Muñeca de cristal
Una semana transcurrió con rapidez.
Jasper y Rosalie con el tiempo habían logrado acostumbrarse al ajetreo habitual en la casa Cullen que era normal teniendo en cuenta que cuatro niños vivían en ella. A lo largo de esos escasos días, Rosalie había conseguido comenzar a ganar la estima de Esme, al igual que Jasper con Carlisle.
Ambos, cada mañana acudían a la casa de sus vecinos en su ayuda con los retoños Cullen, después de que Esme expresara su necesidad de una niñera ya que comenzaría a trabajar. Rosalie y Jasper se habían ofrecido amablemente a ayudarla con la tarea de cuidar a los pequeños y Esme después de vacilar unos momentos, aceptó dejar a sus más grandes tesoros al cuidado de ellos.
Rosalie no pudo evitar sonreír aliviada cuando Esme aceptó su petición de cuidar a los niños, eso le facilitaría alimentar a Bella e inmediatamente sintió que la preocupación por la niña desaparecía al saber que tendría la oportunidad de cuidar de ella.
Con un suspiro, Rosalie tarareó una canción de cuna para la bebé entre sus brazos —después de que ella terminara de alimentarse— a la que pronto le había tomado un cariño sorprendente, sintiéndola casi como su hija.
Era casi irreal la forma en que Bella había crecido en esa semana. Sus bucles caoba eran más largos y su rostro también, había crecido varios centímetros desde la primera vez que la había visto. Sospechaba que sus padres comenzaban a investigar sobre las peculiaridades de su hija, pero era imposible que encontraran algo. Se preguntó si estaría bien que ellos le hablaran sobre Bella.
Sonrió cuando ella soltó un bostezo formando con sus labios una perfecta O y cerrando sus pequeñas manos en puños se acurrucó en el cuerpo de Rosalie que la miraba embelesada.
Unos minutos más tarde dormía plácidamente entre sus brazos con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Rosalie —murmuró Jasper sacándola de su ensoñación.
Levantó la mirada inmediatamente, expectante.
—Es hora de ir a recoger a los pequeños a la escuela, Esme y Carlisle no tardaran en llegar.
Asintió.
Buscó un sweater para Bella y tomando un cobertor rosa que estaba sobre la cuna, la cubrió asegurándose de haberla tapado completamente. Forks no era un lugar cálido y ella no conocía bien la especie de Bella, de modo que no quería arriesgarse a que la pequeña pescara una enfermedad por su insensatez.
Jasper miró a su hermana fijamente.
Le preocupaba demasiado que ella se encariñara demasiado con los niños Cullen. Él sabía que la afición que tenía Rosalie por los niños, se debía al bebé que le había sido imposible tener al ser humana y le preocupaba que cuando tuvieran que irse una vez más, ella sufriera demasiado.
Suspiró resignándose a que ella no lo escucharía.
Y lo había confirmado la noche anterior cuando él había sacado el tema a colación y ella se había enfadado, negándose a dirigirle la palabra hasta que se disculpó con ella prometiéndole no inmiscuirse más.
La profesora sonrió a Rosalie que con un asentimiento de cabeza la saludó cortésmente.
—Vengo a recoger a los Cullen —murmuró a pesar de que la profesora ya la conocía.
Puesto que Esme le había concedido el poder cuidar de sus hijos se encargó de presentarla a la profesora para evitar problemas cuando tuviera que recogerlos, la profesora ahora conocía a Rosalie y Jasper que cada tarde, acudían al instituto para llevar a su casa a los pequeños Cullen.
Asintió con una pequeña sonrisa.
—Enseguida.
Minutos más tarde regreso con los mellizos y Emmett que gesticulaban con sus manos y hablaban alegremente, sus ojos brillando con la chispa que caracterizaba a los niños.
A Jasper le fue inevitable sonreír al ver a Alice esbozar una gran sonrisa por algo que Emmett había dicho. Pero fue cuando Alice regresó la mirada hacia él y salió corriendo a sus brazos que sintió su corazón calentarse.
Al pasar tanto tiempo en la casa de los Cullen, había llegado a conocer mejor a la pequeña pelinegra que lo abrazaba con fuerza. Era una niña alegre, optimista y muy creativa. Comenzaba a sentir algo por la pequeña que platicaba con él o simplemente se sentaba a su lado por horas, pero él lo clasificó como un simple sentimiento fraternal, ya que la comenzaba a ver como su hermana pequeña.
— ¿Has tenido un buen día en el instituto? —le preguntó.
Inclinándose para estar a su altura y devolviéndole el abrazo, esperó ansioso su respuesta.
— ¡Sí, Jazz! —gritó Alice con entusiasmo —. He aprendido a dividir —sonrió ampliamente.
—Eso es muy bueno, eres una niña muy inteligente —le halagó con una sonrisa.
Alice le devolvió la sonrisa y comenzó a parlotear de su día en el instituto alegremente, con Jasper escuchándola atentamente.
Edward llegó corriendo rápidamente al lado de Rosalie y esbozó una gran sonrisa al verla con Bella entre sus brazos.
—Rose —la llamó.
Inmediatamente ella bajó su mirada hacia él y sonrió sabiendo lo que le pediría, al igual que cada tarde después del instituto.
—Dime Edward.
Bajó la mirada y retorció sus manitas con nerviosismo.
— ¿Crees que podría tener a Bella un rato? —preguntó tímidamente.
La sonrisa de Rosalie se extendió.
— ¿Tendrás cuidado y no la dejarás caer, verdad?
Edward frunció los labios, ofendido.
—Nunca la dejaré caer, lo prometo por la garrita —dijo levantando su dedo meñique.
Rosalie tuvo la sensación que esa era una promesa más allá que el simple hecho de cuidar de la bebé en ese momento, así como supo también que Edward cumpliría su promesa. La mirada con que veía a su hermana lo delataba.
Frunció los labios confundida mientras le entregaba la bebé a Edward, sería posible que… negó con la cabeza frenéticamente y ahuyentó aquellos pensamientos de su mente, eran solo unos niños, posiblemente solo sentían el acertado cariño fraternal que debían sentir.
Volvió el rostro cuando sintió un ligero tironcito de sus jeans.
Emmett sonreía y extendía una hoja de papel hacia ella.
—Es para ti —dijo con las mejillas ruborizadas.
Rosalie tomó la hoja que le extendía y sonrió con ternura al ver el dibujo.
Un corazón de diferentes colores alegres con dos pequeñas figuritas tomadas de las manos adornaban la blanca hoja de papel, un sol algo deforme estaba dibujado en una esquina con color amarillo fluorescente y el verde desnivelado simulaba el pasto.
—Muchas gracias Emmett, es muy lindo —murmuró despeinando su cabello.
—Cuando estemos casados, te voy a regalar muchas cosas —prometió con la vehemencia que todo niño de cinco años poseía.
Rosalie se limitó a sonreírle tiernamente, negándose a romper las ilusiones del pequeño estando casi segura de que solo era un encaprichamiento pasajero.
Desde el primer día que se había presentado en la casa de los Cullen y después cuando habían dado la noticia de que ella y Jasper cuidarían de ellos, Emmett se había encargado de pasar tanto tiempo como le era posible con Rosalie, incluso a veces estando dispuesto a ayudarla con algunos deberes hogareños.
—Seguro que así será —contestó Rosalie con una pequeña sonrisa.
Sentía un extraño placer que la llenaba cuando estaba cerca del pequeño travieso, no se imaginaba un día sin soportar sus ocurrencias o sus juegos, con el tiempo comenzaba a verlo como su hermano pequeño, le recordaba demasiado a Jasper cuando apenas era un niño. Y estaba segura de que su sentimiento de protección se debía a ese amor fraternal que la inundaba.
Jasper y Rosalie le sonrieron a la profesora y murmuraron una rápida despedida antes de marcharse con los niños.
Edward miró fijamente a Bella, impaciente porque despertara.
Siempre que salía del instituto la ilusión de estar con su hermana menor lo llenaba y no podía evitar sonreír ampliamente. Lamentablemente ese día Bella había estado dormida desde que Rosalie y Jasper habían ido a instituto por ellos, aun después de que llegaran a su casa y acostaran a Bella en su cuna ella seguía profundamente dormida.
Edward se movió inquieto por la habitación lanzándole miradas a Bella cada pocos minutos para asegurarse de que no despertara sola.
Rose le había asegurado que Bella dormiría por un rato más después de arroparla en su cuna, pero él se había negado a bajar con ellos sabiendo que Bella podría despertar en cualquier momento y tal vez asustarse por encontrarse sola.
Se volvió rápidamente hacia Bella cuando escuchó el casi inaudible roce de las sábanas con la piel de ella. La miró un momento mientras se removía y después con pereza abría sus ojos, mostrando sus grandes y expresivos ojos chocolate. Una sonrisa se extendió en sus pequeños labios rojizos cuando se topó con la mirada de Edward, que estaba a su lado.
Su corazón golpeteó más rápido contra su pecho cuando sintió la mano de Edward deslizándose por su mejilla antes de que se inclinara y depositara un beso en ella.
Rosalie irrumpió en la habitación después de haber escuchado desde el primer piso que Bella se despertaba.
Revolviéndole el cabello a Edward, tomó a Bella de la cuna y bajó con ella al primer piso con Edward siguiéndola entusiasmado.
Rosalie se sentó en el sillón de la sala en donde Emmett, Alice y Jasper jugaban sobre la alfombra diferentes juegos de mesa. Bella se revolvió entre los brazos de Rosalie cuando observó a Edward alejarse e ir a jugar con sus hermanos.
— ¡Edward! ¡Edward! —se quejó Bella con voz de soprano entre los brazos de Rosalie señalándolo con su pequeño dedito.
Inmediatamente Jasper, Rosalie y los pequeños Cullen volvieron su mirada hacia ella con curiosidad. La mente de Jasper rápidamente comenzó a maquinar el rápido crecimiento de Bella, preocupado por la rapidez de su crecimiento, intelectual como físico.
Comenzaba a sentir cariño por ella al igual que por sus hermanos y pensar en la posibilidad de que se desarrollara tan rápido muriendo de igual manera, prematuramente, lo acongojó. Pudo sentir el temor y la tristeza de Rosalie haciendo eco a sus sentimientos.
—Bella, ¿desde cuándo puedes hablar? —preguntó Rosalie.
El rostro de Bella se ruborizó al notar la mirada de todos sobre ella y escondiéndose entre el cabello de Rosalie contestó en un suave murmullo:
—Un par de días —el tintineo y la inocencia en su voz era casi hipnotizante, llamando de ese modo la atención de sus hermanos.
Rosalie soltó un profundo suspiro.
—Ed, ¿crees que puedes cuidar de tu hermana un momento? —preguntó al momento que depositaba a Bella en el sillón y se levantaba.
Asintió y se acercó a Bella con una sonrisa.
Era cierto que Bella ni siquiera aparentaba ser una bebé de dos semanas de nacida.
Su complexión en ese tiempo había cambiado apresuradamente pareciendo casi de un año de edad, solo unos pocos días después habían descubierto que Bella podía caminar perfectamente bien, la gracia y elegancia de sus pasos era sorprendente, pero Esme y Carlisle aun no lo sabían, no podían ni imaginarse la reacción que tendrían al ver la extensa capacidad de su hija con apenas un par de semanas de nacida.
Por eso, en ese momento, cuando Carlisle y Esme abrieron la puerta principal, llegando mucho más temprano que lo acostumbrado sintió que un estremecimiento le recorría el cuerpo al ver a Bella corriendo con Edward, Emmett y Alice mientras que sus padres los miraban congelados en el umbral de la puerta.
— ¿Bella? —susurró Esme ahogando un grito.
El pequeño cuerpo de la niña se congeló como si su nombre hubiera sido gritado y se volvió a ver a sus padres, con sus ojos inundados de miedo, a la espera de lo peor.
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