Muñeca de cristal

by - septiembre 14, 2012



Rosalie POV

Lancé mi ropa sobre mi cama, buscando algo apropiado para ponerme.

Jasper estaba en el piso de abajo, ni siquiera sabía qué estaba haciendo, pero poco me importaba en este momento, por su culpa y por Eleazar, ahora debíamos ir a cenar con los vecinos. No podía concebir la idea de estar con humanos.

Gruñí enfadada y tomé lo primero que encontré en mi armario.

Unos jeans y una blusa, eso estaba bien para mí y si a Jasper o a los vecinos no les parecía, podían irse a la… suspiré profundamente intentando calmarme. Si mi humor empeoraba le arrancaría la cabeza a Jasper… o a los vecinos… no sonaba mal, pensé, con una pequeña sonrisa.

Todo esto era culpa de Eleazar, pensé enfadada, si él estuviera aquí yo no tendría que ir con Jasper a cenar con nuestros queridos vecinos. Si no hubiera salido su escaso sentido humanitario cuando nos topamos con esa humana al borde de la muerte, esto no estaría pasando, si la hubiera dejado morir ahora todo sería normal.

Carmen. La nueva integrante de nuestra familia.

Después de ser convertida, ella y Eleazar se habían marchado, al menos el tiempo suficiente para que aprendiera a controlar su sed, ahora Jasper y yo debíamos hacernos cargo de las apariencias, porque era muy extrañoque una familia recién llegada al pueblo se marchara solo tres días después de su llegada.

Eleazar ejercía el papel de nuestro padre, diríamos que tuvo que viajar para cuidar a un familiar enfermo ya que no teníamos más familia y nos habíamos quedado porque el viajar todos de improviso solo complicaría las cosas.

Ahora solo debíamos extender el rumor y todo estaría cubierto.

Me vestí sin darle mucha importancia a mi apariencia, coloqué un poco de maquillaje en mi rostro a pesar de ser innecesario y me preparé para encontrar a mi mellizo en el segundo piso, esperando por mí.

No fue necesario ir en auto, ya que, como había dicho antes, la cena era con nuestros vecinos, y su casa estaba frente a la nuestra.

Caminé perezosamente al lado de Jasper, que me lanzó una mirada de advertencia.

—Compórtate, por favor —dijo con seriedad.

Puse los ojos en blanco y lo pasé de largo, dirigiéndome a la amplia casa e ignorando sus palabras. Cuando estuve frente a la puerta principal, me detuve y aspiré una gran bocanada de aire, preparándome para el tedio que me esperaba dentro con una casa llena de humanos.

Jasper tocó la puerta al ver que yo no estaba dispuesta a hacerlo.

Se escucharon un par de ruidos dentro. Pasos apresurados, unas vocecitas agudas que identifique como infantiles, una voz más grave reprendiéndolos, pidiéndoles silencio y finalmente todo quedo en silencio.

Una mujer de cabello color caramelo abrió la puerta y nos regaló una sonrisa cálida, maternal, compuse una sonrisa, esperaba que pareciera sincera.

—Buenas noches —saludó Jasper cortésmente, el acento sureño que ambos habíamos perdido con el tiempo se filtró en su voz.

—Buenas noches —respondió la amable mujer sonriendo en dirección a Jasper —. Pasen, por favor —dijo moviéndose para permitirnos entrar.

En la sala un par de niños y una niña nos miraban curiosamente. Mi corazón se calentó al verlos. El pequeño de rizos oscuros se acercó y me tendió la mano.

—Soy Emmett Cullen, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó y una sonrisita se extendió en sus labios.

La señora Cullen se acercó al niño.

—Emmett, sé bueno y ve a jugar con tus hermanos —le dijo suavemente acariciando su cabello.

Emmett me dirigió una última mirada con una gran sonrisa que marcaba sus adorables hoyuelos y después se marchó hacia a una habitación cercana en donde sus hermanos platicaban y reían sonoramente.

—Disculpa a Emmett, es un pequeño muy travieso —dijo con una sonrisa apenada.

—No importa —murmuré sonriendo.

—Siéntense, mi esposo se nos unirá en unos momentos, mi bebé parece estar enferma, llegaran en unos minutos —dijo, intentando esconder la preocupación en su voz.

Sentí que una ola de tranquilidad inundaba la habitación, le lance una rápida mirada a Jasper.

—Espero que les agrade el pueblo, he escuchado que vienen de Alaska, debe ser todo un cambio para ustedes pasar de una gran ciudad a un pequeño pueblo —murmuró cortésmente, no escuché la nota de malicia en su voz que esperaba.

—Sí, lo es, pero no teníamos otra opción —contestó Jasper tranquilamente.

Esperé a que preguntara que era lo que nos había hecho mudarnos o algo parecido, pero en cambio nos ofreció una sonrisa cariñosa y asintió.

—Los entiendo, a veces debemos adaptarnos.

Unos pesados pasos se escucharon cuando un hombre bajó las escaleras, supuse que era su esposo.

Un hombre alto y rubio, muy bien parecido, entró a la sala con una pequeña bebé entre sus brazos. Me tensé cuando capté la extraña esencia que provenía de alguno de ellos e inmediatamente mi mirada se clavó en sus figuras.

Mi oído captó el golpeteo de un pequeño corazón que latía con demasiada rapidez y mi mirada se centró en la pequeña niña que me miraba desde los brazos de su padre.

Sonrió en mi dirección, parpadeé sorprendida, ella… no era humana.

—Disculpen la demora, mi nombre es Carlisle Cullen —se presentó el hombre extendiendo la mano.

La tomé con cautela, estrechándola.

—Mucho gusto, soy Rosalie Hale y él es mi hermano Jasper Hale —dije formalmente.

Sonrió amistosamente y le entrego la niña a Esme que esperaba preocupada saber lo que tenía la bebé, tomándola en sus brazos y pasando su mano por todo su rostro, verificando que no tuviera fiebre o algo parecido.

Miró a Carlisle a los ojos con preocupación, pero cuando él negó con la cabeza un suspiro de alivio escapó de sus labios, la pequeña se revolvió entre sus brazos después de su suspiro, intranquila.

"¿Que siente?" le pregunté a Jasper a velocidad vampírica.

Los señores Cullen no se percataron de mis palabras, pero la pequeña bebé volvió el rostro hacia mí y me miró intensamente, por un momento pensé que comprendió mis palabras… o que las escuchó.

"Inquietud, impaciencia, nerviosismo… tiene hambre" concluyó, respondiendo a mi pregunta.

La niña sonrió en dirección a Jasper en apreciación y después sus pequeños labios rojizos se doblaron formando un adorable puchero.

"Ella… se siente desesperada… no creo que sea humana, sus sentimientos son más fuertes de lo que es posible en un humano"murmuró Jasper a velocidad vampírica en mi dirección.

La pequeña resopló impaciente, siguiendo nuestra platica.

"También parece ser más inteligente… y al parecer tiene un muy buen oído"dije al ver su rostro.

Una pequeña sonrisa de agradecimiento se dibujó en sus pequeños labios y después extendió sus pequeños brazos en mi dirección, su madre la abrazó contra su pecho.

—No cariño, son invitados —le regañó con dulzura, acariciando sus mejillas.

La bebé hizo una mueca de dolor cuando su madre la acercó más a ella y volvió el rostro, evitando acercarlo al cuerpo de Esme.

—Cree que… ¿podría cargarla? —le pedí a Esme con la mirada sobre la bebé que me miró con una amplia sonrisa.

—Claro —titubeó.

Se levantó del sofá y se detuvo a mi lado, deposito a la bebé entre mis brazos vacilante y finalmente regresó a su antiguo puesto.

Acomodé a la pequeña entre mis brazos y ella colocó su pequeña mano nívea en mi cuello, podría asegurar que era tan pálida como yo, la imagen de un líquido rojo y espeso se filtró en mi mente, un líquido que yo conocía a la perfección, mi garganta ardió en llamas con la imagen y el olor tan reales.

"Por favor"escuché una vocecita aguda y musical en mi mente.

Después todo desapareció y parpadeé para concentrarme. Mi mirada viajó rápidamente al rostro de la bebé que me miraba con suplica, Jasper platicaba con los señores Cullen, ahorrándome de ese modo el tener que introducirme en la plática.

Sangre.

La bebé tenía hambre, Jasper había acertado, no era humana y tenía demasiada hambre, me pregunté de donde sacaríamos sangre para alimentarla en este momento, ya que, al parecer la familia no estaba al tanto de la condición de su hija.

Recordé entonces una conversación que había tenido con Eleazar hace unos días…

—Los Vulturi están en América, será mejor que nos andemos con cuidado —dijo Eleazar mirándonos.

— ¿Para qué están los Vulturi en América? ¿Han roto más reglas? —preguntó Jasper con el ceño fruncido.

—No exactamente… —Eleazar vaciló y luego continuo hablando —. Al parecer Aro tiene una hija.

Nuestras bocas cayeron abiertas hasta el suelo con esa nueva noticia.

— ¿Hablas en serio? ¿Aro? ¿Una hija? —jadeé.

—Hay rumores de que estuvo con una humana durante un tiempo, pensó que al mantener otro tipo de relación con ella simplemente la mataría… pero se embarazó y creó una nueva especie… al parecer el niño que llevaba en su vientre no era vampiro, pero tampoco humano… era una combinación de ambas… y al darle a luz murió, nadie sabe qué pasó con la criatura… pero Aro está haciendo hasta lo imposible por encontrarla, después de todo es la única en su especie…


Abrí los ojos como platos después de mi epifanía… ella no podía ser la hija de Aro… la estudié por unos minutos… era bellísima, su rostro era pálido como la porcelana, sus grandes y expresivos ojos eran de un hermoso color chocolate bordeados por sus largas pestañas negras y sus labios eran llenos y rojizos.

Tal vez la bebé más hermosa que haya visto.

Su corazón latía rápido y fuerte, pero su piel era demasiado pálida para ser humana… caí en la cuenta de mis palabras… ella no era humana… pero tampoco vampira… al parecer, habíamos encontrado a la hija de Aro Vulturi.

Inhalé aire. Miré su rostro y sonreí.

"Me encargaré de cuidarte siempre si es necesario… de cualquier persona", murmuré a velocidad vampírica, acariciando su suave y pálida mejilla. Sentí mi arraigado sentimiento de amor y protección maternal luchar por salir, solo con sentir el calorcito de su cuerpo entre mis brazos.

Una sonrisa se dibujó en sus pequeños labios rojizos.

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