by - septiembre 07, 2014



Carlisle POV

La epidemia de gripe estaba golpeando demasiado fuerte y el virus se esparcía de modo imposiblemente rápido, ni siquiera yo tenía un modo de cambiar eso, sólo podía limitarme a cuidar de mis pacientes hasta que la enfermedad los matara.

Era cruel e inhumano pero no podía hacer otra cosa, no había nada que pudiera hacer para mantenerlos con vida, me resigné y me dediqué sólo a cuidarlos.

El sol empezaba a salir y mi turno terminaba, me sentía culpable por no poder quedarme a ayudar en lo que podía, pero también estaba feliz porque en poco tiempo estaría con mi hija.

—¡Doctor Cullen! —gritó una enfermera corriendo hacia mí.

—La señora Masen quiere hablar con usted. —Tomó una bocanada de aire tratando de acompasar su respiración debido a la carrera que hizo para encontrarme—. Parece que son sus últimas horas. —Agregó.

Suspiré.

Caminé lo más rápido que daban mis pies —como humano— para salir rápido e ir con mi hija y también porque le había tomado mucho cariño a Elizabeth Masen y a su hijo.

Llegué al pasillo en donde, en la cama numero veinte, descansaba la joven mujer con rostro pálido y amarillento que al contraste con sus ojeras la hacían lucir terriblemente cansada, sus labios estaban blancos y su cuerpo empapado de sudor; toqué ligeramente su mano y pude notar la fuente de su incesante sudor —estaba ardiendo en fiebre— además de que a mi ligero toque se estremeció.

Era increíble verla de ese modo, apenas hace unos días había entrado aquí, un día después fue traído su hijo que llegó mucho más grave que ella y me había rogado cuidara de él.

Con el tiempo Elizabeth se había mantenido y mejorado pero ahora por alguna razón se había dejado llevar y sólo le quedaban como mucho un par de horas de vida.

—Doctor —susurró Elizabeth casi inaudiblemente para un humano—, doctor, doctor… —Me llamaba una y otra vez pero sin tener ni siquiera la fuerza para hacerlo con los ojos abiertos.

Me acerqué a ella con cuidado, me dolió verla de ese modo, era una buena persona y no merecía este sufrimiento. Suspiré. Esto me deprimía demasiado.

Pero al recordar a mi hija tuve la fuerza suficiente, no quería que me viera mal o deprimido, sólo serviría para preocuparla innecesariamente y no quería eso para ella, la amaba demasiado, sentía como si en verdad fuera mi hija de sangre y hubiera esperado siempre su llegada, sonreí ampliamente imaginando eso, porque no importaba nada, Isabella era mi hija y siempre iba a querer a mi niña como tal sin importar nada más.

Tras esos pensamientos toqué ligeramente el brazo de Elizabeth y ella con un gran esfuerzo logró abrir los ojos para mirarme fijamente.

—Sálvelo. —Me ordenó con voz ronca, la única que su garganta podía emitir ya.

—Haré cuanto esté en mi mano. —Le prometí al tiempo que tomaba su mano.

Tenía tanta fiebre que probablemente no sintió la gelidez antinatural de la mía. Su piel ardía, por lo que todo debía parecerle frío al tacto.

—Debe hacerlo. —Insistió mientras me aferraba la mano con tanta fuerza que me pregunte si después de todo, conseguiría sobrevivir a la crisis. Sus ojos eran duros como piedras, como esmeraldas—. Debe hacer cuanto esté en su mano. Incluso lo que los demás no pueden, eso es lo que debe hacer por mi Edward.

Su pedido me asombró y no supe qué responder a eso, si en verdad sabía mi secreto, ¿en verdad quería esto para su hijo?

Segundos después perdió la conciencia y nunca más la recobró, mi vista fue hasta Edward que descansaba en una camilla al lado de su madre, notablemente más grave.

Su rostro era amarillento pero con aspecto descuidado, sus labios tan blancos como el papel y su cuerpo estaba el doble empapado de sudor a comparación con su madre.

Parecía casi un cadáver de no ser porque podía escuchar los rápidos latidos de su corazón luchando por seguir bombeando sangre y su respiración pesada intentando obtener el oxigeno suficiente, pensaría que está muerto.

Las palabras de Elizabeth revolotearon en mi mente repitiéndose una y otra vez, no podía hacerlo, no podía condenarlo a esto.

Por alguna razón —que no logré comprender— en mi momento de indecisión la imagen de mi hija apareció frente a mis ojos pero, ¿qué tenía que ver Bella con mi decisión? Nada, absolutamente, ¿o sí? Conocía muy bien a mi niña, por esa razón no le encontraba sentido; no lo conocía y por eso su imagen en mi mente era algo confuso, pero algo me decía que mi decisión era importante, ¡vaya! En verdad estaba perdiendo la cabeza, mi vista se fijó otra vez en el chico frente a mí, ¿podría ser que ellos tendrían algo más que una simple amistad?

No, no, no, pensé repentinamente enojado, él no podía estar con mi niña, si la lastimaba yo me encargaría de matarlo. Suspiré. En verdad estaba mal, ¿qué me había llevado a esa conclusión? No tenía sentido.

Decidí llevarlo conmigo y salvarlo tal cual su madre pidió, además ya le había tomado mucho cariño; lo tomé en mis brazos después de llevar a su madre a la morgue, pude notar que sintió mi contacto, ya que su piel se erizó y se removió, pero después se volvió a calmar acostumbrándose a mi temperatura.

Salí por la puerta trasera para pasar desapercibido.

Afuera el viento soplaba con fuerza, podía sentirlo desordenando mi cabello y chocando contra mi rostro; Edward se estremeció en mis brazos al sentir el frío viento en contacto con su cuerpo para después volver a perder el conocimiento.

Caminé lo más rápido que pude, pero con personas a mí alrededor no pude hacer mucho, hasta que alcancé un callejón oscuro y solitario; corrí demasiado rápido para que ningún humano pudiera verme.

En el trayecto comencé a arrepentirme de lo que estaba haciendo, puede que Bella sea mi hija, pero somos una familia y su opinión estaba junto con la mía, en estos doscientos cincuenta y tres años viviendo con ella ha sido así y ahora no estaba tomando en cuenta su opinión, me sentí mal por eso; pero otra vez esa vocecita en mi cabeza me dijo que lo que estaba haciendo estaba bien y que debía terminar lo que había empezado, en una parte tenía razón: debía terminar lo que había empezado, ya lo había comenzado así que ahora debía hacerme responsable de mis actos y acabarlo.

Suspiré y seguí mi camino; cuando llegué a nuestra casa estaba vacía así que supuse que Bella habría salido a cazar, subí a Edward y lo acosté en mi cama, con una sonrisa divertida recordé como llegó esta cama a mi habitación, Bella la había traído el día que nos mudamos y cuando le pregunté al respecto su respuesta me habría sonrojado de ser posible, sus palabras exactas habían sido: "Tal vez pronto tenga una mamá y no creo que vayas a estar jugando damas chinas con ella, ¿o sí?" Mientras movía las cejas sugestivamente, reí ante ese recuerdo, ella sí que era especial.

Las horas pasaron llevándose consigo las sombras para dar paso a los rayos del sol sin haber rastro de mi niña, hacía horas que mi ponzoña se esparcía por las venas de Edward comenzando la transformación; salí al patio a buscar su rastro, pero fue imposible.

Abruptamente me di cuenta de todo y apresuradamente subí a su habitación, estaba igual que siempre a simple vista pero en su armario no había nada, estaba completamente vacío, se había llevado la gargantilla que le había regalado en su primer cumpleaños que pasó conmigo, una cadena de oro con un dije en forma de sol de oro también adornado con pequeños diamantes azules, cuando se lo regalé fue pensando en lo que ella era para mí, un sol que iluminó mis días desde que apareció en mi existencia.

Suspiré, ¿entonces por qué se había ido?, ¿no me quería cerca de ella? Varias preguntas surcaron mi mente, preguntas que dolían, me senté en su cama y el crujido de una hoja de papel debajo de mí me hizo levantarme nuevamente, estaba perfectamente doblada y con la pulcra letra de mi hija estaba escrito mi nombre, con cuidado la tomé y comencé a leer.

Papá:

Te quiero mucho pero ya no puedo seguir aquí, no puedo volver a pasar lo que en mi vida humana viví.

Me es imposible tener que ver como tú al igual que mis padres biológicos a pesar del amor que me profesaban siempre me dejaban después de su trabajo, siempre en segundo lugar. No puedo. Esperar a que suceda lo mismo y ver como sucede de nuevo acabaría conmigo; te quiero, muchísimo, demasiado, eso jamás lo dudes, pero tengo miedo, después de todo sigo siendo una adolescente y con eso mi más grande defecto es la cobardía, como toda niña con temor a perder el amor de su padre.

Espero que no me odies, sigue con tu vida, en algún momento nos volveremos a encontrar, de alguna forma lo sé. Nunca te olvidaré, porque tú lo eres todo para mí a pesar de mi decisión. Perdóname por todo y gracias por todo lo que me diste en este tiempo.

Te quiere por siempre.

Bella.


Mi muerto corazón dolió, pero la entendía, yo tendría miedo estando en su lugar así que le daría su espacio.

Porque aún si mi niña regresara en dos milenios la recibiría con los brazos abiertos, la sentía tanto como mi hija que estaba en sintonía con ella, la conocía tan bien que sabía los porqués de sus reacciones o de sus acciones.

Esperaba que nadie la lastimara ya que por alguna razón sabía que volvería, tal y como había dicho, y si mientras está fuera tiene alguna pareja y él la lastima yo mismo lo desmembraría y quemaría. Sólo espero que mi pequeña no tarde mucho en regresar.

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