Recuérdame. OS.

by - septiembre 04, 2012



Una sonrisa triste surcó su rostro mientras contemplaba la foto entre sus manos. Una hermosa castaña con sonrisa deslumbrante y los ojos rebosantes de amor se encontraba entre sus brazos besando su mejilla mientras él reía. Ambos sentados en el verde pasto bajo el brillo de la luna, acompañados por el gorgoteo de la cascada a sus espaldas. Era su foto favorita, pues le encantaba ver lo bien que se veían juntos. Soltó un suspiro de tristeza.

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El sol brillaba en su punto más alto y las nubes parecían de algodón, raro ver un día así en Forks, los paseos de parejas o familias por el parque no se hicieron esperar disfrutando de un día como nunca se había visto en aquel pequeño pueblo, mientras un chico de cabello broncíneo, ojos esmeralda y asombrosa belleza organizaba todo para que su aniversario fuera nada más que perfecto, su emoción era evidente solo con verlo. Por otro lado una hermosa chica de cabello caoba, piel nívea y ojos chocolate se apresuraba a arreglarse para su encuentro, no lo podía creer, un año, nada más y nada menos que un año con él, pero ¿qué importaba el tiempo si estaba con el hombre que amaba?

La hora acordada llegó y ambos desbordaban nerviosismo y emoción. Juntos llegaron a un lago con una cascada que caía en suaves ondas, acompañada por una pasto verde alrededor, justo al lado del lago se encontraba una pequeña mesa con dos sillas y velas, totalmente equipada para una cena, todo aquello bañado por la suave luz de la luna que reemplazaba el singular brillo del sol.

—Edward…— susurró, —esto es… demasiado, es perfecto— dijo observando el bello paisaje ante ella que parecía sacado de una pintura.

—Si es para ti, nada es suficiente —murmuró en su oído haciéndola estremecer.

Con suavidad rodeó su cintura y caminaron hacia la pequeña mesa, retiró su silla y la invitó a sentarse con una de sus particulares sonrisas. La cena fue todo lo que Edward esperaba, pasaron un buen rato y se divirtieron, también recordaron todo lo que en ese año afrontaron; desde discusiones, llanto, tristezas hasta sonrisas, alegrías y abrazos. ¿Qué más le podía pedir a la vida? Nada, con tenerla a ella le sobraba.

—Bella —le llamó.

— ¿Qué pasa cariño? —preguntó.

—Tengo… un regalo para ti —balbuceó y sus mejillas se tiñeron de un suave rosa.

—Está bien, Edward —susurró acariciando su mejilla. —Todo lo que me obsequies es perfecto, porque tú me lo das —sonrió.

Edward tomó una gran bocanada de aire y caminó hacia su auto para regresar con su regalo en manos.

—Amor… —comenzó, —todo este tiempo junto a ti, ha sido sin duda el mejor que hasta ahora he vivido. Desde que conocí a esa dulce niña que con una sonrisa te tenía a sus pies, y con su sonrojo te evitaba apartar la mirada de ella. Nada ha sido igual, si tú no estás conmigo, la desesperación me domina y no logro tranquilizarme hasta tenerte junto a mí, con escuchar tu voz sé que ya no tengo vida. Tú eres mi vida. Todo mi ser es tuyo, porque desde el momento en que te vi mi corazón, mi cuerpo y mi alma me abandonaron para estar a tu lado —. La observo y sonrió con ternura. — Feliz Aniversario, amor —dijo sacando el pequeño cofre de cristal y colocándolo sobre la mesa.

Bella sonrió y se lanzó a sus brazos para besarlo, enterrando sus pequeñas manos en su suave cabello, mientras él la atraía colocando su mano en su estrecha cintura, y con la otra acariciando su mejilla con delicadeza. Dulce, suave y tierno. No había otras palabras que pudieran definir el beso que estaban compartiendo, no era el beso pasional de película, era el beso delicado en el que se agradecían el tenerse y amarse tanto. Después de todo, tenían demasiado tiempo como para compartir millones de besos apasionados, ahora, solo querían demostrarse todo su amor. Poco a poco el beso se cortó y ambos se observaron detenidamente a los ojos, con las respiraciones entrecortadas.

— ¿Sabías que te amo? —preguntó el chico de cabellos cobrizos.

—No —respondió la castaña con una sonrisa, sabiendo lo que seguía.

—Te amo —declaró, y la sonrisa de Bella se ensanchó.

— ¿Para siempre? —preguntó siguiendo las líneas que ellos habían dicho el primer día que se declararon su amor.

—Para siempre —concedió.


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Observó el cofre de cristal que descansaba sobre su pequeña mesita de noche al lado de su cama, y con cuidado la tomó entre sus manos, maravillándose al notar que la flor se fortalecía y se hacía más hermosa al pasar los días.

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Salieron del agua después de unas horas y Edward se dio cuenta de que el cofre todavía seguía sobre la mesa

— ¿Amor? ¿No vas a abrir tu regalo? ¿Acaso no te gustó? —le preguntó con un puchero y Bella lo besó suavemente.

— ¿De dónde sacas eso cariño? Por supuesto que me gustó —respondió.

— ¿Y por qué no lo has abierto? —volvió a preguntar, y ella rodó los ojos.

—Cielo, si no recuerdas, fuiste tú el que me tomo en brazos y se aventó conmigo al agua.

—Cierto —sonrió, —pero ahora no hay distracciones, ¡ábrelo! —le urgió con emoción.

La castaña se dirigió hacia la mesita y tomó el cofre entre sus manos, percatándose de que en la parte superior tenía grabada una frase:

"Una chica especial y única entró en mi vida, robándome todo. Hermosa, dulce y sincera, ¿quién diría que un ángel era capaz de robarte el alma y el corazón? Nunca habrá ninguna chica que se compare a ti, preciosa. Te amo Bella."

Con una gran sonrisa y los ojos anegados de lágrimas abrió el cofre para encontrarse con una hermosa flor de un extraño matiz café-verdoso que parecía ser muy delicada.

—Es una flor única —susurró Edward en su oído, —le llaman "la flor del amor"—sonrió. —Una flor extraña que solo aparece cada diez años; es única, especial y original por eso pensé que era el regalo perfecto. Es como tú, hermosa sin ser extravagante pero siempre diferente y especial, además de que el matiz de la flor me pareció una combinación de tus ojos y los míos —. Bella en ese momento escuchaba atenta sus palabras con la flor entre sus manos y una amplia sonrisa en su rostro. —Pero… ¿te digo algo? — preguntó.

— ¿Qué? —susurró Bella intrigada.

—Esta flor es mágica —contestó. —Le llaman la flor del amor porque mientras más se ame a la pareja, la flor es más hermosa pero si el amor de ambos se desvanece, la flor se marchita hasta morir —murmuró y Bella se volteó a verlo con admiración y una sonrisa de oreja a oreja.

—Gracias, esto es muy lindo de tu parte, te amo, más que a nada.


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Las lágrimas surcaban su rostro, ¿por qué se había ido? ¡Ambos se amaban! ¡Tenían planes! Todos los imaginaban a los dos juntos, para siempre.

Repentinamente la necesidad de verla era insoportable, así que corrió a buscar las llaves de su auto y salió de su departamento, dirigiéndose al único lugar en el que la podría encontrar. Manejaba rápido, la ansiedad y la necesidad de sentirla cerca se hacía insoportable, no podía estar alejado de ella, no podía.

El calor que emanaba, sus caricias y besos se habían vuelto con el tiempo una droga para él. Una vez que diviso el lugar, aparcó en frente y salió corriendo de su auto, las lágrimas nublaban su vista y cayó de rodillas.

— ¡Lo prometiste! ¡Prometiste que seria para siempre! ¡Teníamos planes juntos! —gritó y comenzó a derramar lágrimas de dolor. —Dijimos que era para siempre, para siempre, para siempre… —repitió entre sollozos.

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Estaban por salir del banco cuando cuatro hombres armados entraron al lugar, empujándolos hacia adentro.

—Quiero que me den todo el dinero, ¡ahora! —gritó a la cajera y ésta se apresuró a sacarlo lo más rápido posible.

— ¡Todos las manos en donde las pueda ver! —dijo el otro mientras los apuntaba con el arma.

—Bella ponte detrás de mí —susurró.

—No —respondió con voz firme.

—Cariño, por favor —suplicó desesperado.

—No dejaré que me protejas sacrificando tu vida.

— ¡Ustedes cállense! —Ordenó uno de los hombres, apuntándolos con el arma, y Edward se movió ligeramente más adelante para cubrir a Bella con su cuerpo, movimiento que notó el atacante. —Muévete al lugar en el que estabas.

—No —respondió.

— ¡Dije que lo hagas! —gritó.

—Y yo dije que no —le retó y después todo pasó en cámara lenta…

Bella notó en los movimientos del hombre que planeaba disparar y Edward seguía protegiéndola con su cuerpo, de modo que la bala iba directo a él, y sin pensarlo dos veces se colocó frente a Edward justo en el momento en el que se escuchaba el disparo.

Alrededor todos comenzaron a gritar y llorar, pidiendo ayuda, totalmente alterados, mientras el cuerpo de Bella caía en los brazos de Edward.

— ¡Bella! —gritó Edward asustado, en medio de un sollozo.

—Todo estará bien, amor —susurró intentando ofrecerle una débil sonrisa.

—Bella, amor, te vas a curar, lo prometo y todo saldrá bien —dijo desesperado pero ella sabía que no iba a ser de ese modo.

—Te amo Edward, más que a mi propia vida, más allá de todo. Nuestro amor es para siempre —murmuró con lagrimas bajando por sus mejillas.

— ¡No princesa! ¡No! ¡No te despidas! Vas a estar bien y vamos a seguir con nuestros planes —dijo una y otra vez, pero Bella negó suavemente con la cabeza.

—Edward, cariño, sé feliz —sonrió. —Cásate, encuentra a esa mujer especial y tengan hijos. Vivan juntos, vive Edward, yo te amo cielo, más que nada pero quiero que seas feliz.

— ¡No mi ángel! No me puedes dejar, ¿recuerdas? Para siempre, no puedo estar con alguien que no seas tú, te amo princesa no me abandones… —le suplicó llorando.

—Nunca te abandonaré mi vida, nuestro amor es para siempre —repitió. — Edward, bésame —le pidió.

Con suavidad se acercó a ella y unió sus labios, sintiendo que el dolor se acumulaba en su pecho al sentirla tan débil y frágil entre su cuerpo, cuando se separaron, ella tenía una débil sonrisa en su rostro.

— ¿Sabías que te amo? —susurró Edward llorando.

—No —contestó sin quitar la sonrisa de su rostro pero con un atisbo de nostalgia.

—Te amo —dijo con todo el amor y sinceridad que pudo.

— ¿Para siempre? —preguntó con la voz cada vez más débil.

—Para siempre —prometió.

—Te amo Edward y mas allá de todo, nuestro amor es para siempre — susurró antes de perder la conciencia.


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—Dijiste que era para siempre —sollozó, —ese día lo prometiste, ¿por qué no regresaste por mí? Era para siempre, cielo, nos íbamos a casar… — murmuró acariciando la tumba frente a él. — ¿Cómo pudieron ser tan crueles? ¿Por qué nos arrebataron de ese modo nuestra felicidad? —una lágrima descendió por su mejilla. —Íbamos a tener muchos hijos, ¿sabes algo? Ya había comprado nuestra casa —sonrió, —era tu regalo de bodas, se que te habría encantado.

— ¿Edward? — escuchó un susurro detrás de él.

—Tenía que hablar con ella, la extraño Alice —confesó.

—Lo sé, todos la extrañamos —dijo con voz temblorosa y triste.

— ¿Porque me dejó? —preguntó.

—Estoy segura que ella sigue a tu lado, solo escucha y siente.

—La amo Alice, han pasado dos años y yo no la puedo olvidar, no hay nadie que se compare a ella —susurró.

—Edward, hermano, te invito a mi casa, vamos que todos nos están esperando —dijo intentando levantarle el ánimo, y él asintió para después seguirla.

—Volveré por ti, Edward, porque nuestro amor es para siempre —escuchó el susurro de su voz a través del viento.

—Para siempre —aceptó.

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— ¿Sabes? Mi amor por ti es tan grande que no me importaría sacrificar mi vida mientras tú estés bien, mi amor por ti va más allá de los límites entre la vida y la muerte —susurró Bella, que estaba entre los brazos de Edward.

—No digas eso, mi ángel —le reprochó.

—Sabes que es verdad —dijo viéndolo a los ojos.

—Por favor, no pensemos en eso, no sé qué haría sin ti —rebatió apretándola más contra su pecho.

—Amor, tengo que ir al banco —dijo de repente Bella.

— ¿Para qué? —preguntó con curiosidad.

—Debo comprar algo —dijo simplemente.

—Mmm… ¿la señora Cullen me esconde secretos? —preguntó en tono juguetón.

—Casi señora Cullen —corrigió, —recuerda que mañana seré oficialmente la señora Cullen.

—Y no puedo esperar más tiempo para eso —le dijo depositando un suave beso en su cabello.

—Te amo —murmuró, —más allá de cualquier límite, nuestro amor es para siempre, lo vas a recordar siempre, ¿lo prometes?

—Te amo —contestó Edward. —Nunca lo olvidaré, lo prometo —dijo apretando más su abrazo.

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—Duerme cariño —susurró Bella mientras intentaba acariciar su cabello pero su mano atravesaba el cuerpo de Edward que dormía sobre el sofá. —Llegó la hora de irme —continuó, —todo terminará y veras que por la mañana será diferente, te amo cielo —besó sus labios y Edward sonrió aún dormido.

—Adiós, Bella —musitó entre sueños. —Siempre te amaré, te voy a extrañar amor —una lágrima descendió por su mejilla.

—Sé feliz —contestó Bella antes de desaparecer en la nada.

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