Muñeca de cristal
Edward POV
Estaba en mi habitación. Hace un rato mi mami había venido a arroparme y a contarme un cuento como todas las noches para poder dormirme.
Pero esta vez no iba a ser igual, porque si me dormía tal vez a la mañana siguiente el angelito ya se habría ido y yo no quería que eso pasara.
Estuve quieto y calladito por mucho tiempo para que mi mami, papi y mis hermanos estuvieran dormidos y después me levanté de la cama intentando no hacer ruido. Abrí la puerta y salí de mi habitación, caminé por el pasillo oscuro, hasta que llegué a la puerta de la habitación del angelito.
La abrí con mucho cuidado y entré cerrándola detrás de mí.
Cuando me volví me di cuenta que el angelito me miraba fijamente.
Mi mami había dicho que se llamaba Isabella, pero a mí me parecía muy largo ese nombre, así que había estado toda la tarde pensando en una forma más corta para llamarla y se me ocurrió Bella. Era cortito y lindo.
—Hola Bella —le saludé bajito.
Si mi mami me veía aquí me regañaría, porque ahora yo ya debía estar dormido.
Bella sonrió y extendió sus pequeños bracitos intentando tocar mi cara, pero estaba demasiado lejos de mí. Con cuidado puse una silla y me subí para meterme a su cuna.
Ojala mi mami no llegara, me regañaría.
Su cuna era muy grande y yo aún era muy pequeño así que los dos teníamos espacio suficiente para estar cómodos.
Bella tocó mi rostro en cuanto estuve a su lado y una vocecita inundo mi mente.
"Edward…"
Se escuchaba como la voz de una niña, pero era la voz más hermosa que he oído. No era como la de todas las niñas chillona y aguda, esta era más dulce, casi parecía estar cantando mi nombre.
Entendí después de un rato que esa era la vocecita de Bella.
La miré, sus ojos que antes habían parecido chocolate derretido ahora parecían estar endurecidos, como una barra de chocolate, por alguna razón sentí que ella estaba preocupada, pero yo no entendía por qué.
— ¿Qué tienes? —le pregunté.
Ella me miró y acercó su manita a mi cara otra vez.
"¿No me tienes miedo?"
Negué.
—No, ¿por qué preguntas eso?
Sus ojos se cristalizaron ante mi pregunta y después me mostró una imagen en mi mente.
Pude ver a mi mami, estaba cargando a Bella y estaba sonriendo. Parecía feliz. Estaba hablando con mi papi de algo que no alcance a escuchar, luego mi mami parecía preocupada mientras estudiaba el rostro de Bella con atención. Bella estaba preocupada por ella, así que había decidido preguntarle el por qué, pero mi mami se había asustado en el momento en que la imagen de su rostro había aparecido en su mente.
Miré al pequeño angelito que esperaba mi reacción.
¿Por qué mi mami había actuado de ese modo? ¿Qué no todos los angelitos tienen poderes? Entonces, ¿por qué le había parecido tan extraño que nuestroangelito tuviera súper poderes? Pero entonces pensé que tal vez mi mami solo se había sorprendido.
Sonreí.
—Es solo que mi mami se sorprendió, pero no te tiene miedo, si te quiere —le aseguré.
Ella me miró por un momento y después sonrió también.
"¿Estás seguro?"
Asentí varias veces.
—Sí, estoy muy seguro.
"Creo que aún así es mejor que nadie sepa que puedo hacer esto",suplicó.
Fruncí el ceño, pensando.
— ¿Va a ser algo así como un secreto? —le pregunté, entusiasmado por la idea.
Yo me acordaba que una vez mi mami me había dicho que cuando una persona te quiere mucho te confía sus secretos. Entonces si ella me confiaba su secreto, quería decir que me quería mucho.
Sonreí al pensar en eso.
"Sí, un secreto solo de nosotros dos."
—Está bien —dije bostezando.
"Eddie, tengo sueño."
Fue entonces cuando me di cuenta que se esforzaba por mantener los ojos abiertos. Otro bostezo escapó de mi boca y después me acosté a su lado. Esperaba que mi mami no se enfadara mucho conmigo al verme aquí.
—Hasta mañana´, Bella —murmuré.
"Hasta mañana Eddie."
Después me quedé dormido y no escuché nada más.
Esme POV
El despertador sonó y perezosamente abrí los ojos.
Hoy Carlisle trabajaba todo el día, así que yo debía de darles de desayunar y despertarlos, mi esposo se había ido al trabajo hace una hora y esta vez yo me debía encargar de mis pequeños. Por lo general los sábados los levantaba para que desayunáramos y después los llevaba al parque que estaba a cuatro cuadras.
Salí de la cama y me duché rápidamente.
Después de arreglarme me encaminé a las habitaciones de mis pequeños para despertarlos. Primero fui a la habitación de Alice, que era la más testaruda al levantarse.
Entré y mi pequeña estaba dormida, con las cobijas en el suelo, ella siempre había tenido la manía de patear las sábanas por la noche.
Sonreí y abrí las cortinas de su habitación.
Por extraño que suene, hoy era un día soleado, eso casi no se veía aquí en Forks. En cuanto el sol impacto en su rostro, hizo un puchero inconscientemente y se dio la vuelta.
—Vamos cariño, es hora de levantarse —dije animadamente.
Ella emitió un bufido bajito y se cubrió la cabeza con la almohada.
—Alice, cielo, ¿no quieres ir al parque hoy? —le pregunté.
—Quiero dormir —lloriqueó.
—Cielo, te voy a comprar un helado de vainilla en el parque —dije utilizando mi último recurso.
— ¿Lo prometes? —preguntó con cautela.
—Lo prometo.
Me miró y después comenzó a saltar feliz sobre la cama.
— ¡Siii! ¡Helado!
Me reí por su entusiasmo, me recordaba a mi hermana, suspiré repentinamente triste, pero me recompuse antes de que Alice lo notara.
—Ahora, a bañarse cielo —le dije, levantándome para ir a la habitación de Emmett.
Me encaminé a la habitación de mi pequeño niño.
Cuando abrí la habitación él todavía estaba dormido, abrazado a su pequeño osito de peluche que Carlisle le había regalado en su cumpleaños. Jamás se dormía sin él.
—Hora de despertar —susurré con ternura en su oído.
Murmuró incoherencias y se cubrió completamente con la sábana.
Suspire dramáticamente.
—Yo tenía planeado llevar a mi bebé al parque a comprar un helado… pero creo que mejor voy a llevar a mi pequeño Eddie —dije levantándome.
Tal y como esperaba Emmett se levantó rápidamente, abrazándome tan fuerte como le era posible con sus pequeños bracitos.
—No, no, no, yo voy contigo —dijo repetidamente.
Sonreí.
Mi pequeño Emmett era muy celoso, era algo en lo que se parecía mucho a Edward.
—Muy bien, cielo, ¿quieres que te ayude a bañarte? —pregunté.
Me miró, un gesto de ofensa.
—No mami, ya soy un niño grande —contestó.
—Bien, mi niño grande, ve a darte una ducha.
Sonrió y se fue corriendo al baño.
Salí sonriendo de su habitación y atravesé el pasillo, hacia la habitación de Edward.
Cuando entré su cama estaba vacía. Extrañada miré dentro del baño de su habitación, pensando que tal vez se había despertado más temprano, pero no estaba ahí.
Me asusté.
Bajé a la cocina, estaba vacía. El patio. La sala. El despacho. El área de juegos. La sala de televisión. La sala de videojuegos. El ático.
No sabía en qué otro lugar buscar. Hasta que recordé el único lugar en donde no había buscado.
La habitación de mi pequeña bebé.
Caminé hacia allí, desesperada por estar en lo correcto.
Entré a la habitación que seguía oscurecida.
En la cuna estaba Edward con mi pequeña Isabella entre sus brazos. Los dos sonreían aún dormidos, la manita de Isabella estaba en la mejilla de Edward. Su posición mostraba familiaridad, comodidad, e inocencia. Pero aún así me pareció tan intima de un modo extraño que no pude evitar apartar la mirada y dejarlos seguir durmiendo.
Con cuidado salí de la habitación y una sonrisa adornando mi rostro.
0 comentarios