¡Esto es increíble! Otro día de muy, pero muy larga y monótona existencia sobreviviendo.
Me parecía muy injusto, aunque a decir verdad todo lo era.
¿Cómo podía ser?, ¿cómo se atrevían?, ¿cómo sólo unos simples vampiros tan comunes con un poco de agallas llegaban de la nada y se decían ser nuestros reyes haciéndose llamar los Vulturi? Yo tengo más años o quizás siglos de existencia inmortal que ellos.
Claro, había vampiros que se oponían a que fueran nuestros reyes al igual que yo, pero los que iban con ellos a reclamar terminaban reducidos a cenizas, así que ya nadie opinaba nada acerca de los Vulturi.
Mi nombre es Isabella Marie Swan, mis padres Charlie y Reneé.
Nací en tiempos muy remotos cuando todavía utilizábamos velas como fuente de luz y los únicos que tenían caballos como medio de transporte eran los más multimillonarios, que en total eran como seis familias diferentes. Nosotros no éramos ricos pero tampoco éramos categorizados pobres, vivíamos en una pequeña casita de dos cuartos y un sólo piso, en Forks Washington, Charlie trabajaba de campesino cosechando para venderlo y mantenernos de eso; mientras que Reneé era ama de casa ya que en ese tiempo las mujeres ni siquiera podían opinar, lo único que hacían era obedecer las órdenes de sus esposos.
Charlie y Reneé me querían mucho puesto que era su única hija, pero con el tiempo todo empezó a cambiar, yo empecé a crecer y con eso a suceder cosas raras.
Cuando tenía cinco años, un día fui a acompañar a Reneé al mercado a comprar lo necesario para preparar la comida, me separé de ella para ver unas lindas muñecas de diferentes tamaños que llamaron mi atención, me encontré con otro niño que era aproximadamente de mi edad. Me empezó a molestar y jalar el cabello, le pedí que me dejara varias veces pero me ignoraba y me seguía molestando, hasta que me harté, sentí como el calor me recorría el cuerpo, estaba furiosa, lo agarré de la muñeca para alejarlo o al menos lo intenté, porque en el momento en que mi piel hizo contacto con la suya empezó a chillar y gritar diciendo que lo había quemado.
Por ese hecho me gané una reprimenda por parte de mis padres.
Pero con el tiempo los sucesos fueron más frecuentes dependiendo de mis cambios de humor, cuando cumplí los diez años era tachada en la sociedad por una niña rara, anormal; después de mi cumpleaños número once, empecé a tener sueños que tiempo después sucedían, se lo conté a mis padres y esa fue la gota que derramó el vaso, Charlie y Reneé me mandaron a un sanatorio mental pero en ese lugar sólo nos maltrataban y nos hacían trabajar para ellos diciéndonos que era lo menos que podíamos hacer ya que ellos nos soportaban cosa que ni nuestros padres habían sido capaces de hacer, yo creía todo lo que nos decían, pensaba que era verdad.
Hasta que una noche no aguanté mas, no soporté seguir en ese oscuro y lúgubre lugar, me escapé, me interné en lo más profundo del bosque para que no me encontraran y funcionó, o al menos eso pensé hasta que un par de ojos carmesís aparecieron frente a mí, temblé y un rostro perfecto salió de la oscuridad para quedar a escasos centímetros de distancia, por supuesto no tenía miedo, si pensaba matarme para mí era mejor, eso acabaría con mi oscuro pasado y todo lo que había sufrido hasta ahora, pero yo no tenía tanta suerte, pareció que inhalo y después mordió mi cuello.
El fuego corrió por mis venas, la sensación era tan horrible que mi mente se desconectaba de mi cuerpo como una defensa automática, sentí el desenfrenado latir de mi corazón como una bomba a punto de estallar, el fuego de mis venas cesó para concentrarse en mi débil corazón y formar un dolor indescriptible, después mis latidos se hicieron lentos y casi imperceptibles hasta que el último latido de mi corazón resonó y todo quedó en absoluto silencio, para luego sentir mi garganta seca y ardiendo.
Abrí los ojos y me encontré con un mundo nuevo, podía ver cada milimétrica mota de polvo en el aire y cada pequeño detalle del pasto que cubría la tierra del bosque en donde recordaba haber visto aquellos ojos carmesís, no había rastro de mi creador, sí, yo sabía perfectamente lo que era, un vampiro, todos sabíamos de su existencia.
Incluso algunos aldeanos de Forks evitaban salir de sus casas por temor a que les sucediera algo.
Sabía de qué me alimentaría ahora.
Pero si quería pasar desapercibida tenía que abstenerme a cazar humanos o todos en Forks me buscarían para matarme, aunque eso no importaba, no podrían contra mí, lo que me preocupaba era causar más deshonra en mi familia.
Pero entonces, ¿de qué me alimentaría?
Traté de pensar en algo, tal vez podría sólo no alimentarme pero no sabía si eso era posible, si me afectaría o ni siquiera lo sentiría…
En ese momento mis pensamientos fueron cortados por un leve viento que me envió un olor dulce que hizo mi garganta ardiera en llamas, por instinto lo seguí, ni siquiera lo pensé sólo me dejé guiar por mi olfato, me di cuenta que podía correr tan rápido que prácticamente me volvía invisible, pero eso pasó a segundo plano, mi mente y cuerpo estaban conectados a ese dulce olor que estaba buscando, mi olfato me guió hacia un tigre, no pensé en nada, me abalancé sobre él y mis mortales dientes perforaron su yugular en unos segundos, cuando terminé de alimentarme el ardor y la sequedad en mi garganta aminoró pero no desapareció, fue entonces cuando me di cuenta que así sería siempre, así me sentiría ahora pero cuando llegara el momento de volver a alimentarme sería más intenso, también decidí que desde este momento consumiría sangre animal porque si la sangre animal tenía el mismo efecto que la sangre humana entonces, ¿cuál era el punto? La verdad para mí era estúpido matar personas cuando podías alimentarte de sangre animal sin dañar a nadie.
Pero bueno supongo que cada quien tiene su opinión al respecto, yo sólo espero hacer algo con mi existencia inmortal, eso es lo que deseo.
¿Será que puedo ser feliz con esta existencia?, ¿tendrá el destino piedad de mí y me otorgará la felicidad que tanto anhelo? Sólo queda esperar para saberlo.
0 comentarios