by - septiembre 07, 2014



Nos volvimos hacia los seis vampiros que nos miraban expectantes, a la espera de una explicación, mi padre sonrió y me arrastró hasta situarme frente a ellos. Me removí incómoda.

—Ella es Bella: mi hija. —Anunció señalándome.

La rubia me lanzó una mirada de enojo e irritación, Emmett sonrió ampliamente, el rubio se dedicó a mirarme fijamente, la pequeña pelinegra comenzó a saltar aplaudiendo aunque algo frustrada por la falta de su don, la mujer de cabello caramelo me sonrió algo confundida y el vampiro de cabello cobrizo no realizó movimiento alguno.

Sabía que esto estallaría en cualquier momento, se lo estaban tomando con demasiada tranquilidad.

—¿Tu hija? —preguntó la rubia con escepticismo.

—Sí, mi hija —contestó con voz dura, suspiró e intentó suavizar su tono—. Es una larga historia.

—¿Como qué? —preguntó, esa chica me comenzaba a caer mal—. Como que por compasión decidiste cuidar a esta… dama —dijo escupiendo la última palabra.

Gruñí y me habría lanzado sobre ella de no ser porque mi papá me sostuvo.

—Tranquila —dijo acariciando mi cabello.

Y eso… fue lo que logró que la rubia descerebrada estallara.

—¡En que mierda estabas pensando, Carlisle! —gritó—. No puedes dejar que esa estúpida sea parte de la familia, ni siquiera que aparezca por nuestra casa, es una mantenida, alguien como ella no importa.

Mi papá me soltó, emitió un suspiro ruidoso y apretó los puños a sus costados mientras sus ojos se ensombrecían. Estaba furioso y trataba de controlarse, jamás lo había visto de ese modo.

—Nunca, te atrevas a hablar así de ella. —Siseó—. Es mi hija, más de lo que tú algún día podrías llegar a ser, Rosalie.

Los ojos de Rosalie llamearon con furia y se lanzó sobre mí.

No quería lastimarla, no debía, ¡pero, Dios!, ¡estaba sobre mí!

Suspiré y cerré los ojos intentando calmarme para no empeorar todo, abría acabado con ella en segundos, pero no la haría, era inhumano. Permanecí inmóvil y una fracción de segundo más tarde sentí como de repente su peso desaparecía, para después encontrarme con los ojos dorados del vampiro de cabello cobrizo.

—¿Estás bien? —preguntó.

Asentí, dándole una débil sonrisa que él respondió.

—Vamos, levántate —dijo ofreciéndome su mano.

La tomé con renuencia y la chispa que sabía sentiría recorrió mi cuerpo, me estremecí apretando más su mano entre la mía.

Eché un vistazo a mi alrededor y a la distancia divisé dos grupos, lo suficientemente lejos para que no escucháramos sus platicas. En uno estaba la pequeña pelinegra frente a Rosalie con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido, parecía enojada, muy enojada, mientras que Rosalie le gritaba algo, parecían tener una discusión.

—Lo superará —dijo el vampiro de cabello cobrizo que estaba a mi lado.

Me volví a verlo sorprendida porque me hablara, pero después volví a fijar mi vista en Rosalie y la pequeña vidente.

—Tal vez sea mejor que me vaya —musité.

Sentí como sostenía mi mano con más fuerza.

—No te vas a ir, ¿verdad? —preguntó con aparente desinterés pero un poco de desesperación se filtraba en su voz.

—Me extrañé y asusté por el tono de su pregunta.

—¿Estás bien? —pregunté preocupada.

Asintió rápidamente y le dio un ligero apretón a mi mano.

—¿Te vas a ir? —preguntó una vez más.

—Mmm… no, no puedo dejar a mi papá solo —susurré.

Me volví a ver el segundo grupo a la distancia. Mi papá estaba hablando con Emmett, el rubio y la hermosa mujer de cabello caramelo, al parecer explicándoles todo, ellos sólo lo miraban mientras escuchaban atentamente sus palabras.

—Entonces, ¿eres Isabella Swan? —preguntó el chico a mi lado tratando de entablar una conversación.

Arrugué la nariz, en un gesto de disgusto.

—Sólo Bella —corregí—, ¿cuál es tu nombre?

—Edward Cullen, a tus órdenes —dijo besando mi mano y haciendo una pequeña reverencia, reí un poco.

—Muchas gracias, señor Cullen. —Hice una reverencia—. Lo tomaré en cuenta.

Comenzamos a reír como locos y seguimos jugando, hablando y comportándonos como dos adolescentes de mediados de 1800.

—¿Te digo algo? —pregunté después de un rato.

Me miró expectante.

—Amo los personajes de los clásicos como Romeo, Darcy… no los tontos de ahora —dije frunciendo el ceño.

Soltó una carcajada ante mi expresión. Sonreí. Era tan fácil estar con él.

—Entonces te gusta leer clásicos —dijo resaltando lo obvio.

Asentí emocionada como niña pequeña.

—Amo todo lo clásico, desde la música, películas, hasta los libros —dije.

Sonrió asintiendo.

—Son los mejores, ahora todo es aburrido y repetitivo —dijo dándome la razón.

Escuchamos pasos que se acercaban, nos volvimos para encontrarnos a la familia frente a nosotros, lucían avergonzados y Rosalie muy enojada.

—Lo siento tanto Bella, ¿qué vas a pensar de nosotros? —dijo la mujer de cabello caramelo avergonzada.

Le sonreí tratando de tranquilizarla.

—No te preocupes, es normal una reacción así.

La pequeña pelinegra se lanzó a mis brazos y me abrazó con fuerza.

—Yo soy Alice Cullen, tu nueva hermana —dijo sonriendo ampliamente.

—Hola Alice.

Sonreí.

—Todo va a ser perfecto —chilló—, ¡oh!, ¡pero no te he presentado a todos!, ¡qué desconsiderada! —dijo dramáticamente—. Él es Emmett, Jasper, Esme y la gruñona que te atacó es Rosalie —dijo señalando a cada uno.

—Hola —dije como saludo general.

—Hola, Bella —contestaron sonriendo al unísono.

Rosalie gruñó y después de lanzarme dagas con los ojos salió corriendo, fruncí el ceño preocupada, estaba aquí para arreglar las cosas con mi papá no para destruir su familia, tal vez debía ir por ella para poder hablar, di un paso y sentí que agarraban mi antebrazo, deteniéndome.

—Déjala pensar —dijo Emmett.

Volví a mirar por donde se había ido y después a Emmett, suspiré y asentí resignada.

—¿Y bien?, ¿cuándo te mudas a nuestra casa? —preguntó Alice.

Jadeé. ¿Hablaba en serio?, ¿no había visto la reacción de Rosalie?

—¿Es broma? —pregunté con escepticismo.

Enarcó una ceja.

—¿Te parece que bromeo?

Suspiré, me alegraba que me aceptaran pero no quería causar problemas y Rosalie me odia, tal vez ahora se iría de su casa, no quería eso.

—No me voy a mudar con ustedes, Alice.

—¿Por qué no?

—Porque Rosalie me odia, ¿tal vez? —respondí sarcásticamente.

Bufó.

—¿Y a quién le importa Rosalie? —preguntó retóricamente, después se volvió a ver a mi padre—. Carlisle, dile que se va a ir a vivir con nosotros.

—Bella, Alice tiene razón, lo mejor es que vengas a vivir con nosotros no quiero que estés sola.

Hice un puchero, recordaba que eso lo derretía.

—Papi, ¡ya soy una niña grande!

—Bueno… si no quieres venir a vivir con nosotros está bien, pero debes visitarme.

Ese puchero nunca fallaba, sonreí.

—Sí, lo prometo papá.

Alice suspiró.

—Carlisle, te tiene en la palma de su mano, si no es porque somos vampiros creería que en verdad es tu hija.

Mi papá sonrió, mirándome con ternura.

—Es porque en verdad es mi hija, siempre lo va a ser —susurró besando mi frente.

—Bueno familia Cullen, tengo que irme.

Mi papá frunció el ceño.

—Tú también eres una Cullen, siempre lo has sido, ya me encargaré de cambiar tu apellido.

—Papá, ya me registré como Swan en el colegio, si quieres cambiarme el nombre tendrás que esperar a que nos mudemos de ciudad.

—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?

Esa no era una pregunta que esperara y la respuesta no le iba a agradar.

—Umm… pues… una semana, después me voy.

—Es muy poco tiempo —susurró.

Me abrazó con fuerza, sólo teníamos una semana juntos, después nuestros caminos se volverían a separar, pero en este momento me sentía en mi hogar.

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