente hacia adelante, alentándome a seguir el plan para salir de aquí. 

Bufé. 

Resignada me acerqué al oficial. Haría todo por evitar ir a esa sucia y maloliente celda. 

Me recargué en el escritorio a su lado casualmente y lo miré pestañeando como una posesa, eso siempre funcionaba en las películas, ¿no? 

Me miró fijamente durante unos minutos. 

— ¿Te sientes bien, niña? 

Asentí sonriendo. Su mirada irritada sobre mí me alertó que el plan no estaba funcionando. 

—Entonces, ¿le pasa algo a tu ojo? ¿Tienes un tic o algo parecido? —preguntó confundido. 

Reprimí una mirada que demostrara lo ofendida que me sentía por sus conjeturas. 

—No —respondí tajante. 

— ¡Ah! Menos mal —susurró, volviendo la vista a los papeles frente a él. 

Le di la espalda indignada. 

Edward luchaba por reprimir una sonrisa, pero su cuerpo se sacudía constantemente delatando sus vanos intentos. Se recompuso rápidamente al ver mi expresión. 

"Sigue intentando" articuló con los labios. 

Me lamenté internamente al saber que era la única opción que teníamos para salir. 

—Entren a la celda —ordenó el oficial en ese momento. 

Indicó el lugar en donde otro oficial ya esperaba, listo para cerrar con llave en cuanto estuviéramos dentro. 

Meneé las caderas al caminar en mi último intento por ser libre. Edward caminaba frente a mí, ajeno al show que estaba dando, agradecí ese hecho. 

—Jovencita —escuché la voz fuerte del oficial detrás de mí. 

Detuve mis pasos, al igual que Edward, esperanzada porque mi vergonzoso intento por salir hubiera funcionado. 

—Deje de caminar de ese modo —continuó—, puede caerse, esto no es un juego, parece un pingüino cojo —me reprendió enojado. 

Resoplé con fuerza y me crucé de brazos, fulminando al policía con la mirada; después, con la poca dignidad que me quedaba, entré a la celda, lanzando maldiciones por lo bajo. 

Edward, que había escuchado solo una parte de las palabras del oficial, tenía una pequeña sonrisa burlona pintada en sus labios. 

El segundo oficial cerró la celda con llave y después regresó perezosamente a su puesto en la entrada de la comisaría, rascó su trasero y bostezó. Fruncí la nariz con asco. Edward miró a nuestro alrededor, ideando otra forma de salir, unos minutos más tarde regresó su mirada hacia mí. 

—Bueno… ya que probamos que no eres buena seduciendo hombres —dijo enfatizando la última palabra, recordándome que si había funcionado con la pelirroja del local porno. 

—No me provoques Cullen —gruñí enfadada, interrumpiéndolo. 

Levantó ambas manos en señal de rendición. 

¡Pero vamos! ¡Que no era mi culpa que ese oficial decidiera mantener abstinencia sexual! 

— ¡Tranquila! Después de todo el arte de la seducción no es lo tuyo… al menos, no en hombres… 

—Cullen… —advertí, lanzándole una mirada envenenada. 

—Está bien, está bien… —dijo y después suspiró intentando serenarse— aun así, tengo un plan para salir de aquí. 

Y aquí vamos otra vez… 

Uno. Dos. 

Empuja. 

Uno. Dos. 

Empuja. 

Gemí de dolor cuando sentí que empujó con demasiada fuerza. 

—Con más cuidado —gruñí. 

—Lo siento. 

—No debí comer esos pastelitos —me lamenté. 

—No, no debiste —me dio la razón Edward, con voz jadeante. 

Gruñí otra vez. 

Y aquí estaba yo. Edward y sus grandes ideas. Intentábamos escapar por la ventana que estaba unos cuantos metros sobre el suelo, pero gracias a mi baja estatura yo debía salir primero. Para que de ese modo Edward pudiera ayudarme a alcanzar la ventana… era una idea brillante… hasta que mis caderas quedaron atascadas. 

Ahora Edward intentaba ayudarme a salir antes del amanecer o el plan se iría a la basura. 

De algún modo esto me parecía casi predecible… empezaba a acostumbrarme a que cosas como estas me pasaran, después de todo, estando con Edward… todo podía pasar, ¿acaso no había ya suficientes pruebas de ello? 

— ¡¿Que está pasando aquí?! 

Escuché unos pesados pasos acercarse. 

—Mierda —soltó Edward por lo bajo. 

— ¿Dónde está tu compañera de celda, chico? —escuché a la voz del oficial preguntar. 

— ¡Oh! Ella… ¡está en el baño! —contestó Edward apresuradamente. 

— ¿Y qué es eso detrás de ti? 

— ¿Esto? —sentí una palmaditas en mi trasero—. Uh… pues… al parecer sellaron la ventana, solo mire esta cosa. 

Un tenso silencio inundó la estancia por unos minutos. 

—Más te vale que sea cierto, niño —murmuró el oficial con voz contenida. 

Y una vez más escuché sus pasos ruidosos y estrepitosos cuando se marchó para verificar que Edward no estuviera mintiendo. 

Sentí a Edward quedarse congelado, con su mano aún sobre mi trasero, me removí para quitármela de encima, acto seguido sentí a Edward reaccionar y empujar mi trasero con fuerza. 

— ¡Apresúrate! —murmuró Edward alterado—. Soy muy joven para morir. 

Lo ayudé ejerciendo fuerza con mis brazos para intentar apurar el proceso y poder salir más rápido, no había demasiados progresos. 

—Me encerrarán toda mi vida —lloriqueó Edward, al ver que nuestros intentos por sacarme eran vanos. 

—Cierra la boca Cullen. Me pones nerviosa, pareces una niñita asustada —gruñí, enojada. 

Y por algún milagro, con un último empujón y esfuerzo de mi parte, logré ser libre. Solté un profundo suspiro de alivio. 

— ¡Ese niño! ¡Ya verá! Esto no se va a quedar así… —escuché que decía una enfadada voz acompañada por unos ahora conocidos pasos. 

Al parecer el policía ya había descubierto nuestro complot. 

Comencé a temblar. 

¡Íbamos a morir! ¡Me quedaría en esta apestosa celda hasta que tuviera canas! ¡Oh, no! ¡Ahora no podría ponerme siliconas! ¡Y nunca tendría un orgasmo! ¡Jamás violaría a Matt Bomer como tenía planeado — ¿a quién le importaban sus preferencias sexuales?—! ¡Ni le reclamaría a Renée que tuve pesadillas dos meses por verla con bikini! Todo un trauma en mi vida… 

—Muévete —me urgió Edward que estaba luchando por salir por la ventana. 

Reaccioné y lo ayudé a salir jalando de su brazo. 

Casi me sentí mareada a causa del alivio que sentí al ver que había logrado salir antes de que el policía llegara a la celda. 

— ¡Vamos! ¡No hay tiempo! —instó Edward. 

Corrimos hacia una esquina de la cárcel que estaba solo a unos metros de distancia, en donde era fácil salir, ya que la pared de la barda que nos impedía salir al mundo exterior estaba demasiado deteriorada y era fácil escalarla. 

Lo hicimos en tiempo record y solo unos segundos más tarde estábamos fuera de la cárcel. 

Reconocí la calle al instante, había estado cerca de aquí muchas veces. 

—Estamos demasiado lejos de nuestros departamentos —dijo Edward con la respiración entrecortada, a causa de nuestra carrera. 

—Ven, sé a dónde podemos ir —dije tirando de él. 

Me siguió sin poner resistencia, aunque no creo que haya tenido otra opción. Pasamos las ya conocidas calles por las que yo constantemente caminaba, y que casi un mes no pisaba, sonreí al ver el familiar edificio color ladrillo, que se dividía en compartimentos interiormente, su altura suficiente para la capacidad de once pisos. 

Entré con Edward a mi lado, mirando todo con curiosidad y lanzándome miradas constantemente, tal vez se preguntaba por qué estas calles me ponían de repentino buen humor, creo que no había dejado de sonreír desde que había reconocido las calles en las que estábamos. 

—Vamos al departamento de mi novio, Jacob Black —expliqué, intentando evadir su mirada inquisitiva. 

Presioné el botón para poder tomar el elevador. 

La comprensión apareció en su rostro, que repentinamente se ensombreció y después de asentir en mi dirección se mantuvo en silencio, evitando mirarme. 

El elevador se abrió y las personas bajaron, nos tocaba ir a Edward y a mí solos en él. 

Sentí como la incomodidad inundaba el ambiente, aunque hace solo 24 horas yo estaba acostumbrada a ese tipo de sensación con Edward, ahora me parecía un recuerdo muy lejano e incomprensiblemente me preocupó que Edward se hubiese enojado conmigo, después de todo lo que habíamos pasado en este tiempo juntos, realmente lo comenzaba a considerar un amigo. 

—No te preocupes Edward. Mi prima vive en el departamento de enfrente, te la puedo presentar, su nombre es Leah Clearwater y creo que se podrían llevar bien —dije sugerentemente acompañado de un movimiento sugestivo de cejas. 

Edward sonrió forzadamente y asintió, pero después volvió a su estado de mutismo, ignorándome y evitándome el resto del camino al departamento de Jacob. El aire se sintió tenso entre nosotros y podía apostar que se escucharía el caer de un alfiler en ese momento. 

Suspiré. 

El elevador se detuvo en el sexto piso y ambos bajamos. 

Todo el pasillo me llenaba de una placentera sensación de familiaridad que hacía tiempo que no sentía. Sonreí para mí y seguí caminando; Edward me seguía en silencio, con la mirada baja y evitándome aún, aparentemente perdido en sus pensamientos. 

Vislumbré la puerta del departamento de Jacob y el de Leah que estaba justo frente al de mi novio. Contuve la respiración cuando bajos gemidos resonaron abiertamente a través de las delgadas paredes de los apartamentos. 

Fruncí el ceño. 

Tomé la llave que Jacob me había dado, siempre la llevaba conmigo. 

Coloqué la llave en la hendidura y le di la vuelta, escuchando el silencioso click al abrir la puerta. El volumen de los gemidos aumentó —si es que era posible—, un par de respiraciones entrecortadas se mezclaban entre sí. 

Solo tuve que dar unos cuantos pasos para poder encontrar la procedencia. 

Jacob estaba acostado en el sofá con Leah montándolo, sus grandes manos estaban en las caderas de mi prima que subía y bajaba salvajemente sobre él. 

El sonido de la puerta cerrándose con fuerza los hizo reaccionar y ambos volvieron la mirada, me tomó unos minutos darme cuenta que había sido yo la que había cerrado la puerta con la fuerza suficiente para llamar su atención. 

Jacob se levantó rápidamente tirando a Leah con un golpe sordo en el proceso. 

Pequeñas lágrimas comenzaban a caer por mi rostro. 

Mi llanto aumento cuando la sábana que cubría las partes íntimas de Jacob cayó a sus pies y su diminutamente minúsculo miembro quedó a mi vista, ¡no puedo creer que haya perdido mi tiempo con él y su microscópico miembro! Me lamenté mentalmente. 

Antes de que pudiera darme cuenta, Jacob estaba en el suelo con posiblemente la nariz rota y Edward estaba erguido en toda su altura frente a él con la mano cerrada en puño, su otra mano me sostenía de la cadera. Casi no noté el tirón incómodo de las esposas. 

Mi llanto se detuvo unos segundos, pero solo bastó una mirada al pequeñísimo miembro de Jacob para volver a llorar desconsoladamente, ¡qué pérdida de tiempo! Lloriqueé en mi mente. 

Creo que ahora que no tenía razones para estar en Inglaterra podía pedirle a Edward que saliéramos a buscar a Alice. Comenzaba un viaje muy largo que prometía demasiados problemas… pero me arriesgaría, después de todo… ¿qué es lo peor que puede pasar?

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