Lúgubre mirada

by - septiembre 04, 2012


Se habían ido. Me habían abandonado sin importarles lo que yo sintiera o necesitara, todavía recuerdo sus palabras a la perfección: —Será como si nunca hubiera existido…¡Qué mentira tan grande! Tres días habían pasado y yo lo sentía como una eternidad. Me preguntaba qué había hecho para merecer esto, porqué las personas que yo veía como mi familia, me habían dejado sin remordimientos.

Una punzada de dolor me recorrió cuando los recordé y repentinamente me faltó el aire, jadeé con fuerza intentando deshacerme de esos recuerdos, pero era imposible, ¿cómo olvidarlos cuando ellos lo habían sido todo para mí? Mientras que yo para ellos solo fui una entretención…

Basta Isabella, me reprendí, no puedes seguir de este modo, no puedes darles ese gusto, pero era tan difícil seguir adelante...

De un momento a otro solo quise sentir paz y tranquilidad, quería descansar, solo descansar.

—Bella, vas a llegar tarde al instituto —dijo Charlie del otro lado de la puerta.

Me levanté con dificultad de la cama y al pararme frente al espejo, tuve que reprimir una mueca al ver mi reflejo. Me veía terrible, no me reconocía. Mis opacos ojos parecían casi negros al contraste con mi piel, que se veía más pálida que de costumbre con un tono casi grisáceo. Las ojeras bajo mis ojos eran de un marcado púrpura, lo que me daba un aspecto demacrado, cansado.

Suspiré e intenté esbozar una sonrisa convincente, pero lo único que logré fue una mueca.

Salí de mi habitación rápidamente, intentando evitar a Charlie a toda costa, no quería quedarme a ver sus miradas de lástima y remordimiento. Me concentré en el camino frente a mí y en unos minutos estaba en el instituto.

El día fue diferente por alguna razón, me desconecté del mundo y me sumergí en mis pensamientos, como lo hacía desde hace tres días, desde que él se había ido.

Me pregunté que estarían haciendo en este momento, si al menos se arrepentían por no haberse despedido como es debido, o si al menos se arrepentían de haber jugado conmigo por tanto tiempo. Me senté en una mesa en la cafetería apoyando mi rostro en mis manos. No había dormido bien desde hace tres largos días, y lo peor, era que Charlie también sufría conmigo; me sentí mal por hacerlo pasar por esto, no se lo merecía.

Me perdí, y sin darme cuenta, ya había sonado el timbre anunciando el final del almuerzo.

Caminé como autómata hacia mi siguiente clase, y sin darme cuenta choqué con alguien que me sostuvo para detener mi caída.

Levanté la mirada automáticamente para disculparme. Pero mi disculpa murió en mi garganta cuando vi al desconocido frente a mí. Nunca antes lo había visto. Sus ojos celestes se centraron en mi rostro, y me sonrió. Su rostro era pálido y de apariencia suave, su cabello de un lindo color castaño claro, pero lo mejor eran sus hermosos ojos celestes, que desordenaron mis pensamientos. Me recordaban el cielo azul, y me miraban con intensidad.

—Siento mucho haber chocado contigo —murmuró, su voz era hermosa. —Mi nombre es Ryan.

Extendió su mano y la estreché vacilante.

—Bella —susurré.

Sonrió enigmáticamente.

—Creo que nos llevaremos bien, Bella.

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