Muñeca de cristal
Acuné a mi pequeña con ternura, apenas la había tomado entre mis brazos se había quedado profundamente dormida. Observé embelesada la perfección de su rostro, la delicadeza de sus rasgos y la tranquilidad que transmitía estando dormida, por un momento sentí que en verdad tenía entre mis brazos un pequeño ángel.
—Esme, cariño —me llamó Carlisle, sacándome de mi ensoñación.
— ¿Qué pasa?
Sonrió con ternura al ver a la pequeña responsable de mi distracción.
— ¿Qué nombre le pondremos?
Lo medité un momento, quería un nombre tan especial como ella, pero ninguno parecía suficiente.
—Su nombre actual es Isabella Marie Swan —dijo Heidi con timidez.
Observé el rostro de mi pequeño angelito por unos momentos, Isabella… perfecto para ella, sonreí.
—Isabella es perfecto —susurré.
—Entonces que se quede con su nombre actual —dijo Carlisle.
Heidi asintió escribiendo con rapidez los datos. Después de unos minutos nos entregó los papeles que hacían oficial la adopción, miró a mi pequeña Isabella sonriendo.
—Esta pequeña se robó el corazón de todas las parejas que venían a adoptar, tienen suerte de llevársela —acercó su mano y acarició sus bucles caoba —. Adiós pequeñita, suerte con tu nueva vida.
Salimos del orfanato después de despedirnos de Heidi y agradecerle todo lo que había hecho por nosotros. Apreté más a mi bebé contra mi pecho, me sentía tan feliz, esperaba que mis pequeñitos aceptaran a su nueva hermana, porque ella ya era otra parte de mi corazón.
Llovía con demasiada fuerza y me preocupé, no quería que mi bebé se enfermara así que la arropé lo suficiente para que no sintiera frío.
—Amor, la vas a ahogar —dijo mi esposo divertido.
Destapó su rostro con cuidado, asegurándose de que estuviera cubierta y pudiera respirar.
—Lo siento —susurré avergonzada.
Carlisle rió sacudiendo la cabeza.
—Vamos, debo ir a recoger a los niños —dijo colocando una mano en mi espalda y empujándome suavemente para que comenzara a caminar.
Nos subimos al auto y mi bebé se comenzó a remover entre mis brazos, abrió sus ojitos unos minutos después clavándolos en mi rostro, me sonrió y se acurrucó sin dejar de observarme.
— ¿Qué pasa hermosa? —le pregunté tocando ligeramente su nariz.
Comenzó a reír mostrando dos pequeños dientes, ¿no se suponía que tenía solo unos días de nacida?
—Carlisle.
— ¿Qué pasa cariño?
—Isabella ya tiene dos dientes —dije extrañada —. ¿Qué no se suponía que solo tenía dos días de nacida?
Frunció el ceño, pensando.
—Tal vez se equivocaron —musitó sin convicción después de unos minutos.
—Tal vez… —susurré tratando de convencerme.
Pero no podía evitarlo, estaba preocupada, no quería que le pasara nada a mi pequeñita.
Volví mi mirada hacia ella, su pequeño ceño estaba fruncido, me observaba con seriedad, por un momento creí que ella era más diferente de lo que aparentaba, levantó sus pequeños bracitos y colocó su manita en mi mejilla.
Una imagen fugaz apareció en mi mente, parecía ser mi rostro, lucía preocupado, pero tan rápido como la imagen apareció se fue.
Jadeé sin poder evitarlo y volví a fijar mi mirada en mi bebé, parecía asustada, tomé su manita una vez más y la coloqué contra mi mejilla, no pasó nada, tal vez me estaba volviendo loca. Mi pequeña seguía mirándome con un rastro de preocupación en sus ojos.
— ¿Esta triste mi bebé? —le pregunté acariciando sus rizos.
Me mostró una sonrisa deslumbrante.
Decidí que era hora de que durmiera, no había dormido demasiado y por lo que vi, en el orfanato tampoco estaba dormida.
La volví a acomodar entre mis brazos y ella se acurrucó automáticamente, comencé a mecerla con suavidad y tarareé para que se durmiera, sus ojitos se comenzaron a cerrar y después de unos cuantos minutos se había quedado dormida entre mis brazos otra vez.
Era tan hermosa y parecía tan frágil e indefensa. Me provocaba una adoración extrema y al parecer a mi esposo también, ya que cada vez que fijaba su mirada en ella, sonreía.
En cuanto llegamos a la casa nos bajamos del auto y yo me dirigí a la habitación que sería de mi pequeña y que había preparado días antes. La acomodé en su cunita y la arropé, cuidando no despertarla. Salí de su habitación y me senté en el sillón de la sala.
—Es hermosa —dijo Carlisle entrando con una sonrisa.
—Lo sé.
—Me tengo que ir, aún debo recoger a los niños —dijo acercándose para besar brevemente mis labios.
—Recuerda que en dos días vamos a cenar con los nuevos vecinos y debes cancelar toda tus citas de trabajo —le dije antes de que se fuera.
Sonrió y asintió saliendo por la puerta.
Escuché su auto encender y después cómo se perdía el sonido a la distancia. Todo parecía demasiado irreal, solo faltaba la reacción de mis hijos al ver a su nueva hermana para que todo estuviera perfecto, eso no me preocupaba, sabía que ellos la aceptarían. Al fin me sentía completa y me atrevería a dar mi vida porque todo siguiese igual, estaba segura que Carlisle pensaba lo mismo, él amaba tanto a nuestra familia como yo. Desde nuestra pequeña nueva integrante a la familia, hasta los mellizos que sentíamos como nuestros hijos.
El llanto de mi pequeña me sacó bruscamente de mis pensamientos. Automáticamente me levanté rápido y llegué en unos pocos minutos a su habitación.
Su cabecita se movió hacia la puerta al escucharla abrirse y al verme parada en el umbral de ésta su llanto cesó, una deslumbrante sonrisa surcó su rostro y levantó sus pequeños bracitos hacia mí. Me quedé un rato y ella levantó sus bracitos una vez más con impaciencia.
—Tengo una pequeña muy impaciente —musité.
Me acerqué a su cuna y la tomé en brazos con cuidado, volteó a ambos lados, buscando a Carlisle.
—Tu papi no está.
Sus ojos chocolate se clavaron en mí, como si entendiera mis palabras.
—Salió a recoger a tus hermanos del colegio, en un rato los vas a conocer, ellos te van a querer tanto como nosotros —dije besando su pequeña nariz.
Su sonrisa se amplió y después comenzó a jugar con mi cabello, estuve hablándole un rato, parecía entender mis palabras, pero luego me reprendía, era imposible que me entendiera. Jugué con ella, le hice muchos mimos y le tarareé algunas canciones, estaba feliz con mi pequeñita, en verdad era un mini angelito, adorable y linda.
Después de unas horas escuché el auto de Carlisle aparcarse en el garaje y muchas risas por parte de mis pequeños que entraron corriendo a la casa. En cuanto me vieron sentada con un pequeño bulto entre mis brazos, detuvieron todo el ruido.
— ¿Es nuestra hermanita? —preguntó Emmett.
—Si cariño, ven. Acércate a conocerla.
Se acercó emocionado hasta llegar a mi lado, se subió al sillón y asomó su cabecita para verla.
— ¡Vaya! —exclamó —. Es hermosa —dijo sorprendido.
— ¿De verdad? —preguntó Edward con curiosidad, acercándose.
Caminó hasta situarse a mi lado y se asomó a verla.
—No —negó —, es más que hermosa.
Finalmente Alice decidió unirse a nosotros y se subió al sillón para poder verla.
—Es hermosísima —chilló.
Provocando que mi bebé clavara sus ojos en ella, observó su rostro y unos minutos después sonrió.
— ¡Me sonrió! —gritó Alice emocionada.
—Mami —me llamó Emmett — ¿puede casarse conmigo cuando sea grande?
—No —dijo Edward enojado —, se va a casar conmigo.
—Se va a casar conmigo —aseguró Emmett —. Es muy bonita y debe estar conmigo.
—No —negó Edward —. Se va a casar conmigo porque me va a querer más.
—Ya cállense —gritó Alice —. No va a querer a ninguno.
Ambos se sentaron refunfuñando. Mi bebé estaba viendo todo y comenzó a reír aplaudiendo alegremente. Mis pequeños sonrieron al escucharla reír, era como campanillas al viento, pero yo estaba preocupada, no se suponía que se desarrollara tan rápidamente.
Dejé que mis pequeños jugaran con su nueva hermana, la coloqué en el sillón y puse dos cojines en cada lado para evitar que se cayera y salí a la cocina. Transcurrieron unos minutos cuando sentí unos brazos rodear mi cintura.
—No te preocupes.
—Crece demasiado rápido —susurre.
Apretó más su abrazo y se quedó en silencio unos minutos.
— ¿Quiénes son los vecinos con los que cenaremos? —preguntó cambiando de tema.
Sonreí con dificultad a sus esfuerzos por distraerme.
—Carmen y Eleazar, con sus hijos Jasper y Rosalie Hale.
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