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Alessa Masllentyle


Soy de Querétaro, México. 



  • ¿Qué escribes?


Un poco de todo. Desde humor hasta terror. O al menos, lo intento. 
Definitivamente nunca escribiré poemas o versos; no tengo ese toque para poder crearlos.



  • ¿Hobbies?


Leo, traduzco, corrijo, diseño, escribo, escucho música, veo animes, veo doramas.

En mis tiempos libres me encanta escribir, es mi hobbie como bien saben y diseñar. Para ahora tengo alrededor de cinco años escribiendo o más; en diseño soy más inexperta, pero adoro hacerlo. De ahí que decidiera hacer los diseños de mis PDF y portadas por mí misma.

Además de esto dedico mi tiempo a foros de libros, ya sea como correctora en Libros del Cielo o como moderadora de corrección y traductora en Paradise Books.

Hay días en que paso horas leyendo todos sus comentarios sobre mis escritos en FanFiction, en mi blog o los mensajes que me envían en Facebook (¿esto cuenta como hobbie?).



  • ¿Sobre ti?


Nada relevante. 




  • ¿Cómo te puedo contactar?


masllentylealessa@gmail.com
www.facebook.com/Al.Masllentyle
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Últimamente los plagios son cada vez más comunes, así que para evitarlo aquí registraré los permisos con mi autorización que publican mis fics o one-shoots, por favor, si alguna encuentra alguno de mis escritos en una página que no esté aquí contacte conmigo.

Gracias a las chicas que pidieron mi permiso para publicar mis historias en sus páginas.

Únicas páginas autorizadas para publicar mis Fanfics:

  • Vampiro Cometa en:
Desmotivaciones Twilight
Mundo Twilight Fan-Fiction
Amo la saga Twilight
Exploradora Twilight


  • Esposados en:
Mundo Twilight Fan-Fiction
Versos de un eclipse
Amo la saga Twilight


  • Recuérdame en:
Amo la saga Twilight
Crepúsculo historias de un gran amor
Things
Diario Twilight


  • Esto es navidad en:
Amo la saga Twilight
Crepúsculo historias de un gran amor
Things
The Twilight Saga


  • Juguemos a casarnos en:
Crepúsculo historias de un gran amor


  • Voodoo doll en:
Crepúsculo historias de un gran amor
Exploradora Twilight


Adaptaciones:

Esposados adaptado a: Harry Potter por Old Brown Shoe
Esposados adaptado a: One Direction por One Direction Novelas & Mas
Voodoo doll adaptado a: Harry Potter por Meilyng-LoveU.H
Voodoo doll adaptado: Al anime Sailor Moon por andreastars95


Traducciones:

Voodoo doll traducido al Portugués por: Lary Reeden
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Autora: Alessa Masllentyle

Adaptadora: andreastars95



Voodoo doll

(Muñeco vudú)
.
.
.

Bajé de mi auto.

Una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver a Yaten a unos metros de distancia, mirándome con una sonrisa cariñosa adornando sus labios, recargado en su flamante auto.

—Hola —murmuré, con una sonrisa de idiota en mi rostro.

—Hola — dijo, sonriendo divertido.

Me tomó de la cintura, atrayéndome hacia él, y unió nuestros labios en un beso apasionado. Se lo regresé con urgencia, abrí mi boca ligeramente permitiéndole intensificar el beso, deslicé mis manos avariciosas por su pecho musculoso, y sentí que Yaten acariciaba mis costados, acercándose a mis pechos.

— ¡Mina! ¡Yaten! —gritó Serena a la distancia.

Suspiré pesadamente y Yaten acarició mi espalda con movimientos circulares, intentando reconfortarme, juro que algún día asesinaría a Serena. Aunque de algún modo agradecía su interrupción, no por estar necesitada iba a hacer el amor con Yaten en el estacionamiento de un restaurante de comida.

— ¡Chicos! —saludó Seiya con una amplia sonrisa, sosteniendo a Rei de la cintura con un brazo.

— ¡Concéntrense! —nos regañó Serena.

Bufé y me recargué en el pecho de Yaten, que me envolvió con sus brazos, Darien simplemente asintió en nuestra dirección a modo de saludo.

Serena saltaba frente a nosotros emocionada.

— ¿Qué pasa Serena? —preguntó Rei.

— ¿Para qué nos citaste aquí, "urgentemente"? —preguntó Seiya, haciendo comillas en el aire con sus dedos al pronunciar la última palabra.

Evidentemente no era tan urgente lo que tenía que decirnos Serena.

Soltó un chillido de emoción y comenzó a brincar.

— ¡Mañana es Halloween! —gritó Serena emocionada.

— ¿Y…? —murmuré.

— ¿Como que "y…"? ¡Habrá una gran fiesta y ya tengo el disfraz de todos! ¡Pero eso no es lo mejor! Ya sé cómo vamos a festejar ese maravilloso y escalofriante día —dijo con una sonrisa maliciosa.

Esto no parecía bueno.

—Vamos a ocupar esto —dijo levantando un caja.

Fruncí el ceño, confundida.

— ¿Una caja? —preguntó Seiya.

—No pequeño e ingenuo Seiya, lo que está dentro de la caja — aclaró y su sonrisa se ensanchó.

—Bien Serena, y… ¿podrías decirnos que hay adentro de la caja? — preguntó Yaten confundido.

Todos la miramos expectantes, a la espera de una respuesta concreta.

Serena simplemente sonrió y abrió la pequeña caja. Tomó entre sus manos una pequeña muñeca de tela con cabello negro como la noche, que caía en cascada por su espalda, tenía los ojos violeta y utilizaba un vestidito de caperucita roja, sólo que en versión moderna y muy sexy. En esa pequeña muñeca encontré un extraño parecido con alguien… sólo que no podía recordar quién…

Mi boca se abrió hasta el suelo cuando reconocí el parecido… esa muñeca era idéntica a Rei, en miniatura… ¿qué diablos?

—Serena… que… —balbuceé incapaz de formar una frase coherente.

—Este año, queridos compañeros, utilizaremos muñecos vudú para festejar Halloween —dijo ante la cara de estupefacción de todos.

Jadeamos al unísono, cuando Serena abrió la pequeña caja y ante nuestros ojos aparecieron cinco pequeños muñecos de trapo idénticos a cada uno de nosotros.

Un pequeño muñeco medio musculoso, con cabello negro y atado a una cola que caía por su espalda, portaba un pequeño traje de oso, un gracioso moñito rojo estaba atado en su cuello, mostraba una sonrisita que marcaba sus hoyuelos. Me pareció muy simpático.

Otro era la versión de Darien en miniatura. Con el cabello negro y los ojos azules, al igual que la pequeña muñeca miniatura de Rei, utilizaba un trajecito de príncipe, resultaba gracioso ver un muñequito miniatura vestido con el porte y gracia de un príncipe.

La muñeca que pertenecía a Serena utilizaba un vestidito rosa de época, como el de una princesa, se ceñía en el pecho y la cintura, después a partir de las caderas, caía en pliegues que eran adornados por diferentes tonos rosados. El rostro de la muñeca portaba los ojos azules de Serena y su intenso cabello dorado.

Reconocí mi muñeca, con ojos azules y cabello rubio dorado, que utilizaba un vestidito blanco muy sexy y pequeño, justo debajo de su trasero, y unas graciosas orejitas, ¿acaso estaba vestida de… oveja? Debía de aceptar que ese atuendo era muy lindo.

Y por último el muñeco que más me llamó la atención. Una pequeña versión miniatura de Yaten, vestido de un pequeño león, su cabello plateado despeinado, simulando la melena del león, y sus vivos ojos verdes, contrastaban perfectamente con la pálida tela que había sido utilizada para la piel del muñeco. Sentí mucho cariño y ternura al ver al pequeño muñeco.

Era impresionante la manera en que Serena había logrado hacer los muñecos lo más reales posible.

Serena nos quitó los muñecos de las manos y los guardó en la caja nuevamente. Después comenzó a caminar hacia el bosque que ya estaba oscurecido por las sombras de la noche y con un movimiento de cabeza nos indicó que la siguiéramos.

Comencé a caminar con Yaten a mi lado. Darien se adelantó para alcanzar a Serena, mientras que Seiya y Rei iban detrás de nosotros.

La escasa luz de la luna que se filtraba de entre el dosel de los árboles, era lo único que iluminaba nuestro camino, en el vacío y escalofriante bosque. Serena se detuvo con Darien en un espacio abierto, si mis cálculos eran correctos ahora debíamos estar en el corazón del bosque.

Nuestra piel se veía de color plateado a causa de la luz de la luna.

Nos sentamos en círculo, ya que Serena nos había indicado que lo hiciéramos de ese modo, nadie puso objeción y en unos minutos todos estábamos sentados, en círculo, en medio del bosque. Serena colocó la caja con los muñecos en el centro y colocó velas a nuestro alrededor.

Después de una mochila sacó unas tijeras. Me asusté. ¿Estaba poseída o algo así? Se acercó a Seiya que tenía la misma expresión de miedo que estaba segura en este momento era idéntica a la mía.

— ¿Qué-é hace-es? —tartamudeó Seiya, el miedo tatuado en su mirada.

— ¿Qué crees que hago? Te voy a cortar un mechón de cabello —dijo con naturalidad.

Acercó las tijeras al cabello de Seiya pero éste retrocedió.

— ¿Y por qué vas a hacer eso? —preguntó contrariado.

—Porque lo dice el libro —dijo frustrada, —ahora deja de moverte.

Repitió el proceso con cada uno de nosotros y después corto un mechón de su propio cabello. Cada mechón lo colocó con su respectivo muñeco de tela, aún en el centro del círculo y dentro de la caja.

—Tómense de las manos —indicó.

Seguimos sus indicaciones en silencio, tomé las manos de Yaten y Seiya que eran los que estaban a mi lado. Serena sacó un libro grueso de su mochila y lo depositó en el suelo frente a ella, después tomó las manos de Darien y Rei.

Serena comenzó a recitar palabras en un idioma extraño, leyéndolo del libro.

Una ráfaga de viento sopló en ese momento, el dosel de los árboles golpeando contra el viento provocaba un sonido ensordecedor, repentinamente una espesa niebla nubló mis ojos y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. Solté las manos de Seiya y Yaten al instante por inercia.

En alguna parte de mi mente logré captar cómo en el centro del círculo, en donde estaban los pequeños muñecos, una pequeña llama de fuego se encendió y desapareció tan rápido que no estuve segura de haberla visto.

Cerré los ojos con fuerza.

Abruptamente un silencio sepulcral inundó el bosque.

Me aterrorizó el sólo pensar abrir los ojos, pero ignoré mi cobardía... Con pesar y vacilación abrí los ojos contra mi voluntad.

Nos miramos mutuamente, desconcertados. ¿Qué diablos había pasado?

— ¿Qué fue eso? —preguntó Darien, haciendo eco a mis pensamientos.

Nadie contesto. Nadie sabía que contestar.

Con vacilación me levanté de mi lugar, dirigiéndome al centro del círculo.

La pequeña caja seguía intacta con los muñecos dentro, como si nada hubiera sucedido.

Con el ceño fruncido tomé el muñeco de Yaten entre mis manos, estaba segura que había visto una llama incendiándolos. Con extrañeza, identifiqué una diferencia en el pequeño muñeco... no era de tela. La piel que antes era de una pálida tela y el cabello que estaba hecho de estambre, habían sido reemplazados por lo que parecía cabello y piel real.

Con curiosidad comencé a jalar el cabello del pequeño muñeco, pensando que tal vez sólo estaba alucinando, que no era real.

— ¡Ouch! ¿Podrías dejar de hacer eso? —se quejó Yaten a mis espaldas.

Me sobresalté al no esperarlo tan cerca y el muñeco cayó al suelo con un sonido sordo, justo al mismo tiempo que Yaten caía al suelo, retorciéndose de dolor.

—Lo siento, lo siento, lo siento —me disculpé repetidamente.

Esbozó una débil sonrisa.

—Tranquila, no es nada —murmuró.

Lo ayudé a levantarse, mis mejillas sonrojadas a causa de la vergüenza. De repente me sentí mareada y tuve que sostenerme de Yaten para no caerme.

— ¡Seiya! ¡Deja de hacer eso! ¡Mareas a Mina! —le regañó Serena, arrebatándole mi muñeco miniatura de entre sus manos, para después arrojarlo dentro de la caja.

Sentí un golpe en mi espalda y después mi adolorida piel caliente, a causa del golpe.

— ¡Serena! ¡Sé más cuidadosa! — chillé.

Bajó la cabeza avergonzada.

—Lo siento —mustió.

Suspiré pesadamente, nos habíamos metido en un maldito gran problema.

— ¿Qué vamos a hacer ahora Serena? —pregunté, después de todo, esta idea había sido de ella.

El sonrojo en las mejillas de Serena me sorprendió, eso no indicaba nada bueno, ¿Serena sonrojada?

—Pues… en realidad… yo… no esperaba que funcionara —balbuceó.

— ¿QUÉ? —grité.

—Pues… yo creí que sólo era un mito… así que me pareció buena idea intentarlo… tú sabes… es una buena forma de festejar Halloween… además, sólo dura un día…

—Entonces, ¿no sabes qué vamos a hacer ahora? —preguntó Yaten, sin expresión, pero yo lo conocía lo suficiente para saber que por dentro hervía de furia.

—No —susurró Serena avergonzada y arrepentida.

— ¡Yo sé que es lo que vamos a hacer! —dijo Seiya con entusiasmo.

La mirada furiosa que poseíamos todos fue suficiente para que Seiya no dijera su genial idea y permaneciera en silencio.

—Dura sólo un día… —dije, Serena asintió, suspiré. — ¿Qué hora es?

Todos miraron su reloj.

—Media noche —susurraron al unísono.

Típico, ¿por qué no lo imaginé antes?

—Esperaremos hasta que se acabe el tiempo del conjuro —dije con resignación.

— ¡Yo quiero quedarme con el muñeco de Mina! —gritó Seiya.

Hice un gesto de terror.

—No, no, no, no —dije asustada.

—Mejor… —nos interrumpió Rei, antes de que comenzáramos a discutir, —lo dejaremos a la suerte —dijo con una sonrisa.

— ¿A la suerte? —preguntó Yaten, confundido.

—Sí, Serena se va a encargar de escribir nuestros nombres en papelitos y el que nos toque será el muñeco que tendremos que quedarnos hasta mañana, a la media noche, cuando todo esto acabe —explicó.

Serena se apresuró a escribir los papelitos y cada quién, escogió uno.

Abrí el pequeño papelito.

Darien.

Bueno, podría cuidar del muñeco de Darien por un día, eso no era tan malo…

— ¡Si! —gritó Seiya, interrumpiendo mis pensamientos. —Al parecer es el destino, pequeña Mina —dijo sonriendo.

Extendió su pequeño papelito en mi dirección, en donde mi nombre resaltaba con letras negras entre el papel blanco.

Bufé.

Al parecer mi falta de suerte no había cambiado nada.

— ¿Te quedarás conmigo? —le pregunté a Yaten una vez que estuvimos afuera de mi casa.

La extraña noche que Serena nos había hecho experimentar había terminado con cada uno con su respectiva pareja en sus casas, nuestros padres habían salido de viaje y todos estábamos solos, era una suerte, ya que eso nos facilitaba las cosas. Al final Seiya había quedado al cuidado de mi muñeco vudú, Rei el de Serena, Darien el de Yaten, Yaten el de Rei, Serena el de Seiya y yo el de Darien.

—Claro —murmuró, besando mis labios brevemente.

Le regresé el beso con insistencia, mis manos viajaron a su cabello, lo jalé suavemente logrando que gruñera mi nombre, y sus manos comenzaran a acariciar mis piernas, acercándose peligrosamente a mi húmedo centro.

—Yaten… —supliqué.

Sus labios se trasladaron a mi cuello, me sostuve de él para mantenerme de pie, sentía su miembro duro restregarse contra mi centro, la maldita fricción era muy poca a mi parecer, de un tirón le quité la camisa, los botones volaron a nuestro alrededor. Acaricié su pecho musculoso con mis manos mientras él intentaba deshacerse de mi blusa, lo ayudé un poco levantando las manos para después seguir con mi tarea y besar sus labios con urgencia.

Terminó el beso, bajó por mi cuello dejando besos húmedos y después se trasladó a mis pechos desnudos, sonrió al darse cuenta de que no tenía sostén.

—Eres una niña mala —susurró sobre mis pechos, su cálido aliento golpeó contra ellos, endureciéndolos un poco.

Gemí e instintivamente acerqué más su rostro a mis pechos mientras me restregaba contra él con frenesí. Comenzó a besar alrededor de mi pezón, a veces succionando con suavidad, su mano se deslizó hasta llegar a mi entrepierna, suspiré cuando finalmente sus labios aprisionaron mi pezón y sentí como su lengua lo humedecía, después se endureció como una pequeña pierda.

Acarició en círculos mi centro, mis jeans me molestaban, no conseguía la fricción que necesitaba.

Como si leyera mis pensamientos, dejó de succionar mi pezón y acariciar mis pechos, para trasladarse a mi boca. Llevó sus manos a mi trasero e hizo presión para que yo envolviera mis piernas alrededor de su cadera, corté el beso soltando un gritito de sorpresa, después sentí mi mano moverse por sí sola y unos minutos después Yaten estaba frotando su mejilla con expresión adolorida.

—Lo siento —murmuré sonrojada, —yo no quise hacer eso.

Seiya, pensé enojada.

—Si no querías hacerlo sólo dímelo Mina, no hay necesidad de que me des una cachetada—bromeó.

Mi rostro adquirió un tono rosado y él sonrió.

— ¿Sabías que verte sonrojada, semidesnuda, con la luz de la luna bañando tu cuerpo, sudado y excitado entre mis brazos, es la imagen más jodidamente erótica que he visto en mi vida? —susurró en mi oído.

Gemí y una nueva ola de calor recorrió mi cuerpo.

Me llevó escaleras arriba mientras besaba mi cuello con insistencia, sabía que quería dejar una marca. Sentía su dura polla presionando contra mi centro, que ahora debía estar goteando de lo excitada que estaba, sólo nuestros malditos jeans me impedían satisfacer mi necesidad.

Me depositó con cuidado sobre mi cama, bajó besando y succionando mis pechos brevemente, recorrió mi estomago y después con delicadeza, me liberó de mis molestos jeans. Comenzó a besar sobre mi empapada ropa interior, un dedo se deslizo dentro y me penetró de golpe, gemí y aprisioné las sábanas entre mis manos, agregó dos dedos más y sus penetraciones se hicieron más rápidas, sus labios finalmente se dedicaron a complacer mi hinchado clítoris.

Pero todo se fue a la jodida mierda cuando sentí mi pie moverse y propinar una patada a Yaten en el estómago, que dejó su tarea justo cuando estaba por correrme.

— ¡Voy a matar a Seiya Kou! —grité enojada.

—Tranquila Aino —jadeó Yaten, que se estaba sobando el lugar golpeado con una mueca, e intentaba recuperar el aire.

¿Pero cómo quería que me tranquilizara? Cuando era obvio que ya no terminaríamos con lo que habíamos iniciado.

Suspiré frustrada y me crucé de brazos. Maldito Seiya que me impedía satisfacer mis necesidades. Con una sonrisa recordé que Serena estaba a cargo del muñeco vudú de Seiya, sólo debía contactarme con ella…

—Yaten, ¿sabes en donde deje el muñeco vudú de Darien?

Me miró sospechosamente con los ojos entrecerrados.

—Aino, no debemos aprovecharnos de nadie, sólo vamos a cuidar los muñecos —me dijo en tono persuasivo.

Lamentablemente para este momento ya no habría nadie que me hiciera cambiar de opinión.

—Es una lástima que Seiya haya hecho eso Yaten —suspiré dramáticamente, —yo quería hacer el amor contigo, que me penetraras con fuerza y que nuestros cuerpos sudados fueran uno otra vez, luego mis paredes apretarían tu miembro duro, produciendo una deliciosa fricción que nos haría llegar a un maravilloso orgasmo, que sería como tocar el cielo con las manos…

Yaten apretó la mandíbula con fuerza y sus ojos se oscurecieron de deseo, pero ambos sabíamos que ya no terminaríamos lo que habíamos empezado, al menos no hasta que yo estuviera libre de las órdenes deSeiya, que inevitablemente obedecía.

—Está en el sofá de la sala, en el piso de abajo —susurró con voz ronca.

Sonreí y me levanté de la cama, corriendo hacia el piso de abajo

Encontré el pequeño muñeco en el sofá, pero realmente no sabía cómo utilizarlo, lo agité, le di vueltas, pero nada pasaba, fruncí el ceño y después de cuarenta minutos de estar agitando el pequeño muñeco me rendí, ¿cómo se supone que me vengaría de Seiya ahora?

El teléfono sonó en ese momento.

— ¿Diga?

— ¡Minako Aino! —gritó Serena del otro lado del teléfono. — ¿Qué diablos le estás haciendo a mi Darien? ¡Ha estado vomitando por media hora!

—Lo siento Serena —dije apenada, —quería hablar contigo y no sabía cómo utilizar el muñeco.

— ¿Y por qué, maldita sea, no me hablaste por teléfono? —gritó escandalizada.

El teléfono... mmm... ¿por qué no se me ocurrió antes?

—Mmm… ¿entonces en donde quedaría la diversión Serena? —pregunté con una risa nerviosa brotando de mis labios.

Serena gruñó incoherencias y después colgó.

Evidentemente ella no me iba a ayudar a vengarme de Seiya, suspiré, tal vez me vengaría luego, hoy me iría a dormir, había tenido suficiente por hoy.

.

.

El día siguiente estuvo más nublado que de costumbre, eso iba a ayudar en la fiesta, se vería más terrorífico, yo sólo esperaba que ya fuera media noche para así poder terminar con este jodido conjuro que me tenía en abstinencia sexual.

Llegamos al colegio unos minutos antes de que sonara el timbre.

Pero hoy se festejaba Halloween, y el colegio organizaba una fiesta de disfraces con el típico concurso de mejor disfraz. Así que los profesores estaban muy ocupados como para dar clase, todos sabíamos que hoy era día libre, aunque aún así debíamos acudir.

En el estacionamiento ya nos esperaban Serena, Darien, Rei y Seiya. Miré a Seiya con los ojos entrecerrados, acusadoramente, él esbozó una sonrisa burlona en respuesta. Este día iba a ser todo un infierno.

— ¡Hey chicos! —les saludé.

—Hola Minita, ¿qué tal estuvo tu noche? —preguntó Seiya, sonriendo.

Gruñí e intenté ignorarlo lo mejor que pude.

Después de un rato todos entramos a la cafetería.

Me percaté de que Darien estaba tomando un café, sonreí y saqué su muñeco de mi mochila, después lo agité un poco. Darien adquirió un tono verdoso en su rostro, parecía estar por vomitar, me sentí mal por él, pero era la única forma de vengarme de Seiya, ya que Serena no me ayudaba.

Darien se tambaleó mareado y el café fue a dar sobre Seiya, que estaba a su lado, tal y como esperaba. Sonreí petulante.

Seiya entrecerró los ojos y después una sonrisa malévola se formó en su rostro. Diablos. Comenzó a susurrar cosas a mi pequeña muñeca vudú, lo mire confundida, ¿qué mierda estaba haciendo?

Unos minutos después sentí mis pies moverse por sí solos, caminando hacia… ¡Oh no! ¡Todo menos eso!... El idiota de Andrew me miró con esperanza cuando estuve frente a él.

— ¿Sabes por qué nunca salgo contigo, Andrew? Porque en verdad soy lesbiana, y estoy enamorada de Rei —dije, las palabras habían brotado de mis labios contra mi voluntad.

¿QUÉ YO, QUÉ?

Mis ojos se abrieron como platos al igual que los de Rei, Seiya estalló en carcajadas y todos me miraban como si de repente me hubiera salido otro ojo.

Me sonrojé y fulminé a Seiya con la mirada.

—Lo siento Andrew, era una apuesta que debía hacer —murmuré avergonzada.

Me dirigí a nuestro grupo casi corriendo, en donde Rei fulminaba a Seiya con la mirada, sonrió y de su mochila sacó la Serena miniatura, los ojos de Serena se abrieron de miedo.

Rei manejó la muñeca con desenvoltura, de algún modo logró que Serena caminara hacia Seiya y le propinara una sonora cachetada.

— ¿Cómo te atreviste a seducir a Darien? —chilló indignada.

Mi boca se abrió hasta el suelo, esto se convertiría en una guerra.

Rei sonrió ampliamente. Yaten se enfadó porque Rei había puesto a Serena, su casi hermana menor, en ridículo frente a todos así que sacó su muñeco vudú. Rei comenzó a caminar hacia una mesa vacía, se subió sobre ella.

— ¡Quiero confesar que uso siliconas! —gritó Rei.

Jadeé, eso era… ¡Wow!

Y después… claro, como es de suponerse, Darien entro en defensa de su ex novia mejor amiga.

Yaten comenzó a caminar hacia el centro de la cafetería con pasos seguros, me pregunté qué era lo que pensaban todos de nuestro extraño comportamiento el día de hoy.

— ¡La tengo chiquita, por eso no he tenido sexo con Mina! —gritó a los cuatro vientos.

Todos lo miraron y después a mí, alternativamente, me sonrojé furiosamente.

Serena sacó el muñeco de Seiya de su mochila enfadada.

—Tú empezaste esto Seiya, así que sufre las consecuencias — murmuró.

Repentinamente Seiya soltó un grito agudo, por un momento pensé que me había equivocado, pero efectivamente era Seiya. Sofoqué una risa, ver a un "grandulón" como Seiya gritando como niñita era cómico.

— ¡Soy gay y uso esteroides! —gritó con voz afeminada.

Volví el rostro para evitar que me vieran riendo.

— ¿Cómo te atreviste a hacer eso Serena? ¡Él no tiene la culpa! —gritó Rei enfadada.

— ¿Qué no tiene la culpa? ¡Él estaba molestando a Mina! ¡Desde ayer! —le contestó Yaten, con el rostro rojo a causa del enojo.

— ¿Y Mina tenía que desquitarse conmigo? ¡Vomite por media hora! — gritó Darien indignado.

— ¡Es porque Serena no me iba a ayudar a vengarme de Seiya! —le contesté cruzando mis brazos sobre mi pecho, irritada.

Nuestras voces subieron varias octavas en nuestra discusión, el lado bueno era que ya no estábamos usando los muñecos.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó una voz con autoridad.

Nos volvimos para ver al director del colegio, mirándonos con expresión severa y el ceño fruncido.

—Nada, sólo hablábamos de… la menstruación —dijo Serena rápidamente.

¿La menstruación? ¿En serio? ¿No se le ocurrió algo mejor?

—Sí director, usted sabe que las mujeres estamos muy irritables con nuestra menstruación —dijo Serena con tono casual, pasando el brazo por los hombros del director como si fueran viejos amigos. —Si quiere puede unirse a nuestra plática.

El director la miró con expresión horrorizada.

—No, no… creo que… está bien… si, está bien… sigan con lo suyo —murmuró rápidamente, zafándose de los brazos de Serena y retirándose del comedor en menos de un minuto.

Me pregunté si había tenido una mala experiencia con su esposa… o bueno, supongo que con Seiya como amigo... lo descubriremos después.

Después de nuestra pequeña guerra y de asegurarle a todo el instituto que sólo era una broma, salimos del instituto ya que Serena había insistido en que era hora de ir a arreglarnos para la fiesta.

Mientras caminábamos por los pasillos para salir del instituto, las chicas se alejaban de mi como si tuviera una enfermedad contagiosa, rodé los ojos exasperada. Haruka Tenou pasó a mi lado y me guiñó el ojo… ¡¿ME GUIÑÓ EL OJO!?... Creo que después de esto tendré que ir a terapia.

Una vez en mi casa, Serena tardó alrededor de cuarenta y cinco minutos arreglando mi cabello, mientras Rei se encargaba de mi rostro. Ambas me enfundaron en un pequeño vestidito blanco, idéntico al de mi pequeña muñeca vudú, y me colocaron unas orejitas. Serena se disfrazó de princesa y Rei de caperucita roja, en versión moderna.

Los tres atuendos exactamente iguales a los de los pequeños muñecos vudú.

Cuando bajamos las escaleras Seiya, Yaten y Darien, ya nos esperaban, con expresiones de fastidio, enfundados en sus disfraces de oso, león y príncipe, respectivamente.

Yaten se veía muy lindo a mi parecer. No sé qué diablos le había hecho Serena a su cabello pero tenía la apariencia de una melena, al igual que su muñeco vudú, y se veía igual de tierno y adorable, sonreí inevitablemente cuando lo vi. Sus ojos se iluminaron repentinamente, recorriéndome con la mirada y esbozando una sonrisa pícara.

Sonreí ampliamente y con movimientos lentos y sensuales, me acerqué a él. Me sentía como toda una modelo, segura y sexy… hasta que sentí un ligero mareo y me caí de boca en el suelo. Pude ver a Seiya en la esquina riéndose, con mi muñeca entre sus manos.

— ¿Mina estás bien? —preguntó Yaten con expresión preocupada.

—Sí, claro —contesté secamente.

Llegamos en grupo al instituto, el gimnasio estaba oscuro, sólo las ligeras luces de color rojo, morado y anaranjado, iluminaban un poco el lugar. Había un gas esparcido por la estancia que lo hacía ver como niebla. Calabazas, brujas, telarañas, gatos negros; adornaban todo el gimnasio. Se veía increíble.

Suspiré pesadamente, lo único que yo quería era que fuera media noche.

—Lo pasaremos bien —murmuró Yaten.

Asentí vacilante.

Deposité el muñeco vudú de Darien en la mesa al igual que todos los demás, y me senté en una silla al lado de Yaten y Serena. La noche fue… aburrida. Nunca me habían gustado las fiestas y esta no iba a ser la excepción. Yaten debió de notar mi expresión de aburrimiento, ya que me propuso caminar un poco. Asentí inmediatamente, aferrándome a cualquier oportunidad de salir de aquí.

Cuando caminábamos hacia la salida del gimnasio, mi celular sonó.

— ¿Diga?

— ¿Chicos en donde están? Falta media hora para la media noche — dijo Serena al otro lado del teléfono.

—En la entrada del gimnasio Serena. ¿Qué pasa? —pregunté confundida.

—Acabo de leer las instrucciones para deshacer el conjuro. Debemos estar en el mismo lugar en el que hicimos el conjuro a la media noche, o el conjuro podría durar años antes de tener otra oportunidad de revertirlo —dijo atropelladamente, asustada.

—Vamos para allá —murmuré y corté la llamada.

— ¿Qué pasa? —preguntó Yaten, mirándome directamente a los ojos.

—Al parecer debemos estar todos juntos en el bosque a media noche para deshacer el conjuro, o es probable que no podamos revertirlo después —balbuceé a causa del nerviosismo.

—Tranquila Mina, todavía tenemos media hora para llegar —dijo con calma.

Suspiré aliviada.

Busqué el muñeco de Darien en mi bolso… pero no estaba, ¡mierda!

—Yaten, no tengo el muñeco… ¡Perdí el muñeco vudú de Darien! — grité preocupada.

Corrí hacia la mesa que antes habíamos usado y en donde estaba segura lo había dejado… Estaba vacía. Sentí mis pies moverse por sí solos."Diablos Seiya, ahora no", pensé.

Tomé lo primero que tenía a mi alcance para evitar moverme contra mi voluntad, estiré la mano y simplemente agarré lo que estaba a mi lado… se sentía blando… aunque no estaba aguado… confundida levanté la vista, una chica con cabello agua marina me miraba sonrojada, creo que se llamaba Michiru Kaiou... y fue entonces que caí en la cuenta de que mi mano estaba en su trasero… Michiru tenía buen trasero… Aparté mi mano rápidamente avergonzada.

—Lo lamento —murmuré, —pero tienes buen trasero, si te hace sentir mejor.

Michiru salió corriendo en cuanto mi mano se apartó de su trasero… ¡Genial! Otra razón para que todos piensen que soy lesbiana —, ironicé en mi mente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que el muñeco vudú de Darien estaba tirado bajo la mesa… Duh! ¿Por qué no lo pensé antes?

Yaten y yo corrimos hacia el bosque, todo estaba muy oscuro y casi no veía en donde pisaba, me caí varias veces. Llegamos al prado cuando faltaban tres minutos para la media noche, todos estaban allí esperándonos. Pero exactamente cuando estábamos a punto de llegar me tropecé y él muñeco de Darien salió volando por los aires.

— ¡Noooo! —gritó Seiya atrapándolo y realizando movimientos lentos, simulando estar corriendo hacia la caja en la que ya estaban todos los demás muñecos.

—Seiya, ¿qué mierda estás haciendo? —pregunté.

—Es para darle más dramatismo —se encogió de hombros. — ¿Nunca has visto que en las películas de Hollywood corren en cámara lenta? ¡Siempre he querido hacer eso! —dijo con entusiasmo.

Puse los ojos en blanco ante su explicación.

Finalmente Seiya se dignó a olvidar su fantasía frustrada Hollywoodense, y colocó el muñeco vudú junto con los demás en la caja.

Nuestros relojes comenzaron a timbrar anunciando la media noche.

Todos nos abrazamos a la espera de lo peor… una llama se encendió y después despareció tan rápido como había aparecido.

Seiya bufó.

— ¿Y eso es todo? ¿Todo este drama para eso? —Preguntó desilusionado, Darien palmeó su hombro en señal de apoyo. —Pero no se preocupen, yo me voy a encargar de preparar nuestro festejo para el próximo año —dijo entusiasmado.

No presté mucha atención a las palabras de Seiya, ya me preocuparía de eso el próximo año… Ahora, sólo pensaría en la noche que pasaría con Yaten y que tanto había esperado.
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Autora: Alessa Masllentyle

Adaptadora:  Meilyng-LoveU.H



Voodoo doll

(Muñeco vudú)
.
.
.

Bajé de mi auto.

Una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver a Harry a unos metros de distancia, mirándome con una sonrisa cariñosa adornando sus labios, recargado en su flamante auto.

—Hola —murmuré, con una sonrisa de idiota en mi rostro.

—Hola — dijo, sonriendo divertido.

Me tomó de la cintura, atrayéndome hacia él, y unió nuestros labios en un beso apasionado. Se lo regresé con urgencia, abrí mi boca ligeramente permitiéndole intensificar el beso, deslicé mis manos avariciosas por su pecho musculoso, y sentí que Harry acariciaba mis costados, acercándose a mis pechos.

— ¡Hermione! ¡Harry! —gritó Ginny a la distancia.

Suspiré pesadamente y Harry acarició mi espalda con movimientos circulares, intentando reconfortarme, juro que algún día asesinaría a Ginny. Aunque de algún modo agradecía su interrupción, no por estar necesitada iba a hacer el amor con Harry en el estacionamiento de un restaurante de comida.

— ¡Chicos! —saludó Ron con una amplia sonrisa, sosteniendo a Luna de la cintura con un brazo.

— ¡Concéntrense! —nos regañó Ginny.

Bufé y me recargué en el pecho de Harry, que me envolvió con sus brazos, Draco simplemente asintió en nuestra dirección a modo de saludo.

Ginny saltaba frente a nosotros emocionada.

— ¿Qué pasa Ginny? —preguntó Luna.

— ¿Para qué nos citaste aquí, "urgentemente"? —preguntó Ron, haciendo comillas en el aire con sus dedos al pronunciar la última palabra.

Evidentemente no era tan urgente lo que tenía que decirnos Ginny.

Soltó un chillido de emoción y comenzó a brincar.

— ¡Mañana es Halloween! —gritó Ginny emocionada.

— ¿Y…? —murmuré.

— ¿Como que "y…"? ¡Habrá una gran fiesta y ya tengo el disfraz de todos! ¡Pero eso no es lo mejor! Ya sé cómo vamos a festejar ese maravilloso y escalofriante día —dijo con una sonrisa maliciosa.

Esto no parecía bueno.

—Vamos a ocupar esto —dijo levantando un caja.

Fruncí el ceño, confundida.

— ¿Una caja? —preguntó Ron.

—No pequeño e ingenuo Ronnie, lo que está dentro de la caja — aclaró y su sonrisa se ensanchó.

—Bien Ginny, y… ¿podrías decirnos que hay adentro de la caja? — preguntó Harry confundido.

Todos la miramos expectantes, a la espera de una respuesta concreta.

Ginny simplemente sonrió y abrió la pequeña caja. Tomó entre sus manos una pequeña muñeca de tela con cabello rubio dorado, que caía en cascada por su espalda, tenía los ojos azul celeste y utilizaba un vestidito de caperucita roja, sólo que en versión moderna y muy sexy. En esa pequeña muñeca encontré un extraño parecido con alguien… sólo que no podía recordar quién…

Mi boca se abrió hasta el suelo cuando reconocí el parecido… esa muñeca era idéntica a Luna, en miniatura… ¿qué diablos?

—Ginny… que… —balbuceé incapaz de formar una frase coherente.

—Este año, queridos compañeros, utilizaremos muñecos vudú para festejar Halloween —dijo ante la cara de estupefacción de todos.

Jadeamos al unísono, cuando Ginny abrió la pequeña caja y ante nuestros ojos aparecieron cinco pequeños muñecos de trapo idénticos a cada uno de nosotros.

Un pequeño muñeco medio musculoso, con cabello rojo y corto, portaba un pequeño traje de oso, un gracioso moñito rojo estaba atado en su cuello, mostraba una sonrisita que marcaba sus hoyuelos. Me pareció muy simpático.

Otro era la versión de Draco en miniatura. Con el cabello rubio dorado y los ojos grises, al igual que la pequeña muñeca miniatura de Luna, utilizaba un trajecito de príncipe, resultaba gracioso ver un muñequito miniatura vestido con el porte y gracia de un príncipe.

La muñeca que pertenecía a Ginny utilizaba un vestidito rosa de época, como el de una princesa, se ceñía en el pecho y la cintura, después a partir de las caderas, caía en pliegues que eran adornados por diferentes tonos rosados. El rostro de la muñeca portaba los ojos castaños de Ginny y su intenso cabello rojo.

Reconocí mi muñeca, con ojos y cabellos castaños, que utilizaba un vestidito blanco muy sexy y pequeño, justo debajo de su trasero, y unas graciosas orejitas, ¿acaso estaba vestida de… oveja? Debía de aceptar que ese atuendo era muy lindo.

Y por último el muñeco que más me llamó la atención. Una pequeña versión miniatura de Harry, vestido de un pequeño león, su cabello negro despeinado, simulando la melena del león, y sus vivos ojos verdes, contrastaban perfectamente con la pálida tela que había sido utilizada para la piel del muñeco. Sentí mucho cariño y ternura al ver al pequeño muñeco.

Era impresionante la manera en que Ginny había logrado hacer los muñecos lo más reales posible.

Ginny nos quitó los muñecos de las manos y los guardó en la caja nuevamente. Después comenzó a caminar hacia el bosque que ya estaba oscurecido por las sombras de la noche y con un movimiento de cabeza nos indicó que la siguiéramos.

Comencé a caminar con Harry a mi lado. Draco se adelantó para alcanzar a Ginny, mientras que Ron y Luna iban detrás de nosotros.

La escasa luz de la luna que se filtraba de entre el dosel de los árboles, era lo único que iluminaba nuestro camino, en el vacío y escalofriante bosque. Ginny se detuvo con Draco en un espacio abierto, si mis cálculos eran correctos ahora debíamos estar en el corazón del bosque.

Nuestra piel se veía de color plateado a causa de la luz de la luna.

Nos sentamos en círculo, ya que Ginny nos había indicado que lo hiciéramos de ese modo, nadie puso objeción y en unos minutos todos estábamos sentados, en círculo, en medio del bosque. Ginny colocó la caja con los muñecos en el centro y colocó velas a nuestro alrededor.

Después de una mochila sacó unas tijeras. Me asusté. ¿Estaba poseída o algo así? Se acercó a Ron que tenía la misma expresión de miedo que estaba segura en este momento era idéntica a la mía.

— ¿Qué-é hace-es? —tartamudeó Ron, el miedo tatuado en su mirada.

— ¿Qué crees que hago? Te voy a cortar un mechón de cabello —dijo con naturalidad.

Acercó las tijeras al cabello de Ron pero éste retrocedió.

— ¿Y por qué vas a hacer eso? —preguntó contrariado.

—Porque lo dice el libro —dijo frustrada, —ahora deja de moverte.

Repitió el proceso con cada uno de nosotros y después corto un mechón de su propio cabello. Cada mechón lo colocó con su respectivo muñeco de tela, aún en el centro del círculo y dentro de la caja.

—Tómense de las manos —indicó.

Seguimos sus indicaciones en silencio, tomé las manos de Harry y Ron que eran los que estaban a mi lado. Ginny sacó un libro grueso de su mochila y lo depositó en el suelo frente a ella, después tomó las manos de Draco y Luna.

Ginny comenzó a recitar palabras en un idioma extraño, leyéndolo del libro.

Una ráfaga de viento sopló en ese momento, el dosel de los árboles golpeando contra el viento provocaba un sonido ensordecedor, repentinamente una espesa niebla nubló mis ojos y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. Solté las manos de Ron y Harry al instante por inercia.

En alguna parte de mi mente logré captar cómo en el centro del círculo, en donde estaban los pequeños muñecos, una pequeña llama de fuego se encendió y desapareció tan rápido que no estuve segura de haberla visto.

Cerré los ojos con fuerza.

Abruptamente un silencio sepulcral inundó el bosque.

Me aterrorizó el sólo pensar abrir los ojos, pero ignoré mi cobardía... Con pesar y vacilación abrí los ojos contra mi voluntad.

Nos miramos mutuamente, desconcertados. ¿Qué diablos había pasado?

— ¿Qué fue eso? —preguntó Draco, haciendo eco a mis pensamientos.

Nadie contesto. Nadie sabía que contestar.

Con vacilación me levanté de mi lugar, dirigiéndome al centro del círculo.

La pequeña caja seguía intacta con los muñecos dentro, como si nada hubiera sucedido.

Con el ceño fruncido tomé el muñeco de Harry entre mis manos, estaba segura que había visto una llama incendiándolos. Con extrañeza, identifiqué una diferencia en el pequeño muñeco... no era de tela. La piel que antes era de una pálida tela y el cabello que estaba hecho de estambre, habían sido reemplazados por lo que parecía cabello y piel real.

Con curiosidad comencé a jalar el cabello del pequeño muñeco, pensando que tal vez sólo estaba alucinando, que no era real.

— ¡Ouch! ¿Podrías dejar de hacer eso? —se quejó Harry a mis espaldas.

Me sobresalté al no esperarlo tan cerca y el muñeco cayó al suelo con un sonido sordo, justo al mismo tiempo que Harry caía al suelo, retorciéndose de dolor.

—Lo siento, lo siento, lo siento —me disculpé repetidamente.

Esbozó una débil sonrisa.

—Tranquila, no es nada —murmuró.

Lo ayudé a levantarse, mis mejillas sonrojadas a causa de la vergüenza. De repente me sentí mareada y tuve que sostenerme de Harry para no caerme.

— ¡Ronald! ¡Deja de hacer eso! ¡Mareas a Hermione! —le regañó Ginny, arrebatándole mi muñeco miniatura de entre sus manos, para después arrojarlo dentro de la caja.

Sentí un golpe en mi espalda y después mi adolorida piel caliente, a causa del golpe.

— ¡Ginny! ¡Sé más cuidadosa! — chillé.

Bajó la cabeza avergonzada.

—Lo siento —mustió.

Suspiré pesadamente, nos habíamos metido en un maldito gran problema.

— ¿Qué vamos a hacer ahora Ginny? —pregunté, después de todo, esta idea había sido de ella.

El sonrojo en las mejillas de Ginny me sorprendió, eso no indicaba nada bueno, ¿Ginny sonrojada?

—Pues… en realidad… yo… no esperaba que funcionara —balbuceó.

— ¿QUÉ? —grité.

—Pues… yo creí que sólo era un mito… así que me pareció buena idea intentarlo… tú sabes… es una buena forma de festejar Halloween… además, sólo dura un día…

—Entonces, ¿no sabes qué vamos a hacer ahora? —preguntó Harry, sin expresión, pero yo lo conocía lo suficiente para saber que por dentro hervía de furia.

—No —susurró Ginny avergonzada y arrepentida.

— ¡Yo sé que es lo que vamos a hacer! —dijo Ron con entusiasmo.

La mirada furiosa que poseíamos todos fue suficiente para que Ron no dijera su genial idea y permaneciera en silencio.

—Dura sólo un día… —dije, Ginny asintió, suspiré. — ¿Qué hora es?

Todos miraron su reloj.

—Media noche —susurraron al unísono.

Típico, ¿por qué no lo imaginé antes?

—Esperaremos hasta que se acabe el tiempo del conjuro —dije con resignación.

— ¡Yo quiero quedarme con el muñeco de Hermione! —gritó Ron.

Hice un gesto de terror.

—No, no, no, no —dije asustada.

—Mejor… —nos interrumpió Luna, antes de que comenzáramos a discutir, —lo dejaremos a la suerte —dijo con una sonrisa.

— ¿A la suerte? —preguntó Harry, confundido.

—Sí, Ginny se va a encargar de escribir nuestros nombres en papelitos y el que nos toque será el muñeco que tendremos que quedarnos hasta mañana, a la media noche, cuando todo esto acabe —explicó.

Ginny se apresuró a escribir los papelitos y cada quién, escogió uno.

Abrí el pequeño papelito.

Draco.

Bueno, podría cuidar del muñeco de Draco por un día, eso no era tan malo…

— ¡Si! —gritó Ron, interrumpiendo mis pensamientos. —Al parecer es el destino, pequeña Mione —dijo sonriendo.

Extendió su pequeño papelito en mi dirección, en donde mi nombre resaltaba con letras negras entre el papel blanco.

Bufé.

Al parecer mi falta de suerte no había cambiado nada.

— ¿Te quedarás conmigo? —le pregunté a Harry una vez que estuvimos afuera de mi casa.

La extraña noche que Ginny nos había hecho experimentar había terminado con cada uno con su respectiva pareja en sus casas, nuestros padres habían salido de viaje y todos estábamos solos, era una suerte, ya que eso nos facilitaba las cosas. Al final Ron había quedado al cuidado de mi muñeco vudú, Luna el de Ginny, Draco el de Harry, Harry el de Luna, Ginny el de Ron y yo el de Draco.

—Claro —murmuró, besando mis labios brevemente.

Le regresé el beso con insistencia, mis manos viajaron a su cabello, lo jalé suavemente logrando que gruñera mi nombre, y sus manos comenzaran a acariciar mis piernas, acercándose peligrosamente a mi húmedo centro.

—Harry… —supliqué.

Sus labios se trasladaron a mi cuello, me sostuve de él para mantenerme de pie, sentía su miembro duro restregarse contra mi centro, la maldita fricción era muy poca a mi parecer, de un tirón le quité la camisa, los botones volaron a nuestro alrededor. Acaricié su pecho musculoso con mis manos mientras él intentaba deshacerse de mi blusa, lo ayudé un poco levantando las manos para después seguir con mi tarea y besar sus labios con urgencia.

Terminó el beso, bajó por mi cuello dejando besos húmedos y después se trasladó a mis pechos desnudos, sonrió al darse cuenta de que no tenía sostén.

—Eres una niña mala —susurró sobre mis pechos, su cálido aliento golpeó contra ellos, endureciéndolos un poco.

Gemí e instintivamente acerqué más su rostro a mis pechos mientras me restregaba contra él con frenesí. Comenzó a besar alrededor de mi pezón, a veces succionando con suavidad, su mano se deslizó hasta llegar a mi entrepierna, suspiré cuando finalmente sus labios aprisionaron mi pezón y sentí como su lengua lo humedecía, después se endureció como una pequeña pierda.

Acarició en círculos mi centro, mis jeans me molestaban, no conseguía la fricción que necesitaba.

Como si leyera mis pensamientos, dejó de succionar mi pezón y acariciar mis pechos, para trasladarse a mi boca. Llevó sus manos a mi trasero e hizo presión para que yo envolviera mis piernas alrededor de su cadera, corté el beso soltando un gritito de sorpresa, después sentí mi mano moverse por sí sola y unos minutos después Harry estaba frotando su mejilla con expresión adolorida.

—Lo siento —murmuré sonrojada, —yo no quise hacer eso.

Ronald, pensé enojada.

—Si no querías hacerlo sólo dímelo cielo, no hay necesidad de que me des una cachetada—bromeó.

Mi rostro adquirió un tono rosado y él sonrió.

— ¿Sabías que verte sonrojada, semidesnuda, con la luz de la luna bañando tu cuerpo, sudado y excitado entre mis brazos, es la imagen más jodidamente erótica que he visto en mi vida? —susurró en mi oído.

Gemí y una nueva ola de calor recorrió mi cuerpo.

Me llevó escaleras arriba mientras besaba mi cuello con insistencia, sabía que quería dejar una marca. Sentía su dura polla presionando contra mi centro, que ahora debía estar goteando de lo excitada que estaba, sólo nuestros malditos jeans me impedían satisfacer mi necesidad.

Me depositó con cuidado sobre mi cama, bajó besando y succionando mis pechos brevemente, recorrió mi estomago y después con delicadeza, me liberó de mis molestos jeans. Comenzó a besar sobre mi empapada ropa interior, un dedo se deslizo dentro y me penetró de golpe, gemí y aprisioné las sábanas entre mis manos, agregó dos dedos más y sus penetraciones se hicieron más rápidas, sus labios finalmente se dedicaron a complacer mi hinchado clítoris.

Pero todo se fue a la jodida mierda cuando sentí mi pie moverse y propinar una patada a Harry en el estómago, que dejó su tarea justo cuando estaba por correrme.

— ¡Voy a matar a Ron! —grité enojada.

—Tranquila Hermione —jadeó Harry, que se estaba sobando el lugar golpeado con una mueca, e intentaba recuperar el aire.

¿Pero cómo quería que me tranquilizara? Cuando era obvio que ya no terminaríamos con lo que habíamos iniciado.

Suspiré frustrada y me crucé de brazos. Maldito Ron que me impedía satisfacer mis necesidades. Con una sonrisa recordé que Ginny estaba a cargo del muñeco vudú de Ron, sólo debía contactarme con ella…

—Harry, ¿sabes en donde deje el muñeco vudú de Draco?

Me miró sospechosamente con los ojos entrecerrados.

—Hermione, no debemos aprovecharnos de nadie, sólo vamos a cuidar los muñecos —me dijo en tono persuasivo.

Lamentablemente para este momento ya no habría nadie que me hiciera cambiar de opinión.

—Es una lástima que Ron haya hecho eso Harry —suspiré dramáticamente, —yo quería hacer el amor contigo, que me penetraras con fuerza y que nuestros cuerpos sudados fueran uno otra vez, luego mis paredes apretarían tu miembro duro, produciendo una deliciosa fricción que nos haría llegar a un maravilloso orgasmo, que sería como tocar el cielo con las manos…

Harry apretó la mandíbula con fuerza y sus ojos se oscurecieron de deseo, pero ambos sabíamos que ya no terminaríamos lo que habíamos empezado, al menos no hasta que yo estuviera libre de las órdenes de Ron, que inevitablemente obedecía.

—Está en el sofá de la sala, en el piso de abajo —susurró con voz ronca.

Sonreí y me levanté de la cama, corriendo hacia el piso de abajo

Encontré el pequeño muñeco en el sofá, pero realmente no sabía cómo utilizarlo, lo agité, le di vueltas, pero nada pasaba, fruncí el ceño y después de cuarenta minutos de estar agitando el pequeño muñeco me rendí, ¿cómo se supone que me vengaría de Ron ahora?

El teléfono sonó en ese momento.

— ¿Diga?

— ¡Hermione Jane Granger! —gritó Ginny del otro lado del teléfono. — ¿Qué diablos le estás haciendo a mi Draco? ¡Ha estado vomitando por media hora!

—Lo siento Ginny —dije apenada, —quería hablar contigo y no sabía cómo utilizar el muñeco.

— ¿Y por qué, maldita sea, no me hablaste por teléfono? —gritó escandalizada.

El teléfono... mmm... ¿por qué no se me ocurrió antes?

—Mmm… ¿entonces en donde quedaría la diversión Ginny? —pregunté con una risa nerviosa brotando de mis labios.

Ginny gruñó incoherencias y después colgó.

Evidentemente ella no me iba a ayudar a vengarme de Ron, suspiré, tal vez me vengaría luego, hoy me iría a dormir, había tenido suficiente por hoy.

.

.

El día siguiente estuvo más nublado que de costumbre, eso iba a ayudar en la fiesta, se vería más terrorífico, yo sólo esperaba que ya fuera media noche para así poder terminar con este jodido conjuro que me tenía en abstinencia sexual.

Llegamos al colegio unos minutos antes de que sonara el timbre.

Pero hoy se festejaba Halloween, y el colegio organizaba una fiesta de disfraces con el típico concurso de mejor disfraz. Así que los profesores estaban muy ocupados como para dar clase, todos sabíamos que hoy era día libre, aunque aún así debíamos acudir.

En el estacionamiento ya nos esperaban Ginny, Draco, Luna y Ron. Miré a Ron con los ojos entrecerrados, acusadoramente, él esbozó una sonrisa burlona en respuesta. Este día iba a ser todo un infierno.

— ¡Hey chicos! —les saludé.

—Hola Mione, ¿qué tal estuvo tu noche? —preguntó Ron, sonriendo.

Gruñí e intenté ignorarlo lo mejor que pude.

Después de un rato todos entramos a la cafetería.

Me percaté de que Draco estaba tomando un café, sonreí y saqué su muñeco de mi mochila, después lo agité un poco. Draco adquirió un tono verdoso en su rostro, parecía estar por vomitar, me sentí mal por él, pero era la única forma de vengarme de Ron, ya que Ginny no me ayudaba.

Draco se tambaleó mareado y el café fue a dar sobre Ron, que estaba a su lado, tal y como esperaba. Sonreí petulante.

Ron entrecerró los ojos y después una sonrisa malévola se formó en su rostro. Diablos. Comenzó a susurrar cosas a mi pequeña muñeca vudú, lo mire confundida, ¿qué mierda estaba haciendo?

Unos minutos después sentí mis pies moverse por sí solos, caminando hacia… ¡Oh no! ¡Todo menos eso!... El idiota de Viktor Krum me miró con esperanza cuando estuve frente a él.

— ¿Sabes por qué nunca salgo contigo, Viktor? Porque en verdad soy lesbiana, y estoy enamorada de Luna —dije, las palabras habían brotado de mis labios contra mi voluntad.

¿QUÉ YO, QUÉ?

Mis ojos se abrieron como platos al igual que los de Luna, Ron estalló en carcajadas y todos me miraban como si de repente me hubiera salido otro ojo.

Me sonrojé y fulminé a Ron con la mirada.

—Lo siento Viktor, era una apuesta que debía hacer —murmuré avergonzada.

Me dirigí a nuestro grupo casi corriendo, en donde Luna fulminaba a Ron con la mirada, sonrió y de su mochila sacó la Ginny miniatura, los ojos de Ginny se abrieron de miedo.

Luna manejó la muñeca con desenvoltura, de algún modo logró que Ginny caminara hacia Ron y le propinara una sonora cachetada.

— ¿Cómo te atreviste a seducir a Draco? —chilló indignada.

Mi boca se abrió hasta el suelo, esto se convertiría en una guerra.

Luna sonrió ampliamente. Harry se enfadó porque Luna había puesto a Ginny, su casi hermana menor, en ridículo frente a todos así que sacó su muñeco vudú. Luna comenzó a caminar hacia una mesa vacía, se subió sobre ella.

— ¡Quiero confesar que uso siliconas! —gritó Luna.

Jadeé, eso era… ¡Wow!

Y después… claro, como es de suponerse, Draco entro en defensa de su melliza.

Harry comenzó a caminar hacia el centro de la cafetería con pasos seguros, me pregunté qué era lo que pensaban todos de nuestro extraño comportamiento el día de hoy.

— ¡La tengo chiquita, por eso no he tenido sexo con Hermione! —gritó a los cuatro vientos.

Todos lo miraron y después a mí, alternativamente, me sonrojé furiosamente.

Ginny sacó el muñeco de Ron de su mochila enfadada.

—Tú empezaste esto Ron, así que sufre las consecuencias — murmuró.

Repentinamente Ron soltó un grito agudo, por un momento pensé que me había equivocado, pero efectivamente era Ron. Sofoqué una risa, ver a un "grandulón" como Ron gritando como niñita era cómico.

— ¡Soy gay y uso esteroides! —gritó con voz afeminada.

Volví el rostro para evitar que me vieran riendo.

— ¿Cómo te atreviste a hacer eso Ginny? ¡Él no tiene la culpa! —gritó Luna enfadada.

— ¿Qué no tiene la culpa? ¡Él estaba molestando a Hermione! ¡Desde ayer! —le contestó Harry, con el rostro rojo a causa del enojo.

— ¿Y Hermione tenía que desquitarse conmigo? ¡Vomite por media hora! — gritó Draco indignado.

— ¡Es porque Ginny no me iba a ayudar a vengarme de Ron! —le contesté cruzando mis brazos sobre mi pecho, irritada.

Nuestras voces subieron varias octavas en nuestra discusión, el lado bueno era que ya no estábamos usando los muñecos.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó una voz con autoridad.

Nos volvimos para ver al director del colegio, mirándonos con expresión severa y el ceño fruncido.

—Nada, sólo hablábamos de… la menstruación —dijo Ginny rápidamente.

¿La menstruación? ¿En serio? ¿No se le ocurrió algo mejor?

—Sí director, usted sabe que las mujeres estamos muy irritables con nuestra menstruación —dijo Ginny con tono casual, pasando el brazo por los hombros del director como si fueran viejos amigos. —Si quiere puede unirse a nuestra plática.

El director la miró con expresión horrorizada.

—No, no… creo que… está bien… si, está bien… sigan con lo suyo —murmuró rápidamente, zafándose de los brazos de Ginny y retirándose del comedor en menos de un minuto.

Me pregunté si había tenido una mala experiencia con su esposa… o bueno, supongo que con Ron como amigo... lo descubriremos después.

Después de nuestra pequeña guerra y de asegurarle a todo el instituto que sólo era una broma, salimos del instituto ya que Ginny había insistido en que era hora de ir a arreglarnos para la fiesta.

Mientras caminábamos por los pasillos para salir del instituto, las chicas se alejaban de mi como si tuviera una enfermedad contagiosa, rodé los ojos exasperada. Pansy Parkinson pasó a mi lado y me guiñó el ojo… ¡¿ME GUIÑÓ EL OJO!?... Creo que después de esto tendré que ir a terapia.

Una vez en mi casa, Ginny tardó alrededor de cuarenta y cinco minutos arreglando mi cabello, mientras Luna se encargaba de mi rostro. Ambas me enfundaron en un pequeño vestidito blanco, idéntico al de mi pequeña muñeca vudú, y me colocaron unas orejitas. Ginny se disfrazó de princesa y Luna de caperucita roja, en versión moderna.

Los tres atuendos exactamente iguales a los de los pequeños muñecos vudú.

Cuando bajamos las escaleras Ron, Harry y Draco, ya nos esperaban, con expresiones de fastidio, enfundados en sus disfraces de oso, león y príncipe, respectivamente.

Harry se veía muy lindo a mi parecer. No sé qué diablos le había hecho Ginny a su cabello pero tenía la apariencia de una melena, al igual que su muñeco vudú, y se veía igual de tierno y adorable, sonreí inevitablemente cuando lo vi. Sus ojos se iluminaron repentinamente, recorriéndome con la mirada y esbozando una sonrisa pícara.

Sonreí ampliamente y con movimientos lentos y sensuales, me acerqué a él. Me sentía como toda una modelo, segura y sexy… hasta que sentí un ligero mareo y me caí de boca en el suelo. Pude ver a Ron en la esquina riéndose, con mi muñeca entre sus manos.

— ¿Hermione estás bien? —preguntó Harry con expresión preocupada.

—Sí, claro —contesté secamente.

Llegamos en grupo al instituto, el gimnasio estaba oscuro, sólo las ligeras luces de color rojo, morado y anaranjado, iluminaban un poco el lugar. Había un gas esparcido por la estancia que lo hacía ver como niebla. Calabazas, brujas, telarañas, gatos negros; adornaban todo el gimnasio. Se veía increíble.

Suspiré pesadamente, lo único que yo quería era que fuera media noche.

—Lo pasaremos bien —murmuró Harry.

Asentí vacilante.

Deposité el muñeco vudú de Draco en la mesa al igual que todos los demás, y me senté en una silla al lado de Harry y Ginny. La noche fue… aburrida. Nunca me habían gustado las fiestas y esta no iba a ser la excepción. Harry debió de notar mi expresión de aburrimiento, ya que me propuso caminar un poco. Asentí inmediatamente, aferrándome a cualquier oportunidad de salir de aquí.

Cuando caminábamos hacia la salida del gimnasio, mi celular sonó.

— ¿Diga?

— ¿Chicos en donde están? Falta media hora para la media noche — dijo Ginny al otro lado del teléfono.

—En la entrada del gimnasio Ginny. ¿Qué pasa? —pregunté confundida.

—Acabo de leer las instrucciones para deshacer el conjuro. Debemos estar en el mismo lugar en el que hicimos el conjuro a la media noche, o el conjuro podría durar años antes de tener otra oportunidad de revertirlo —dijo atropelladamente, asustada.

—Vamos para allá —murmuré y corté la llamada.

— ¿Qué pasa? —preguntó Harry, mirándome directamente a los ojos.

—Al parecer debemos estar todos juntos en el bosque a media noche para deshacer el conjuro, o es probable que no podamos revertirlo después —balbuceé a causa del nerviosismo.

—Tranquila Hermione, todavía tenemos media hora para llegar —dijo con calma.

Suspiré aliviada.

Busqué el muñeco de Draco en mi bolso… pero no estaba, ¡mierda!

—Harry, no tengo el muñeco… ¡Perdí el muñeco vudú de Draco! — grité preocupada.

Corrí hacia la mesa que antes habíamos usado y en donde estaba segura lo había dejado… Estaba vacía. Sentí mis pies moverse por sí solos. "Diablos Ron, ahora no", pensé.

Tomé lo primero que tenía a mi alcance para evitar moverme contra mi voluntad, estiré la mano y simplemente agarré lo que estaba a mi lado… se sentía blando… aunque no estaba aguado… confundida levanté la vista, una chica pelinegra me miraba sonrojada, creo que se llamaba Cho Chang… y fue entonces que caí en la cuenta de que mi mano estaba en su trasero… Cho tenía buen trasero… Aparté mi mano rápidamente avergonzada.

—Lo lamento —murmuré, —pero tienes buen trasero, si te hace sentir mejor.

Cho salió corriendo en cuanto mi mano se apartó de su trasero… ¡Genial! Otra razón para que todos piensen que soy lesbiana —, ironicé en mi mente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que el muñeco vudú de Draco estaba tirado bajo la mesa… Duh! ¿Por qué no lo pensé antes?

Harry y yo corrimos hacia el bosque, todo estaba muy oscuro y casi no veía en donde pisaba, me caí varias veces. Llegamos al prado cuando faltaban tres minutos para la media noche, todos estaban allí esperándonos. Pero exactamente cuando estábamos a punto de llegar me tropecé y él muñeco de Draco salió volando por los aires.

— ¡Noooo! —gritó Ron atrapándolo y realizando movimientos lentos, simulando estar corriendo hacia la caja en la que ya estaban todos los demás muñecos.

—Ron, ¿qué mierda estás haciendo? —pregunté.

—Es para darle más dramatismo —se encogió de hombros. — ¿Nunca has visto que en las películas de Hollywood corren en cámara lenta? ¡Siempre he querido hacer eso! —dijo con entusiasmo.

Puse los ojos en blanco ante su explicación.

Finalmente Ron se dignó a olvidar su fantasía frustrada Hollywoodense, y colocó el muñeco vudú junto con los demás en la caja.

Nuestros relojes comenzaron a timbrar anunciando la media noche.

Todos nos abrazamos a la espera de lo peor… una llama se encendió y después despareció tan rápido como había aparecido.

Ron bufó.

— ¿Y eso es todo? ¿Todo este drama para eso? —Preguntó desilusionado, Draco palmeó su hombro en señal de apoyo. —Pero no se preocupen, yo me voy a encargar de preparar nuestro festejo para el próximo año —dijo entusiasmado.

No presté mucha atención a las palabras de Ron, ya me preocuparía de eso el próximo año… Ahora, sólo pensaría en la noche que pasaría con Harry y que tanto había esperado.
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Autora: Alessa Masllentyle

Tradutora: Julia Spinosa

Beta: Kessy Rods
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—Bella, por favor. Escúchame. Tú no entiendes… esto… no es… yo te prometo que te daré el mejor orgasmo… lo de Leah no fue… solo practicaba… 

Ignoré deliberadamente las suplicas de Jacob, ¿él darme el mejor orgasmo? No… ¿él darme un orgasmo? Bufé con incredulidad y evité mirar su pobre anatomía, no quería romper a llorar de nuevo. 

Miré por primera vez a Leah que estaba sobre el sofá sosteniendo con fuerza la sábana a su alrededor y de ese modo cubriendo su cuerpo desnudo. Gruñí. Elevando mi rostro y lanzándole dagas con los ojos cuando la perra se atrevió a desafiarme con la mirada. 

Aparté la mirada y me sostuve con fuerza de la camisa de Edward obteniendo de ese modo su absoluta atención, lo miré suplicante y el con una última mirada a Jacob me arrastró fuera de ese apartamento. 

El silencio se apoderó del pequeño elevador. 

Aún me costaba entender que era lo que me había hecho permanecer al lado de Jacob durante tanto tiempo, es decir, he ahí por qué nunca tuve un orgasmo, con lo microscópico que era su miembro apenas lo sentía dentro de mí, supongo que el amor vuelve idiota a la gente. 

Me obligué a apartar esos pensamientos y dejar de lamentarme, ahora debía seguir con mi plan de largarme de Inglaterra e ir en busca de Alice para ser libre y desahogarme con mis vacaciones en soledad. No necesitaba la evidente lástima que ahora seguramente Edward sentía por mí. Me las arreglaría sola. 

—Edward, podemos ir de viaje a buscar a Alice —sugerí, una vez que bajamos del elevador. 

Él se mantuvo en silencio unos minutos, sospesando a fondo mi idea y después una máscara de indiferencia cubrió sus facciones. 

—Tal vez sea lo mejor —murmuró con voz inexpresiva. 

Asentí y seguí caminando. 

Mantuve mi paso con Edward a mi lado hasta que escuché las sirenas de una patrulla cerca de nosotros y la voz de una mujer gritando como loca. Me tensé y volví la mirada. 

La mujer loca que nos había metido al local porno corría gritando a todo pulmón en dirección nuestra y un poco más adelante había una patrulla con el oficial gordo que no había logrado seducir. Estoy segura que el color abandono la piel de mi cuerpo, ya que Edward volvió la mirada y sus ojos se abrieron como platos, casi estuve segura de que escuché murmurar a Edward: No jodan. Bajo su aliento. 

¿Acaso todos habían confabulado en nuestra contra? Solo faltaba que Jacob apareciera por la calle corriendo desnudo con su pene miniatura al aire suplicándome que lo escuchara. 

Casi me abofeteé por pensar eso cuando minutos después vi a Jacob corriendo detrás de la mujer que nos perseguía agitando los brazos como desquiciada y con Leah persiguiendo a Jacob, supuse que quería detenerlo e internamente recé porque lograra convencerlo de volver a su departamento. Mi rostro se tornó color escarlata al ver el show que estábamos montando en la calle. 

El repentino tirón de Edward me sacó de mi trance y no tuvo que decir nada para que ambos saliéramos corriendo. 

Aún los escuchaba a todos corriendo detrás de nosotros y también el jodido sonido de las sirenas, para nuestra suerte había demasiado tráfico, suspiré un poco más aliviada, un punto a nuestro favor. 

Mi mente logró captar algunas frases entre todo el griterío de esos desquiciados. 

“¡Vamos Bella! ¡Regresa conmigo! ¡Te amo, lo de Leah solo fue una práctica! ¡Ya sabes lo tonta que es tu prima!” 

“¡Vuelvan! ¡Son mis mejores actores porno! ¡No crean que los dejaré ir tan fácil!” 

Me estremecí al pensar en la posibilidad de que cualquiera de ellos lograra alcanzarnos, ¡sería nuestro fin! Edward se escabulló entre un grupo de personas y logramos entrar a un centro comercial. Había demasiada gente y rápidamente logramos perderlos de vista. 

Suspiré. 

Edward me miró unos minutos y después expulsó todo el aire de golpe, intentando regular su respiración. 

—Tal vez si sea mejor que salgamos de este país y busquemos a Alice cuanto antes —murmuró Edward con voz jadeante. 

Finalmente y por alguna extraña razón… Edward y yo estábamos de acuerdo en algo. 

Empaqué toda la ropa que Alice había mandado hacer especialmente para Edward y para mí en un par de maletas. Al menos Alice había tenido la bondad de preocuparse por nuestra ropa estando esposados, aunque tampoco creo que haya sido un sacrificio para ella. Nuestros departamentos estaban llenos con montones de ropas que Alice había mandado hacer especialmente para nuestra singular situación. 

Edward llamaba frenéticamente a diferentes aerolíneas intentando conseguir dos pasajes a Hawái, algo me decía que no encontraríamos a Alice en ese lugar. Ella nos conocía lo suficientemente bien para saber que iríamos a buscarla y decirnos el lugar al que realmente no sería muy inteligente de su parte. 

Pero tal vez me equivocaba con mis suposiciones, así que iríamos a Hawái a buscarla y si no la encontrábamos, buscaríamos en todos los posibles lugares a los que Alice pudo haber ido. 

Resoplé. 

Mierda. Como odiaba a Alice en este momento. 

—Salimos en un par de horas —anunció Edward cortando la llamada y depositando su celular en la mesita de noche. 

Asentí. 

—Están listas las maletas —susurré, evitando su mirada. 

Nuestra relación era extraña. Un segundo estábamos felices y al siguiente no podíamos mirarnos a la cara, es decir, Edward había estado bien conmigo después de lo sucedido en la plaza y cuando habíamos sido arrestados, pero en cuanto mencioné a Jacob y después, cuando le dije que debíamos buscar a Alice, me había tratado tan indiferente como siempre. 

¡¿Quién mierda entiende a los hombres?! ¿No era Edward el que estaba desesperado porque Alice nos quitara las malditas esposas? ¿Ahora cuál era su jodido problema? 

Repentinamente un calorcito inundó mi cuerpo, mi visión se pintó de un espeso rojo y mis manos se cerraron en puños; estaba enojada con Edward por creer tener el derecho de hablarme y después enfadarse conmigo por nada. 

Tomé mi maleta y de un tirón logré que Edward me siguiera. Abajo, el taxi nos esperaba para llevarnos al aeropuerto. 

Evité la mirada de Edward y lo ignoré. Fulminé a las personas que nos lanzaban miradas curiosas al ver las esposas rodeando nuestras muñecas y manteniéndonos unidos. 

Cuando el avión estaba por despegar cerré los ojos dispuesta a dormir y no tardé mucho en hundirme en el mundo de los sueños. Desperté cuando sentí el sol golpeando mi rostro, arrugué la nariz deseando que alguien cerrara la maldita cortina. 

—Despierta Bella —murmuró alguien en mi oído. 

Levanté mi mano y le propiné un manotazo a quien sea que se haya atrevido a molestarme en mis horas de sueño. 

Cuando abrí los ojos encontré a Edward quejándose y cubriendo sus partes nobles. Me sonrojé. Bueno, eso le pasaba por despertarme. 

—Golpeas fuerte —jadeó. 

Resoplé. 

—Deja de quejarte. Mira el lado bueno, pronto te vas a deshacer de mí. 

Sus ojos se opacaron y un sentimiento que no supe identificar cruzó por sus ojos, después se mantuvo impasible y sonrió con desdén. 

—Tienes razón, muero por deshacerme de ti. —Su voz contenía el timbre arrogante que tan bien conocía—. El avión aterrizo, vamos. 

Tomamos nuestras maletas. Sonreí cuando en las puertas del aeropuerto vi a un gran hombre con una faldita hawaiana y un par de cocos como vestimenta; sus brazos y su torso mostraban las horas que posiblemente pasaba a diario en el gimnasio, su cabello era oscuro y rizado y sus ojos de un vivaz color miel. 

Simulaba que tocaba un bongo —el sonido era alarmantemente horrible— y sonreía amistosamente a los recién llegados dándoles la bienvenida mientras mecía sus caderas horizontalmente provocando que su faldita hawaiana se moviera igual que las películas. 

Se volvió hacia mí y sonrió ampliamente, después se acercó a nosotros y tomó mi mano depositando un beso en ella. 

Escuché a Edward bufar bajo su aliento. 

—Dígame señorita, ¿va a algún lugar en especial? —preguntó con aire seductor. 

Sonreí. 

—No, en realidad no. Busco a mi amiga, pero no estoy segura de que se encuentre aquí 

Frunció el ceño y acarició su barbilla pensativamente. 

—Podemos pedir información de los turistas. 

Casi suspiré con alivio, este chico se iría al cielo después de esto. 

—Claro, muchas gracias. 

Me di la vuelta, pero antes de poder seguir caminando sentí su mano sosteniéndome del antebrazo e impidiéndome seguir caminando. Me volví y lo miré desconcertada. Su mirada apreciativa me hizo ruborizar de una manera que estaba segura nunca haberme sonrojado. 

Esperaba que no fuera ningún otro loco. 

—Podría acompañarlos, si quieres —dijo tímidamente. 

Vacilé, sospesando mis opciones; finalmente decidí que correr el riesgo no sería un problema, después de todo incluso comenzaba acostumbrarme a las personas delirantes. 

—Claro. Por cierto mi nombre es Bella y él, es Edward —contesté, extendiendo mi mano. 

—Emmett McCarty: la perdición de las chicas —dijo moviendo las cejas sugerentemente. 

Le devolví una sonrisa que esperaba fuera coqueta. Si ya no estaba con Jacob no veía ningún problema con coquetear con alguien más y menos si era alguien como Emmett. 

— ¿Enloqueciste acaso? No podemos dejar que venga con nosotros, ¡ni siquiera lo conocemos! —bramó Edward, furioso. 

Ignoré sus palabras y me dediqué a hablar con Emmett, era un gran chico y en realidad me agradaba. Cuando Edward se percató de que Emmett no se separaba de mí, se dio por vencido y aceptó que nos acompañara. 

Estuvimos frente a un inmenso edificio en unos minutos, Emmett se encargaría de todo mientras Edward y yo lo esperábamos en la sala de espera. 

Alrededor de media hora más tarde Emmett apareció frente a nosotros sonriendo apesadumbrado. 

—No hay ninguna Alice Cullen registrada en Hawái —dijo Emmett, confirmando mis sospechas. 

Era obvio que Alice no estaría aquí, de ser así no nos habría dicho al lugar que viajaba. ¡Genial! Ahora debíamos buscar a Alice por todo el mundo. Mentalmente tracé una lista de todos los lugares a los que Alice quería ir, y era una lista realmente larga: París, Roma, México, Japón, España...

Y la lista sigue… considerando que ya estábamos en América pensé que lo mejor era viajar a México primero, pero antes, ya que estábamos en Hawái debíamos disfrutar un poco. 

— ¿Serías tan amable de mostrarnos la belleza de Hawái, Emmett? —le pregunté y un brillo iluminó sus ojos rápidamente. 

— ¡Eso sería fabuloso! —gritó entusiasmado—. Conocerán Hawái en toda la extensión de la palabra —aseguró con una sonrisa en su rostro. 

. 

— ¡Otro sweet lalinali! —grité, levantando mi vaso vacío. 

—Sweet leilani para la señorita —dijo el mesero, depositando un nuevo vaso con la bebida en la mesa y enfatizando el nombre de la bebida. 

Lo miré enfadada y resoplé. 

— ¡No te atrevas a corregirme, idiota! —grité, lanzándole el vaso a la cabeza. 

Para mi mala suerte el alcohol que corría por mis venas empeoraba mi puntería así que el vaso paso volando a su lado hasta que impactó con la pared haciéndose añicos. 

Bufé. Mala suerte. 

— ¿Edward? 

Lo sacudí un poco con mi mano, parecía que estaba muerto. La mitad de su cuerpo estaba recostado sobre la mesa mientras que lo otra colgaba lánguidamente y creo que ni siquiera respiraba. Joder. Ahora tenía que cargar con un muerto, ¡lo que me faltaba! Un ronquido rompió mis pensamientos y suspiré aliviada. 

Miré a Emmett que aún estaba algo consiente. Quería hacer algo que marcara mi vida. Algo que me hiciera recordar esta noche por siempre. 

— ¡Emmett! —aullé. 

Me miró y sonrió un poco, casi se cae cuando intentó ponerse de pie, al parecer yo era la más sobria de los tres. 

Después de lograr que Edward y Emmett caminaran en línea recta… sonreí caminando hacia el lugar que marcaría mi recuerdo en Hawái. Tuve una extraña sensación de deja vú pero inmediatamente la ignoré, es decir, no es como si me emborrachara e hiciera tonterías todo el tiempo. 

La mujer nos sonrió amistosamente cuando cruzamos la puerta, todo fue como un borrón, mi mente comenzaba a caer en el sopor del alcohol, así que no lograba captar lo que sucedía, al menos hasta que sentí algo filoso atravesar mi piel. 

Grité y todo el alcohol abandono mi cuerpo, dejándome totalmente sobria, al igual que Emmett y Edward que miraban desconcertados a su alrededor. 

En definitiva mi próxima parada era en un centro de ayuda para Alcohólicos Anónimos. Me prometí. 

Cuando el sopor huyó de mi cuerpo y la sobriedad inundó mi mente confusa —aclarando de ese modo mis pensamientos— logré examinar mí alrededor. 

Estaba recostada sobre una camilla, mi cuerpo flácido, cubierto por una bata horrible color azul celeste. Fruncí el ceño. No recordaba haberme cambiado y mucho menos haberme recostado en una camilla. 

Cuando levanté la mirada continuando con mi examen la sangre se heló en mi cuerpo y comencé a hiperventilar, casi sentí que mi corazón se quería escapar de mi pecho. 

Una mujer de bata blanca sostenía un bisturí en alto sobre mi cuerpo inerte, la habitación solo estaba iluminada por una luz que se fijaba directamente en mis costillas, juro que casi pude ver los jodidos relámpagos detrás de ella completando la escena de una maldita película de terror barata. 

Cuando me encontré con la mirada de Emmett y Edward, noté que sus rostros tenían una mueca de pánico tatuada. 

Me alejé de la loca del bisturí buscando refugio al lado de Edward que estaba en la camilla a mi lado —ya que las esposas nos impedían separarnos— pero ambos caímos al suelo por mi rápido movimiento. 

No sentía mis piernas y el terror inundó mi cuerpo. Solté un suspiro de alivio cuando al mirar hacia abajo noté mis piernas intactas, ¿entonces por qué no las sentía? 

Temblé, la adrenalina corría por mi cuerpo. 

— ¿Porque estamos aquí? —balbuceé, aterrada por su respuesta. 

La mujer frunció el ceño, casi con confusión. 

—Ustedes vinieron a donar sus riñones. 

Por el rabillo de mi ojo noté a Emmett ponerse verde y cubrir su boca, por un momento pensé que vomitaría. Por el contrario Edward estaba tan blanco como la cal y sus ojos entornados. 

Por mi parte estaba segura que mi expresión era una mezcla de las que demostraban los dos en este momento. Es decir, no tengo nada en contra de donar, siempre que esté en mis cinco sentidos, además… amaba demasiado mi riñón. 

Me arrastré hacia la puerta de la salida como pude en un desesperado intento por salvar mi riñón. Joder. Extrañaría mi riñón. 

Apenas me di cuenta cuando Emmett me tomó entre sus brazos levantándome y ayudando a un Edward tambaleante que parecía también tener problemas para moverse. 

— ¡Esperen, no pueden irse! —gritó la mujer cuando salimos corriendo—. Los chicos esposados tienen anestesia. ¡Se pasara dentro de 48 horas! ¡No podrán caminar hasta entonces! 

Me arrastraré si es necesario, pensé. 

Cuando comprendió que ignoraríamos sus advertencias salió corriendo detrás de nosotros. Chillé de miedo; el bisturí aún estaba en su mano, me pregunté si no se había percatado de ello, pero por si las dudas le grité a Emmett que apresurara el paso. 

Imaginé que la mujer aparecería frente a nosotros y nos gritaría algo como: 

“—Prepárate para perder tu riñón —una pausa dramática—, ¡para siempre! 

— ¡Nooooo!— gritaría mientras la mujer reiría maléficamente frente a mí.” 

O algún cliché parecido de alguna película de terror. 

Me estremecí. Aun no quería morir… ni perder mi riñón. A nuestro lado Edward era llevado a rastras por las esposas que nos impedían separarnos demasiado mientras se trasladaba como podía a la salida. Moriremos. ¡Qué jodida era la vida! ¡No era tan mala como para merecer morir de esta forma! No había hecho mi buena obra del día, sí, debía ser eso. Me prometí a mí misma que si salía de esto ayudaría a la humanidad y encontraría una cura para la maldad humana. 

Solté un chillido cuando la enfermera diabólica saltó frente a nosotros con el bisturí sostenido firmemente en su mano derecha. Rió malévolamente y nos miró con los ojos entornados. ¡Y yo que creía haber visto todo tipo de cosas en este mundo! 

Emmett detuvo sus pasos y una mirada de determinación brilló en sus pupilas. Me depositó en el suelo y noqueó a la enfermera que exhaló bruscamente el aire ante el peso del enorme Emmett. 

Entorné los ojos. 

¡Qué manera tan efectiva para escapar! Debía pedirle a ese mastodonte que me enseñara a hacer eso si quería sobrevivir con vida este viaje. Los tres suspiramos con alivio al verla medio abrumada, nos daría tiempo suficiente para escapar. 

— ¡No los dejaré escapar tan fácilmente! ¡Firmaron un contrato! ¡Los encontraré! —advirtió en un grito, por suerte estaba lo suficientemente lejos para poder alcanzarnos. 

¡Qué loca! Ignoramos sus palabras, después de todo… ¿qué tan ciertas podían llegar a ser? No es como si nos fuera a perseguir en nuestro viaje por todo el mundo. 

Bufé y Edward a mi lado me imitó. 

48 jodidas horas. ¿Qué se supone que íbamos a hacer mientras tanto? ¿Mirar el techo frente nosotros como habíamos hecho hasta ahora? Mierda. Además de esposada ahora no podía moverme. Estúpida anestesia. 

Emmett salió silbando del cuarto de baño. 

Nos miró y esbozó una amplia sonrisa. 

— ¡Buenos días! —exclamó con entusiasmo—. ¡Una gran aventura la de anoche! Sabía que unirme a ustedes sería la experiencia de mi vida —dijo con jovialidad. 

Gruñí, maldito suertudo. ¿Porque no le habían aplicado la anestesia a él antes? El karma es una mierda. 

Tomó lugar en un reducido espacio a mi lado en la cama individual. Se acercó a mi rostro y me obsequió una sonrisa deslumbrante. 

Las cosas no habían cambiado demasiado en un día con Emmett, por alguna extraña razón el me coqueteaba e insinuaba una que mantuviéramos una relación, Edward le gruñía alegando que no soportaba sus niñerías y yo bufaba ignorando al par de idiotas que lamentablemente eran mi única compañía en este viaje. 

Se acercó a mi rostro con sus ojos fijos en los míos —la tensión sexual entre nosotros parecía elevarse con las horas que pasábamos juntos—, pidiendo mi permiso para poder besarme. Mi mirada expectante fue suficiente incentivo para que acercara más su rostro. Cerré los ojos esperando el contacto pero en cambio un tirón de mi mano izquierda y la fuerza de la gravedad me llevaron a un cuerpo cálido y sorprendentemente duro. 

Jadeé por aire. 

¡¿Pero qué mierda?! 

Miré hacia arriba como pude y Emmett aún permanecía con los ojos cerrados, sus labios buscando mi boca hasta que finalmente cayó sobre la cama en medio de la búsqueda. Rodé los ojos. Regresé mi vista a Edward debajo de mí y lo fulminé con la mirada. ¿Quién mierda se creía para impedir que me besara con Emmett? 

Cullen podía joderse y después besar mi trasero. 

Evitó mi mirada y la piel de su rostro enrojeció. Guay. No sabía que podíamos sonrojarnos mientras estábamos anestesiados. Me abofeteé mentalmente por mis pensamientos estúpidos. 

Emmett levantó la cabeza desconcertado hasta que nos encontró en el suelo. Joder Emmett, muévete y sácame de encima del idiota de Cullen. Me tomó entre sus fornidos y musculosos brazos, suspiré en respuesta a la suavidad de sus movimientos, enamorarme de Emmett no sería tan difícil como pensaba. Me levantó lo suficiente para sentir un tirón de las esposas —ya que Edward aún permanecía en el suelo— y como la gravedad me llevaba hacia abajo de nuevo con mi rostro impactando contra en el frío linóleo. 

Joder, suerte que estaba anestesiada o habría dolido hasta la mierda. Rectifico, Emmett no entendería el significado de suave ni delicado aunque un autobús se impactara contra mi cuerpo. 

Levantó mi cabeza y miró mi rostro unos minutos. 

— ¡Wow! Bella, tu rostro esta rojo, ¡creí que eso no era posible cuando estabas anestesiado! —exclamó con sorpresa. 

Rodé los ojos. 

Ambos nos distrajimos cuando el estúpido capítulo de Bob Esponja fue abruptamente cortado para un reporte del noticiero. 

“Interrumpimos este interesante programa con una noticia de última hora…” 

Bufé con incredulidad, era lo típico que pronunciaban en una película barata. Mierda, era mi capítulo favorito. 

Regresé mi atención al televisor cuando nombraron a los padres de Edward y a los míos. 

“…los Cullen y Swan no parecían muy felices al enterarse de lo recién ocurrido. 

—No sabemos nada respecto a esto, pero hablaremos con ellos lo antes posible para arreglar este mal entendido —declaró Charlie con semblante serio. 

— ¿Usted tiene algo que decir al respecto señor Cullen? —preguntó el entrevistador. 

—Creo que nuestros hijos aprenderán las consecuencias, podrían desaparecer su circo ahora. Se los agradeceríamos —replicó con voz dura. La mirada fría en su rostro demandaba obediencia. 

Tal parece que los pequeños herederos de las empresas Cullen&Swan Inc. deben aprender a no armar escándalos o la buena fama que han construido sus padres se vendrá abajo…” 

Después de la entrevista a nuestros padres fuera de las empresas familiares, el video de lo ocurrido ayer por la tarde se reprodujo en el televisor. 

Me pude ver al lado de Cullen corriendo como desquiciados y con una tropa de locos detrás de nosotros, entre ellos Jacob desnudo en todo su esplendor, la loca que gritaba con el lubricante en su mano derecha mientras lo agitaba salvajemente para llamar nuestra atención. Parecía una caravana. 

Tragué pesado. Charlie y Reneé no estarían felices con eso. Mucho menos considerando que se hizo público y ellos siempre mantenían las apariencias de familia perfecta con el fin de conservar la empresa en lo alto. 

Supe que Edward estaba también en problemas cuando su piel se puso pálida como la cal. En el reportaje Carlisle no se veía nada feliz, jamás lo había visto tan enfadado. 

Nuestros celulares comenzaron a tintinear dos minutos más tarde, casi como si estuvieran sincronizados. 

Me estremecí, estábamos en problemas y ni siquiera podíamos movernos por la estúpida anestesia. 

Emmett permanecía con los ojos desorbitados mirando a la nada. Unos momentos después nos miró. 

—Tal parece que debemos escapar lo antes posible, ¿uh? 

Emmett tomó las maletas y se las entregó al botones que esperaba afuera de la habitación del hotel. Se llevó las maletas y desapareció de nuestro campo de visión. Emmett tomó el sombrero y recogió mi cabello de modo que no se viera lo largo que era, me colocó unos lentes de sol y por último para completar su excelente disfraz pegó un bigote falso sobre mis labios. 

Gruñí, en cuanto pudiera moverme golpearía a Emmett. 

El bigote falso hacía cosquillas en mi nariz. Por suerte, no había sido tan malo como el disfraz de Edward. 

Su cabello era completamente cubierto por un gorrito, lentes de sol y una cobija mientras Emmett lo recostaba sobre una carreola. Por supuesto que Emmett no podría cargarnos a ambos, sin importar todo el tiempo en el gimnasio que él pasara. Pero maldición, solo a Emmett se le ocurriría llevar a Edward en una carreola y hacerlo pasar por un bebé, ¿de dónde diablos había sacado esta estúpida idea de todos modos? 

Si no es porque la anestesia mantenía inmovilizados mis músculos, sé que estaría llorando de la risa. Casi sentí lastima por Edward, casi. 

De ese modo terminamos en el aeropuerto: con Emmett cargándome entre su musculoso y grueso brazo izquierdo mientras que con el derecho empujaba la carreola en la que iba Edward, ya que no lo podía mantener demasiado lejos a causa de las esposas que nos mantenían unidos y tantos problemas nos había ocasionado. 

Podía ver a la gente lanzándonos miradas con lo extraño de la escena. 

Yo con mi bigote, los lentes de sol que casi cubrían mi rostro de lo grandes que eran, y el sombrero tipo Bruno Mars. Edward con sus gigantes lentes de sol —al igual que yo— un gorrito tejido de color verde pasto y la gran cobija cubriendo el resto de su cuerpo. Por ultimo Emmett caminando animadamente y silbando con jovialidad, sin el menor atisbo de nerviosismo o preocupación por la imagen que dábamos. 

¿En qué momento se me ocurrió que viajar con Emmett a cargo de todo era una buena idea? 

Estábamos oficialmente jodidos. 



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Alessa Masllentyle

Hola, soy Alessa. Escritora, lectora ávida y por mucho que intente no serlo: soñadora. Entre mis pasatiempos se encuentran los k-dramas, la lectura Young-Adult, escuchar música y escribir un poquito de todo.

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