Muñeca de cristal
EPOV
Hoy llegaría mi nueva hermanita y estoy muy emocionado.
Estaba seguro de que iba a ser muy bonita, pero mi mami dijo que también iba a ser muy chiquita, así que yo me iba a encargar de cuidarla siempre, de todo y de todos.
Estuve todo el tiempo pensando en mi hermanita y no puse atención en clases, así que la señorita Katy me regañó muchas veces.
¡Al fin habían tocado el timbre que anunciaba el final de las clases! Me salí muy rápido del salón con Allie, fuimos al kínder a recoger a Emmy, después nos apuramos a la entrada del colegio a esperar a mi papi.
— ¿Crees que nuestra hermanita sea bonita? —preguntó Emmy.
Allie daba pequeños saltitos en su lugar aplaudiendo.
—Muy, muy bonita —contestó Allie.
Asentí, dándole la razón.
—Bueno… entonces ya quiero conocerla, pero…
— ¿Pero qué? —preguntó Allie.
— ¿Y si mami y papi nos dejan de querer por nuestra hermanita bonita?
Todos nos quedamos callados.
Nunca había pensado en eso, pero mami y papi no harían eso, ¿verdad? Pueden querernos a todos, por eso son papis, para tener muchos hijos y quererlos a todos.
Me conformé con mi propia respuesta y volví a sonreír.
Mi papi llegó unos minutos después.
—Vamos niños, ¿no quieren conocer a su nueva hermanita? —nos preguntó mientras subía nuestras mochilas al coche.
Asentí, sonriendo.
Pero mis hermanos se quedaron callados.
— ¿Qué pasa? ¿Ya no quieren conocerla? Por la mañana estaban muy emocionados.
Allie y Emmy hicieron un puchero.
A veces pensaba que ellos eran los mellizos, y no Allie y yo, parecía que siempre pensaban lo mismo, eso era muy raro.
Mi papi esperó por una explicación pero ellos comenzaron a llorar, me miró extrañado y se acercó a abrazarlos.
—Ellos creen que nos van a dejar de querer por nuestra hermanita bonita, pero no es así, ¿verdad, papi? —pregunté ahora inseguro.
Mi papi sonrió.
—Así que es por eso… nunca los vamos a dejar de querer —sonrió —. Su mamá y yo, los vamos a querer a todos siempre.
Allie y Emmy se limpiaron las lágrimas con la manga de su sweater.
— ¿Cómo es eso? —preguntó Emmett.
— ¿Pueden querer a muchas personas al mismo tiempo? ¿Cómo? —preguntó ahora Allie.
Mi papi frunció el ceño por un momento y después sonrió.
—Cuando somos papás nuestro corazón se hace muy, muy grande, y puede caber mucho amor para todos nuestros hijos.
Sonreí complacido al saber que había estado en lo correcto.
Allie y Emmy abrieron mucho su boquita, sorprendidos.
— ¡Entonces vamos a conocer a nuestra hermanita! —gritamos los tres y corrimos al auto.
Nos sentamos en los asientos traseros y mi papi nos abrochó el cinturón de seguridad a cada uno, aunque con Allie le costó un poco de trabajo porque no dejaba de saltar.
Al fin mi papi pudo encender el auto, quería ver a mi hermanita.
No podía imaginármela, pero si estaba seguro de que iba a ser muy bonita y también que iba a necesitar que la cuidaran, yo lo iba a hacer por siempre, así que de eso no tenía que preocuparme.
Me estaba empezando a dar sueño, como siempre cuando regresábamos del instituto, pero esta vez no me iba a dormir, debía de estar despierto para conocer a mi hermanita bonita.
— ¿Papi? —escuché que preguntó Emmy.
— ¿Qué pasa? —dijo papi.
—Hace mucho que no jugamos al monstruo que come niños bonitos.
Sentí que el auto se detuvo y cuando me asomé por la ventana me di cuenta de que ya habíamos llegado a casa.
— ¿Quién buscaba al monstruo que come niños bonitos? —dijo mi papi, sonriendo.
Los tres comenzamos a gritar y nos bajamos muy rápido del auto.
— ¡Vengan acá niños bonitos! ¡No he comido hoy, argg!
Nos comenzamos a reír y corrimos más rápido, papi alcanzó a Allie y la llenó de besos. La cargó en sus hombros, para después ir detrás de mí y Emmy. Nos tomó entre sus brazos y también nos llenó de besos como a Allie.
Papi nos alzó a mí y a Emmy en cada brazo y a Allie en los hombros, nos llevó a la entrada de la casa.
Nos bajó y todos corrimos hasta adentro riendo, mis momentos favoritos eran cuando papi o mami jugaban con nosotros.
De repente Emmy, que era el que iba al frente, se detuvo y dejó de gritar, Allie y yo hicimos lo mismo. Nos asomamos curiosos para ver qué era lo que había hecho que nuestro hermano se detuviera.
En el sofá de la sala estaba mami con una cobijita rosa entre sus manos, creo que adentro de la cobijita está mi hermanita. Mami nos miró y sonrió.
— ¿Es nuestra hermanita? —preguntó Emmy.
—Si cariño, ven. Acércate a conocerla —le contestó mami dulcemente.
Allie y yo vimos como Emmy se acercaba a mami, se subía al sofá y después asomaba la cabeza para ver dentro de la cobijita rosa, su boca formó una "o".
— ¡Vaya! Es hermosa —dijo sorprendido.
¿De verdad era tan bonita como para que Emmy se sorprendiera? Tenía curiosidad y quería verla, pero tenía miedo, no sabía que era con lo que me iba a encontrar, ¿y si en verdad no era tan bonita?
— ¿De verdad? —le pregunté a Emmy con curiosidad.
No esperé a que me contestara y me acerqué antes de arrepentirme.
Caminé hasta estar al lado de mi mami que bajó un poquito la cobijita rosa para que pudiera ver, me asomé y lo que vi me sorprendió mucho.
¿Papi y mami habían robado un angelito? Ellos no harían eso, ¿cierto? ¿Pero entonces por qué estaba ella aquí? Estaba haciendo gestos graciosos, pero eso solo la hacía más bonita. ¿Y si Dios se enoja porque le robamos a su angelito? Me preocupé, pero cuando el angelito me miró todas mis preocupaciones se fueron.
—No —negué —, es más que hermosa.
Me quedé viendo sus ojitos, me recordaban al chocolate, siempre me había gustado el chocolate y más cuando hacía frío y mami nos lo preparaba, ahora me encantaba el chocolate.
—Es hermosísima —chilló Allie.
Fruncí el ceño.
¿En qué momento se había acercado?
Pero eso provocó que el angelito me dejara de ver y ahora viera a Allie con curiosidad, por unos minutos se le quedó viendo y después sonrió.
— ¡Me sonrió! —gritó Allie emocionada.
Me enojé un poquito, ¿por qué a ella le había sonreído y a mí no?
—Mami, ¿puede casarse conmigo cuando sea grande? —dijo Emmy.
Miré a Emmy enojado, ¡él no se iba a casar con ella! Era muy bonita, y como yo había prometido cuidarla por siempre era yo el que debía casarse con ella,
—No —dije enojado —. Se va a casar conmigo.
—Se va a casar conmigo —dijo Emmy muy convencido —. Es muy bonita y debe estar conmigo.
—No —negué —. Se va a casar conmigo porque me va a querer más.
—Ya cállense —gritó Allie —. No va a querer a ninguno.
Me senté en el sofá refunfuñando, tal vez Allie tenía razón y no me iba a querer, me puse triste por eso, pero ella me debía de querer porque los hermanitos siempre se quieren, pensé.
Después escuché el sonido alegre de unas campanitas, cuando busqué de donde venía, descubrí que era el angelito que estaba riendo y aplaudía. Parecía feliz. Sonreí, le iba a rogar a Dios que no nos la quitara.
Si Dios se llevaba a su angelito, ¿cómo íbamos a hacer nosotros para seguir sin ella? Eso era imposible. yo le iba a pedir a Dios que nos dejara quedárnosla, y la voy a cuidar y querer mucho para que no se enoje y no se la lleve.
Mi mami se levantó, pensé que se iba a llevar al angelito, no quería que se la llevaran.
¿Y si mientras estamos dormidos Dios se la lleva? No podía dejar que pasara eso.
Me levanté del sofá, por si mami llevaba al angelito a su habitación, yo me quedaría con ella. Pero mami la dejó en el sofá con unos cojines a los lados.
Mis hermanos y yo nos acercamos a ella, nos miró y sonrió.
—Te voy a diseñar mucha ropa cuando seamos grandes y vamos a ir al centro comercial —dijo Allie feliz.
El angelito frunció el ceño y miró a Allie, después sonrió otra vez.
Allie se fue a su habitación diciendo que tenía que empezar a hacer los planes y dibujar la ropa para cuando fueran grandes o algo así, no entendí mucho de lo que dijo.
—Conmigo vas a jugar a videojuegos, ¡va a ser muy divertido! —dijo Emmy.
Al igual que Allie se fue diciendo algo de que debía ver los juegos más fáciles que tenía para que nuestra hermanita aprendiera, tampoco le puse mucha atención.
Los ojitos de color del chocolate del angelito se detuvieron en los míos, sonrió y estiró sus bracitos, recordaba que eso era lo que hacía Emmy cuando estaba más chiquito y quería que mami lo cargara.
Pero yo no podía cargar al angelito, ¿qué tal que le pasara algo? No podría perdonármelo nunca.
—Lo siento angelito, pero no puedo cargarte, te puede pasar algo —susurré bajito, solo para que ella me escuchara.
Frunció el ceño hizo un pequeño pucherito y extendió más sus bracitos.
Me rendí y con mucho cuidado la tomé entre mis brazos. Me fijé que no estuviera incómoda y después con mucho cuidado me senté en el sofá, para asegurarme de no tirarla.
Su cabecita se levantó y me miró a los ojos, después una gran sonrisa apareció en su carita.
Bajé con cuidado mi cabeza y besé su pequeña frente.
—Te prometo que te voy a cuidar siempre angelito y no voy a dejar que Dios te llevé con él, te voy a cuidar para que no se enoje y te deje con nosotros —susurré muy bajito.
Y esa era una promesa que cumpliría.
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