Epílogo: Mi vida perfecta
Cerré los ojos permitiendo que el aire golpeara contra mi rostro.
Hacía nueve años que había pasado una navidad que había marcado mi vida, al igual que había marcado la vida de Bella, suspiré cuando la imagen de su rostro se filtró en mi mente, pero no tuve el tiempo suficiente para pensar en ello antes de que el estridente sonido proveniente de atrás llamara mi atención.
Di media vuelta, sonriendo al verla.
Salió del edificio mirando alrededor con el ceño fruncido, se veía simplemente adorable. Sus bucles dorados brillaron al sol cuando se expuso ante él, su piel pálida contrastaba perfectamente con sus labios rosados y sus ojos celeste resplandecían cuando finalmente me identificó entre la masa de gente.
Era hermosa.
Y la amaba.
Corrió hacia mí con una amplia sonrisa y sentí que mi pecho se hinchaba de alegría. No dudé al extender mis brazos y besar su mejilla.
Ella sonrió y descansó su cabeza en mi pecho como últimamente había acostumbrado.
—¿Qué tal fue tu día? —le pregunté con dulzura.
Deslicé mis manos por su mejilla sonrosada mirándola fijamente a sus expresivos ojos.
—Genial —susurró sonriendo.
Me incliné y besé su frente antes de alejarme de ella.
—Vamos, cariño, debemos llegar a casa rápido.
Me adelanté a abrir su puerta, después tomé mi puesto encendiendo el auto y aceleré tomando la velocidad que acostumbraba.
No tardó mucho en aparecer frente a nosotros la inmensa casa blanca de tres pisos, con un amplio jardín rodeándola, la fuente dejando oír el gorgoteo del agua al caer y el insistente ladrido del perro. Después de que los hombres de seguridad abrieran la puerta para nosotros aparqué frente a nuestra casa.
Bajé del auto y me percaté de que Cynthia ya estaba dentro de la casa cuando yo apenas estaba bajando del auto, como siempre.
Cuando entré escuché la melodiosa voz de mi esposa entonando una dulce canción de cuna. Seguí la dulce melodía casi hipnotizado, encontrándola en la sala sentada en el sillón con Derek entre sus brazos mientras acariciaba su cabello con ternura. La imagen hizo que mi corazón latiera con fuerza y una sonrisa se dibujara en mi rostro.
Suspiré mirándola fijamente mientras ella miraba detenidamente a nuestro hijo que ahora estaba dormido con la cabeza descansando sobre su regazo. Sonrió deslizando sus manos por su cabello repetidamente.
—¿No hay caricias para mí? —pregunté.
Se sobresaltó y rápidamente volvió el rostro mirándome con una sonrisa.
—Claro que hay caricias para ti —contestó.
Me acerqué, inclinándome para besar sus labios suavemente. La sonrisa que esbozó mientras la besaba me hizo sonreír a mí también, era una respuesta automática a su estado de ánimo.
—¿Sabes en dónde está Cynthia? Salió corriendo del auto en cuanto llegamos a la casa —susurré mientras acariciaba su rostro.
—Dijo algo sobre una sorpresa para que su hermano se recuperara —murmuró bajando la mirada y acariciando el cabello rubio de Derek.
Me senté a su lado deslizando mi brazo por su hombro y acercándola más a mí.
Ahora parecía tan lejano todo lo que habíamos vivido.
Después de la milagrosa recuperación de Bella en navidad el doctor nos había aclarado que había logrado superar su muerte inmediata, pero que la enfermedad seguía allí. Recuerdo que habíamos buscado infinidad de doctores y tratamientos para ayudarla a que finalmente el cáncer disminuyera y de ese modo fuera posible extirparlo por completo con una operación.
Los años pasaban y los resultados daban frutos. La enfermedad de Bella disminuía con el alto costo de su sufrimiento al someterse a tan dolorosos tratamientos. Me llegué a preguntar si en verdad estaba haciendo lo correcto al incitarla a seguir cuando miré a Bella tan débil y adolorida cada vez que salía de sus tratamientos. El doctor aseguró que era normal.
—Cielo, no tienes que someterte a eso, estaremos juntos por siempre, pase lo que pase. —Le prometí una vez al ver la dificultad con la que abría los ojos.
Mi corazón se rompía un poco cada vez que la veía de ese modo, y aunque tendría que perderla, lo prefería a que se siguiera sacrificando de ese modo.
—Puedo soportarlo —susurró con voz débil y un suspiro tembloroso.
A medida que el tiempo pasaba los tratamientos eran cada vez más fuertes, pero el resultado era fructífero, de modo que Bella se negaba a dejarlo hasta que la enfermedad estuviera desaparecida completamente.
Me dolía ver todo lo que estaba pasando y saber que no podía hacer nada.
Después de largos meses de lucha el cáncer desapareció y con ello llegaron meses de —una vez más— dolorosa terapia, para que los músculos agarrotados e inmóviles del cuerpo de Bella funcionaran normalmente de nuevo.
Ese suceso nos costó a ambos varias lágrimas.
Ver a Bella sufrir de ese modo me desgarraba el alma y sufría tanto o más que ella, cada día la acompañaba religiosamente, y la ayudaba a dar ese paso final para su recuperación. Me sentía morir al ver el esfuerzo que ella ejercía cuando a veces era obligada a realizar ejercicios que su cuerpo aún no estaba listo para ejercer, pero cada vez que intentaba refutar algo me aseguraba que estaba bien, forzándose a sí misma a realizarlo y a mí rompiéndome al ver su esfuerzo sobrehumano para hacerlo.
Pero todo había valido la pena finalmente, me dije al verla sentada a mi lado, perdida en sus pensamientos mientras acariciaba inconscientemente el cabello de nuestro hijo.
Repasé su rostro detenidamente deleitándome con su belleza. No por nada había sido la joya de la revista Playboy.
Sus labios rojizos y carnosos estaban fruncidos ligeramente mientras pensaba, su sedoso cabello caoba caía sobre sus hombros arremolinándose detrás de su espalda con sus reflejos rojizos brillando con la luz del sol que se colaba por la ventana, su piel pálida suave como el satén parecía brillar y sus grandes y expresivos ojos chocolate miraban la nada.
Suspiré.
Recuerdo que cuando nuestros mellizos Cynthia y Derek habían nacido yo esperaba que se parecieran a ella. Al contrario de lo que esperaba llevaban los genes Cullen impresos en cada facción de sus rostros. Varias veces mis hermanos habían bromeado diciendo que habíamos robado los hijos a mi madre, y es que Cynthia y Derek eran el vivo reflejo de mis padres.
Ambos con los brillantes ojos celeste de mi madre, el cabello rubio dorado de mi padre, el rostro de Cynthia se moldeaba con las facciones finas de mi madre mientras que el de Derek era idéntico a las facciones varoniles de mi padre. Incluso ambos eran más parecidos a mis padres que yo.
Nuestros hijos de ahora seis años eran activos y muy inteligentes.
No me equivocaba al decir que eran nuestro más grande orgullo. Bella se encargaba de estar cerca de ellos y cuidarlos como si fuesen a romperse de un momento, pero la entendía, y de algún modo comprendía que ella quería compensar de ese modo todo el cariño y comprensión que había faltado por parte de sus padres.
Ambos se habían desconectado por completo de Bella desde que había decidido dejar el mundo del modelaje para abrir una línea de ropa y encargarse de nuestros hijos.
Sabía que eso la había destrozado aunque ella se empeñara en negarlo, después de todo eran sus padres, pero a ninguno le había importado eso cuando le exigieron a Bella que desapareciera de sus vidas, alegando que era una vergüenza para su familia. Varias semanas Bella había sufrido de pesadillas y yo maldecía internamente a sus padres por atreverse a lastimarla de ese modo.
No lo merecía.
Había sufrido más de lo que debía.
Para mi alivio, Bella había logrado regresar el brillo a sus ojos después de que lo gemelos nacieran y me sentí aliviado por ello. No soportaría verla sufrir más. No más.
Regresé al presente cuando Bella acarició mi cabello.
Me volví a verla y depositando un beso en sus labios me acerqué a acariciar su abultado vientre en el que nuestro próximo hijo descansaba. Me incliné a besarlo cuando sentí un patadita en respuesta a mi tacto.
—No te muevas tanto pequeño, mami necesita descansar —susurré deslizando mi mano por toda su longitud con suavidad al recordar que Bella no había podido dormir por el constante movimiento del bebé anoche.
Bella sonrió acariciando mi cabello.
Sabía que amaba verme interactuar con nuestros hijos, así como yo adoraba verla con ellos. La dulzura y protección que les brindaba me provocaba una sonrisa en el rostro al ver lo feliz que era.
Escuché el sonido de la puerta al abrirse abruptamente y después la voz atronadora de mi hermano. Puse los ojos en blanco, la familia había llegado.
—¿Qué tal están familia? —El saludo de Emmett retumbó por toda la casa, rompiendo el silencio que nos caracterizaba.
Asomó la cabeza y entró sonriente, acercándose a Bella y abrazándola con fuerza después de que se pusiera de pie.
Rosalie venía detrás de él con su hija de tan sólo unos cuantos meses en brazos. Jasper y Alice entraron saludando, después de un par de años de conocerse finalmente estaban comprometidos y en el rostro de mi hermana se reflejaba toda la felicidad que sentía. Finalmente mis padres hicieron acto de presencia, saludando a Bella con un abrazo y un beso en la mejilla.
Cynthia no tardó demasiado en bajar y saltar a los brazos de su abuelo que no dudó en tomarla en brazos y llenar su rostro de besos.
Derek se despertó con el bullicio.
Para alivio de Bella su gripe estaba sanando y la fiebre había desaparecido, su sobreprotección era tal que una enfermedad en nuestros hijos, por común que fuera, la ponía nerviosa y le era imposible no preocuparse.
Derek no tardó demasiado en correr a los brazos de Bella que lo besó en la frente y le sonrió antes de que se apartara y saltara a los brazos de mi madre que adoraba a nuestro hijo.
Mientras mi madre mecía a Derek y hablaba con él animadamente mi padre jugaba con Cynthia, como todo abuelo consintiendo a su nieta predilecta. Emmett se dedicó a contar varios sucesos que habían ocurrido a Alice y Jasper, haciéndolos sonrojar. Rosalie se apartó para alimentar a Marie que lloraba por un poco de comida.
Miré a Bella que estaba en una esquina mirando a la familia, con una sonrisa mientras acariciaba su vientre hinchado.
La abracé con cuidado desde atrás descansando mis manos sobre su vientre y dibujando círculos desiguales con mis pulgares, colocó sus pequeñas manos sobre las mías y echó la cabeza hacia atrás, recargándose en mi pecho y suspirando.
—Gracias —susurró suavemente.
Deposité un beso en su cuello y recorrí su largo con mi nariz, aspirando su aroma a fresias.
—No tienes que agradecerme nada —murmuré.
Exhaló y volteó un poco el rostro, mirándome de reojo y sonriendo.
—Tengo que agradecerte todo. —Rebatió.
Antes de poder contestar Emmett llamó la atención de mi esposa pidiéndole que se acercara, comenzó a hablarle sobre Jasper y Alice que una vez más se sonrojaron.
Los miré. Bella sonreía ampliamente y de vez en cuando defendía a mi hermana y mi cuñado, dejando a Emmett mudo y con el ceño fruncido por no tenerla de su lado. Bella rió por algo que Jasper dijo y el color inundó las mejillas de mi hermano que negó con la cabeza.
Cynthia llegó corriendo y abrazó a Emmett por las piernas sonriendo ampliamente. En la otra parte de la sala Derek bailaba frente a mi madre, Rosalie y mi padre le aplaudían, animándolo a seguir.
Suspiré y una sonrisa se extendió por mi rostro.
Tenía una familia inigualable, una esposa hermosa y cariñosa, unos hijos preciosos y un futuro Cullen en camino.
Había valido la pena. Desde el momento en que había entrado por la puerta del edificio aquella tarde de diciembre mi vida había cambiado. Tal vez había sufrido mucho en el camino, tal vez hubo momentos en los que quise rendirme y tirar todo por la borda, pero entonces no tendría esta hermosa familia frente a mí.
Me acerqué a ellos situándome al lado de Bella y entrelazando mis dedos con los suyos.
Podía decir con satisfacción que había logrado superar las pruebas que la vida había puesto en mi camino y ahora no podía pedir nada más, lo tenía todo y no lo dejaría ir.
Tal vez en el futuro habría problemas u otras pruebas que superar, pero al ver a mi esposa y mis hijos en este momento supe que no importaba, que lucharía hasta el final por ellos, porque ellos lo valían.
Suspiré feliz.
Recordé mis pensamientos esa noche en el hospital después de que se recuperara "nos esperaba una larga vida juntos…" me aferraría a esa esperanza y lucharía por hacerla realidad.
No podía pedir nada más a la vida.
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