by - septiembre 07, 2014



Ya han pasado doscientos cincuenta y tres años desde que vivo con Carlisle, mi padre, todo es genial.

Los recuerdos de cuando conocí a Jonh, a la pequeña Ellie, cuando le presenté a Carlisle mi novio —y aprendí que es mejor no hacerlo—, después cuando tuvimos que mudarnos y tuve que dejar a Jonh y le dije que ya no podía estar con él, diversos recuerdos llenaban mi mente.

Actualmente estamos viviendo en Chicago y es el año de 1918, pero tengo el extraño presentimiento de que algo malo pasará.

Una de mis visiones indicaba que exactamente en una semana una fuerte pandemia caería, busqué algo más, alguna razón que explicara mi extraño presentimiento.

Otra visión llegó a mí.

…Carlisle estaba triste y deprimido, lo que lo hacía ver casi demacrado, imposible para un vampiro pero supongo que debió de ser muy fuerte lo que sucedió para que se pusiera así, nunca en todo el tiempo que he vivido con él lo había visto de ese modo, su mirada ya no conservaba la alegría y la compasión tan característica de él, sus ojos estaban opacos y sin brillo…

Decidí dejar de buscar en el futuro, es decir, casi no utilizaba mis poderes, no me gustaba y me asustaba saber la razón de mi visión.

Efectivamente, la pandemia de gripe invadió Chicago y mi padre estaba en el hospital.

Era el primer día y ni siquiera me prestaba atención, le era más importante su trabajo, eso me dolió.

Nunca pensé que Carlisle me haría eso, era mi papá, me sentí triste y traicionada, él lo prometió, dijo que yo era su pequeña, su hija, no quería que me hiciera a un lado como Charlie y Reneé a causa de su trabajo. Lágrimas doradas empezaron a brotar de mis ojos, no podía pararlas, no podía controlarme, estaba demasiado triste y dolida para pensar en algo.

Una semana pasó y todo seguía igual, mi papá ni siquiera estaba en casa, solamente me dejaba dinero para que pudiera entretenerme un rato, y dado que nada cambiaba decidí acabar con esto de una vez.

No podía quedarme más tiempo, debía irme, después de darle muchas vueltas al asunto decidí que era lo mejor.

No haría que mi papá me viera irme, así que debía apresurarme antes de que regresara pues si él estaba aquí sabía que no tendría la fuerza suficiente para irme, para dejarlo solo.

Sabía que sufriría pero no podía quedarme más tiempo, viendo como todo el amor y cariño que me tenía se acababa con el tiempo, no otra vez, no podría soportarlo.

Le dejé una carta a Carlisle en mi cama y me fui utilizando mi escudo físico para borrar mi rastro y no me pudiera encontrar.

Corrí sin permitirme mirar atrás, decidí quedarme en Canadá, así que cuando llegué me hospedé en un hotel con el dinero que tenía al haber trabajado contra la voluntad de mi padre.

Por supuesto no había gastado ni un centavo ya que él se negaba a dejarme pagar algo, decía que para eso era mi padre. Mi papi. Porque después de todo eso era, aunque pasaran miles y miles de siglos él siempre será mi padre.

Se mostró de ese modo, asumiendo el papel mejor que lo hizo Charlie y para mí es más importante que me escuche y hable conmigo a que me trate de comprar con cosas materiales.

Mi papá, Carlisle, siempre me había escuchado y se había preocupado por mí, además de que siempre se ocupaba de llenarme de todas y cada una de las cosas de mejor calidad.

Una punzada recorrió mi cuerpo al recordar a mi papá, quería regresar, pero no podía, no era lo suficientemente fuerte para soportarlo otra vez.

Dos semanas habían pasado y yo me sentía tan sola como nunca, extrañaba a mi papá, que me demostrara su cariño, que platicara conmigo o que me hablara de su día.

Extrañaba que me dijera hija o mi niña con tanto cariño como sólo él sabía, provocando que sonaran cálidas y acogedoras; apuesto a que mi papi estaría tan deprimido como yo, entonces recordé la visión que había tenido de él y todo tuvo sentido, él me quería mucho, nunca me habría dejado, entonces caí en la cuenta de mis propias palabras, él nunca me hubiera dejado, una mueca de dolor se dibujó en mi rostro al darme cuenta de lo estúpido de mis actos, pero podía solucionarlo, ¿no?

Regresé a Chicago en ese momento, no tardé mucho en haber recorrido la mitad del camino puesto que iba demasiado rápido y no me detenía para nada.

Estuve tentada a buscar en el futuro para saber en que terminaría esto, pero me contuve, sabía que si iba a salir mal me acobardaría y no iría, aunque no me aceptara y no me quisiera con él debía decirle que siempre sería mi papi, que lo quería y que a pesar de que pasaran milenios nunca lo olvidaría, porque por doscientos cincuenta y tres años había cuidado de mí, se había preocupado, me había querido y me había hecho compañía.

Eso es algo que ni una eternidad iba a cambiar.

Recordé las últimas décadas de mi vida junto a mi padre; mis cumpleaños, nuestras mudanzas, cuando decidí trabajar y mi padre se negó, las veces que me consentía y cuando me compraba de todo aún sin que se lo pidiera.

Una sonrisa melancólica se dibujó en mis labios y apresuré mi paso ansiando estar frente al único que siempre sería mi padre.

Cuando por fin llegué a Chicago, fui directo a la pequeña casa en la que vivíamos, al verla pude darme cuenta que aún cuando apenas habían pasado unas semanas extrañaba todo esto como si una vida entera hubiera pasado.

Entré y observé todo, el vestíbulo, la cocina, el comedor, subí por las escaleras y entré a las habitaciones; me di cuenta que no había nadie en la casa.

Estaba medio vacía y entendí que mi papá se había ido, sólo estaban algunos muebles, salí rápidamente y me dirigí al hospital, cerca de la entrada estaba un doctor que no conocía, pero sabía que todos conocían a Carlisle.

—Disculpe doctor. —El hombre canoso de unos cincuenta y dos años volteó a verme.

—¿Sí, señorita?

—Quería saber, ¿usted podría decirme si se encuentra el doctor Cullen?

—¡Oh! El doctor Cullen se fue hace una semana. —Me miró con sospecha—. ¿Lo necesita para algo?

—Bueno en realidad es mi… tío y venía a visitarlo. —Me inspeccionó.

Supongo que notó nuestro parecido ya que sonrió.

—No sabría decirte a dónde fue, esa información no nos la dio.

—No se preocupe. —Sonreí—. Yo lo buscaré, muchas gracias y hasta luego.

Salí del hospital herida, ¿qué irónico no? Patéticamente esperaba encontrar a mi papá pero era obvio que él se iba a ir, no quería lastimarse con recuerdos.

Y sabía que no me había buscado porque nunca haría algo que no quiero, para mi padre siempre estaba primero lo que yo quería y mucho después lo que él sentía, quería o necesitaba.

Pensé en seguirlo. Con mis múltiples dones no tardaría ni dos segundos en saber dónde estaba, pero la imagen de Carlisle y la dulce mujer de cabellos color caramelo y ojos dorados como los rayos del sol, ambos abrazados con evidente amor y dulzura me hizo pensar algo…

¿Y si esto había pasado por algo? No iba a quitarle a mi papá su felicidad, la que en toda mi vida y existencia yo he deseado, no podía hacerle eso a él.

Si esto había sucedido por el destino yo no haría nada, si era mi felicidad la que tenía que intercambiar por la suya no me quejaría ni enojaría, estaba dispuesta a dar eso y más por mi papá.

Después de todo dicen: "Si amas algo déjalo ir, si vuelve es que siempre fue tuyo, si no es que nunca lo fue."

Veríamos que tan cierta era esa frase. O de eso me quería convencer pues sabía que ya era demasiado tarde.

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