by - septiembre 07, 2014



Conocer a los Cullen es una de las mejores cosas que me han sucedido, todos son maravillosos y únicos, claro, a excepción de Rosalie que me evita como la peste. Todavía no puedo entender como alguien tan divertido y jovial como Emmett está con Rosalie que es tan superficial y egocéntrica, bueno, al parecer después de todo la frase los polos opuestos se atraen es más real de lo que imaginaba. Y la prueba son las parejas de esta familia.

Esme es muy dulce y maternal. Realmente se ve el amor que siente por su familia, por mi papá. Me alegra saber que había encontrado alguien tan valioso como Esme para pasar la eternidad, lo merece.

Por otro lado Alice y Jasper son completamente diferentes. Alice es muy activa y entusiasta, además de impulsiva; por otro lado Jasper es más tranquilo y piensa más las cosas antes de realizarlas, es más estratégico, como dije: dos polos opuestos.

Y por último, el más importante para mí —junto con mi papá, claro— era Edward, sabía que iba a ser alguien muy importante para mí, pero nunca imaginé que lo sería tanto, ahora, con tan sólo tres días de estar aquí nos habíamos hecho inseparables.

En este tiempo podía asegurar que me había enamorado de Edward, además de que estaba destinado a que sucediera de ese modo; me comenzaba a desesperar, había esperado más de cuatro milenios para estar a su lado y ahora apenas podía contenerme a besarlo.

Me tenía que recordar constantemente que sólo habían pasado tres días y era muy pronto para dar el siguiente paso, algo realmente muy frustrante.

Se podría decir que ya formaba parte del grupo Cullen-Hale, o eso decían todos en el instituto; después de mi improvisada huída en la cafetería tuve que dar explicaciones.

Los Cullen eran una familia muy cercana a la mía, así que mientras mis padres estaban de viaje ellos me cuidaban, estando bajo su tutela, o esa era la versión que los humanos conocían.

Ahora, al ver que pasaba mucho tiempo con Edward, en el instituto comenzaron los rumores de que estábamos juntos. Se decía que Edward no se había fijado en ninguna chica del instituto porque esperaba por mí y por esa razón ahora que había regresado no nos separábamos, para recuperar el tiempo perdido y amarnos para siempre. Eso sonaba a telenovela barata. Pero muy a mi pesar prefería que los chismes fueran reales, estaba desesperada, necesitaba estar con él ya.

Suspiré, regresando al presente.

—¿En qué piensas? —preguntó Edward.

Me volví a verlo con una sonrisa, ¿cuánto más tendría que esperar?

—Nada importante. —Mentí.

—Parecías muy concentrada. —Rebatió, intentando que dijera la verdad.

—Es uno de mis problemas —dije, mirando el ocaso—, tal vez no debería pensar tanto en las consecuencias de cada paso que doy, tal vez sólo debería actuar, hacer lo que quiero.

A mi lado Edward permaneció en silencio, meditando mis palabras, con la mirada perdida y el ceño fruncido, se veía muy tierno, tuve que apartar la mirada para evitar lanzarme sobre él y besarlo.

—¿Crees que es correcto? —preguntó después de unos minutos de silencio—. ¿Dejarte llevar?, ¿hacer lo que quieres sin importar lo que podría ocurrir?, ¿arriesgar todo, aún cuando hay posibilidades de que salga mal?

Lo escuché en silencio, aún observando los hermosos colores que se dibujaban en el cielo.

—Creo… que si es algo que en verdad quieres, vas a dar todo sin importar nada, el que no arriesga no gana, a veces debes dejarte llevar, a veces el corazón es más sabio que la razón. —Suspiré—. Un claro ejemplo soy yo, si hubiera escuchado mi corazón, jamás me habría separado de mi papá. Pero el hubiera no existe —dije con pesar.

Se acercó y me abrazó con fuerza acariciando mi cabello, reconfortándome, recosté mi cabeza sobre su pecho y me dejé llevar, no iba a desperdiciar una oportunidad como esta.

—Entonces, ¿ese sería el consejo que tú me darías?, ¿dejarme llevar sin importar nada?

—El consejo que yo te daría… sería que lucharas por tu felicidad, que escucharas tu corazón e hicieras las cosas bien, no cometas mi error Edward, tuve suerte de que mi papá me perdonara, pero no siempre es así, a veces es demasiado tarde. —Sentí que me apretaba más contra su pecho al escucharme decir las últimas cinco palabras.

Sacudió su cabeza como si quisiera sacar esa frase de su mente y suspiró para después besar mi frente.

—Me pregunto cómo es que tienes la respuesta para todo —musitó.

Sonreí con tristeza.

—Experiencia y muchos años de existencia —contesté.

Tomó mi rostro entre sus manos para mirarme a los ojos.

—¿Algún día sabré tu historia? —preguntó.

Sus ojos me rogaban confianza, pero esto iba más allá, era confiarle mi más grande secreto, uno que ni mi padre conocía y que si por accidente sabía la persona equivocada traería consigo una guerra, una inevitable guerra.

Pero era al que amaba, tal vez podría… ¡no! No quería que él me tratara diferente, quería que todo siguiera tan normal y natural como hasta ahora.

—Tal vez —respondí al fin.

Con tristeza me di cuenta que mi respuesta lo decepcionó.

Apartó sus manos de mi rostro y bajó la mirada, tuve una sensación de déja vu, al reconocer que esa había sido la reacción de mi papá cuando de igual manera me preguntó por mi pasado y me negué a contárselo.

Lo abracé al verlo tan abatido sin poder evitarlo y sentí como pasaba sus manos por mi cintura para acercarme más a su cuerpo y después enterró su rostro entre mi cabello.

—Dame tiempo, sólo un poco más de tiempo —susurré suplicante.

Dejó un casto beso en mi cuello.

—Todo el que quieras.

Cerré los ojos intentando dominar mis sentimientos, ¡esto era tan difícil!, ¿todavía faltaba mucho para poder besarlo? Quería llorar de frustración e impotencia, ¿por qué no se daba cuenta?, ¿por qué me seguía viendo como su mejor amiga? En mis visiones al segundo día de conocernos ya estábamos juntos, pero, al parecer mi teoría era cierta, y el haber aceptado que mi papá formara parte de mi vida había alterado todo.

Pero a pesar de todo no me arrepentía de haber aceptado estar con mi papá, ese tiempo era oro para mí y si este era el precio, esperaría lo necesario para que Edward comprendiera que estábamos destinados a estar juntos.

Después de un rato decidimos regresar a casa, ahora vivía con los Cullen, Edward y mi padre habían logrado convencerme, esas dos personas a las que nunca les podría negar nada, todavía no podía creer que me había dejado convencer.

Cuando llegamos a la casa todos estaban en sus pasatiempos.

Alice me estaba diseñando ropa porque yo era su nueva hermana, Jasper y Emmett jugaban peleándose en el patio trasero, Esme pensaba en remodelar y los posibles colores que podía utilizar, mi padre aún estaba en el hospital y por último Rosalie que estaba en la sala, al verme entrar bufó lanzándome dagas con los ojos pensando: "maldita perra estúpida, vete por donde viniste" y desapareció de mi vista, me tuve que contener para no ir detrás de ella y golpear su perfecto rostro.

Edward me rodeó con sus brazos al notar mi estado de ánimo.

—Ignórala, todos lo hacen —susurró.

Me reí y Edward sonrió.

En ese momento mi papá entró por la puerta principal y corrí a abrazarlo como una niña pequeña.

—Hola papá —dije dándole un beso en la mejilla.

—Hola princesita —contestó besando mi frente y esbozando una pequeña sonrisa.

Fruncí el ceño.

Desde hace unos días mi papá se portaba raro conmigo, me veía de una forma extraña, con el mismo amor de siempre, pero parecía tener miedo a perderme además de que estudiaba cada uno de mis movimientos, tal vez… no, eso era imposible, no había forma de que él supiera mi secreto, ¿o sí? Sacudí mi cabeza frenéticamente intentando deshacerme de ese pensamiento.

No podía ser eso, era imposible, ¿y si era así?, ¿qué pasaría si lo sabe?, ¿me iba a odiar por mentirle?, ¿me iba a echar de su casa?

—¿Estás bien mi niña? —me preguntó preocupado.

Lo miré fijamente a los ojos, siempre nos habíamos entendido, parecíamos tener una conexión real de padre e hija, silenciosamente busqué las respuestas a mis preguntas, me miraba expectante a la espera de que dijera algo, pero también estaba nervioso al saber que lo había descubierto.

Lo sabe.

Negué con la cabeza alejándome de él, se acercaba cada paso que me alejaba, hasta que incapaz de retrasarlo más lo miré fijamente rogándole porque respondiera mi silenciosa pregunta, si sabía mi más grande secreto.

Suspiró y asintió sin perder mi contacto visual.

—Vampiro cometa —dijo respondiendo a mi pregunta y confirmando mis temores, ya lo sabía.

You May Also Like

0 comentarios