by - septiembre 08, 2014



Nos encontrábamos en la amplia sala de la casa de los Cullen, todos permanecían sentados mirándome con expresiones de curiosidad y expectación. Caminé por toda la habitación con aire incómodo, no sabía cómo iban tomar la historia y el pensar en sus posibles reacciones sólo conseguía ponerme más nerviosa.

Con un suspiro de resignación me planté frente a ellos.

—Pregunten —murmuré, antes de arrepentirme.

Las voces de todos los Cullen inundaron la habitación. Con diferentes preguntas referentes a mi vida humana, mis poderes, quién era, qué cosas tan magnificas podía hacer, entre otras. Con un movimiento de mano los congelé, impidiéndoles hablar, tomé mi cabeza entre mis manos y solté un gemido de dolor. No era una buena combinación que hablaran, pensaran y sintieran al mismo tiempo.

Me volví hacia ellos, mirándolos fijamente.

—Una pregunta a la vez —dije con voz autoritaria.

Me devolvieron la mirada, demostrándome que lo harían. Los descongelé y una vez más el alboroto surgió a mi alrededor. Los fulminé con la mirada y se silenciaron de inmediato.

Emmett levantó la mano, pidiendo permiso para hablar. Hice un esfuerzo por no reír.

—Dime, Emmett.

—¿Cómo haces eso?, ¡congelarnos!, ¡es fabuloso!, ¡y nos transportaste al pasado, te transformaste en unas cuantas horas!, ¿cómo hiciste eso?, ¡fue genial!, ¿tienes más poderes?, ¿son demasiados?, ¿quién eres?, ¿cómo puedes hacer todo eso?, ¿es posible lanzar fuego por los ojos? Ya sabes, como en las películas. ¿Me enseñarías a hacerlo?, ¡eso sería lo mejor…!

Me perdí a la mitad de su monólogo y sólo me dediqué a mirarlo con el ceño fruncido, esperando que alguien dijera algo coherente.

Después de un minuto Rosalie silenció a Emmett y Jasper tomó la palabra.

—¿Cómo es que te transformaste en diecinueve horas? —preguntó.

¡Al fin alguien sensato!

Sonreí.

—Bueno… se podría decir que no soy lo que ustedes llaman un vampiro normal —susurré.

Todos me estudiaron con la mirada.

—¿Por eso eres tan… perfecta? —preguntó Alice.

Sonreí cariñosamente hacia ella.

Asentí.

—Por eso mi aspecto físico —dije dándole la razón.

—Entonces, eres perfecta en todos los sentidos y tienes poderes impresionantes, ¿por qué?, ¿quién eres en realidad? —preguntó Jasper, serio.

Solté un suspiro ruidoso.

—Un vampiro especial existirá, indestructible y perfecto será —recité—. Lazos afectivos evitará o el sufrimiento su pago será. Justicia y bienestar para los suyos buscará, aunque a sí mismo se deba sacrificar, por los suyos siempre luchará. Una guerra se desatará y el bien prevalecerá…

—…aunque un pago alto tendrá que dar y sólo el amor lo regresará a la realidad. —Terminó de recitar mi papá con voz sombría.

Todos me miraron fijamente, sin entender lo que esa vieja leyenda tenía que ver con nuestra conversación, casi pude escuchar los engranes de su mente trabajando por una respuesta lógica.

Cuando comprendieron levantaron sus miradas hacia mí con expresiones incrédulas.

Asentí.

—Soy yo.

—Eres nuestra reina —dijeron a coro en medio de un jadeo.

Hice una mueca de desagrado.

—¿Podrían evitar llamarme de ese modo?

Todos asintieron frenéticamente sin apartar la mirada de mí. Aunque con una expresión diferente, casi con admiración.

Me balanceé sobre mis pies incómoda.—Te dije que era una mala idea. —Le reproché a mi papá.

Él sonrió, se acercó a mí y se volvió hacia el resto de los Cullen, que me seguían mirando.

—Familia —dijo mi padre, riendo ligeramente, lo fulminé con la mirada—, creo que deberían de dejar de ver a mi hija de ese modo, la incomodan.

Inmediatamente apartaron la mirada, al escuchar que me incomodaban.

Sabía que era mala idea, ahora me trataban como algún tipo de dios o algo parecido, era patético, ¡sólo era yo! La misma que conocieron hace tres días.

—Sabía que era una mala idea, papá. —Lloriqueé, cual niña de ocho años.

Mi papá sólo se comenzó a reír. Claro, a él le parecía graciosa la situación porque no era el que estaba sufriendo que lo trataran como alguna clase de rareza. Resoplé y salí de la casa de los Cullen.

Era una mala idea decírselos, lo sabía, ¡pero no!, ¡debía de hacerle caso a mi papá, esto era una completa porquería! No quería que me trataran como una diosa, sólo quería a mis hermanos, con sus raras personalidades, como los últimos días. Me senté en un tronco en medio del bosque frustrada, ahora debía encontrar la forma de que me volvieran a tratar como siempre.

Podía borrar las últimas horas de sus mentes, ¡pero no debía! Eso no se debía hacer y mucho menos con ellos que son mi familia. O podría convencerlos de que seguía siendo la misma de siempre, pero convencerlos me llevaría mucho tiempo, ¿quién me mandaba a revelar mi secreto?, ¡oh, sí! Mi papá.

Aunque era lo menos que podía hacer por él después de no haberle confesado mi más grande secreto, ¡pero no me podía culpar! Temía que actuara igual que los Cullen actuaron al saberlo, pero debo aceptarlo, esa es una excusa patética, debí haber confiado en él. Si yo hubiera estado en su lugar habría pedido lo mismo, sólo un poco de confianza.

Me sentí muy mal al darme cuenta de lo mala hija que había sido en todos estos años, cuando él sólo se preocupó y me cuidó.

Unos pasos me distrajeron, no me volví, sabía quién era, seguí mirando el amanecer.

—Lo siento —susurré.

En silencio se sentó a mi lado, podía sentir su mirada en mi rostro. Permanecí con los ojos fijos en el espectáculo de colores que se desarrollaba en el cielo.

—¿Qué es lo que sientes? —preguntó confundido.

—Sólo… debí habértelo dicho, eras, eres y siempre serás mi papá. —Suspiré pesadamente—. Debí confiar en ti, pero no lo hice y lo lamento, de verdad lo lamento y mucho.

Me tomó entre sus brazos y me sentó en su regazo meciéndome como a una pequeña niña con pesadillas.

La culpa. La culpa me carcomía y me ahogaba a tal punto que sólo pude llorar. Llorar agradeciendo la bondad que poseía mi padre, esperando que me perdonara, recordando todo ese tiempo que invirtió en mí y desaproveché.

La pequeña niña de papá pinta el mundo con su varita mágica.

Comenzó a cantar mi papá en mi oído.

La pequeña niña de papá respira una nueva vida en la mañana, para mí.
A pesar de estar separados sus pensamientos me siguen.
Cuando llego a casa, Bella sonríe con el amanecer.


Su mirada se perdió recordando mi imagen de apenas hace unos segundos, sentada, con la mirada perdida en los colores que se dibujaban al alba.

Bella sonríe, y ella irradia brillo alrededor de su aureola.
En un día de verano, Bella sonríe.
En un nuevo día, Bella sonríe.
La pequeña niña de papá ata un listón alrededor de mi corazón.


Me abrazó con fuerza acercándome más a él para fortalecer sus anteriores palabras, mirándome fijamente a los ojos.

A pesar de estar separados, ella es una parte de mí.
Esa parte la cantó con especial énfasis e intensidad en la voz.
Bella sonríe con el amanecer.
Bella sonríe, y ella irradia brillo alrededor de su aureola.
En un día de verano, Bella sonríe.
Un nuevo día, Bella sonríe.

Cuando llego a casa, Bella sonríe con el amanecer.
Bella sonríe, y ella irradia brillo alrededor de su aureola.
En un día de verano, Bella sonríe.
En un nuevo día, Bella sonríe.
Cuando los días se ponen grises.
Nada está mal cuando Bella sonríe.

Me abracé a él con fuerza acurrucándome entre sus brazos, mientras me seguía meciendo.

—Siempre vas a ser mi pequeña niña, mi princesita —susurró, despacio—. No importa lo que pase, te voy a proteger de todo mi pequeña, lo sabes, ¿cierto?

Asentí, con los ojos anegados de lágrimas.

—No llores mi pequeño angelito, todo saldrá bien —musitó, besando mi frente—, te quiero princesita y eso nada ni nadie lo cambiará.

—Yo también te quiero papi, mucho, mucho, mucho… —dije entre sollozos.

Con una sonrisa, se dedicó a mecerme entre sus brazos mientras veíamos el atardecer.

En ese momento me olvidé de todo. De los Vulturi, de la guerra que pronto se desencadenaría y de las responsabilidades que debía afrontar como reina.

En ese momento, sólo era una adolescente que observaba el atardecer entre los brazos de su padre, con sueños, ilusiones y esperanzas. Pero lamentablemente, no podía durar para siempre.

Un escalofrío me recorrió.

Una visión.

Siempre que algo malo iba a pasar un escalofrío me recorría y después una visión venía.

De entre la espesura del bosque la figura de un hombre vampiro, corriendo entre los árboles, me nubló la vista, de repente se detuvo y se volvió como si supiera que lo estoy viendo, esbozó una sonrisa y siguió con su recorrido.

Me estremecí de pies a cabeza, tensándome.

Mi papá lo sintió y me separó un poco para ver mi rostro. Debía tener una expresión horrible, porque se alarmó.

—¿Qué pasa princesita? —preguntó preocupado.

Jadeé, me faltaba aire.

¿Cómo podía llegar a pasar eso? Era… imposible. No podía ser, debía estar equivocada.

—Jonh… Jonhatan Geist… regresó.


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