by - marzo 19, 2015

Outtake

Dean

"Azul grisáceo"




Querer follar a alguien que te odia es mierda.

Vivir con ella y que sea sexy hasta la muerte es que el karma quiere joderte.

Bueno, el karma quería joderme.

O quizá era un poco de ambas.

Allison bajó de la motocicleta rápidamente, como si pudiera contagiarle herpes sólo con tocarla. Miré la manera en que sus jeans ajustados acunaban su trasero respingón, mi mano picó por tocarlo y casi sonreí al pensar en la reacción que ella tendría. Probablemente obtendría un buen moretón si lo intentara.

Una de las cosas que me agradaba de ella era su actitud. Allison era demasiado frágil —vagamente recordé el episodio que sufrió la primer mañana, cuando supo que tendría que viajar conmigo y se desvaneció frente a mí—, pero a la vez demasiado fuerte —como cuando se había recuperado de su intoxicación por drogas y había corrido lejos, incluso ahora ella no me hablaba más de lo estrictamente necesario—.

Ajena a mi mirada levantó el rostro hacia el cielo y cerró los ojos con una sonrisa tirando de la comisura de sus labios carnosos.

Pensé que portarme bien sería más fácil si ella no fuera tan condenadamente atractiva con ese cabello rubio platino que me hacía querer enredar mis dedos en él o su piel dorada que fácilmente podría pensar que es producto de horas de bronceado. De no ser porque sabía que ella no tenía el dinero suficiente para permitírselo. Lo que nos llevaba a la razón por la que estábamos en el centro comercial de Oxford.

Me enfadé al recordar la mirada brillante en los ojos de Allison cuando Connor propuso que nos desviáramos a un centro comercial para comprar ropa para ella, como si pensara que él era la persona más impresionante en el maldito mundo. No quise pensar demasiado en el porqué de mi sentimiento. Quería ayudarla. Así que había hablado con Connor para que la convenciera y de ese modo Allison nunca supiera que ese había sido un regalo de mi parte; pero eso no importaba, ya que Allison nunca lo sabría, nunca aceptaría algo de mi parte y dado que todos los gastos de su día de compras habían corrido por mi cuenta… aparentemente sería otro secreto que se mantendría, con tal de que los aceptara.

Después de haber estado a su alrededor por varios días había algo en ella que me fascinaba.

Era como el canto de una sirena atrayendo al marinero para hundirlo en su red.

Sabía que en cuanto pudiera mantener una conversación real con ella estaría completamente perdido, me hundiría sin la oportunidad de poder salir, pero la posibilidad de acercarme a ella parecía tan lejana como un sueño.

La distancia que mantenía conmigo era como un muro de ladrillos levantado a su alrededor.

No estaba enamorado de Allison, no la conocía lo suficiente para amarla… pero sabía que no tardaría demasiado en estar dolorosamente enamorado y perdido por ella. Pensaba que lo justo era que al menos ella me correspondiera una milésima parte a la loca atracción que sentía por ella, pero, si no me permitía acercarme, no había manera en que sucediera.

¿Cómo explicarle que yo no era quien ella creía?

Recordé aquella mañana en que la había visto por primera vez y cómo había sabido que nada sería igual de nuevo.

Marqué el número en mi celular y esperé.

—Tardaré un poco más de lo previsto en llegar a Hereford— anuncié sin saludar.

Connor suspiró.

— ¿Otro encargo de último minuto? Deberíamos exigir a Reidar unos cuantos días de antelación.

Aceleré la harley cuando el almacén abandonado apareció en mi campo de visión.

—Esta vez es distinto. Son dos chicas: Allison Stevenson y Sophie Crowley, de Detroit. Y han enviado a matar a ambas; además, nuestro infiltrado sólo pudo avisarnos con horas de antelación, todo fue demasiado precipitado. Algo hay detrás de esto.

Recordé la información rápida que nos habían proporcionado de cada una. Allison Stevenson: rubia, vivía en uno de los barrios más pobres de Detroit. Sophie Crowley: pelirroja, al igual que la primera, sus fondos económicos eran prácticamente inexistentes. Supuse que de no ser tan importante otorgar alguna descripción física de ellas —con el fin de poder reconocerlas—, sólo nos habrían dado sus nombres, a juzgar por la situación.

La línea permaneció en silencio unos segundos.

— ¿Las dos? ¿Sólo fue anunciado con horas de antelación? Esto es nuevo.

—Connor, la Organización está aquí, nos vemos en mi departamento en Londres.

Corté la llamada y entré a la par de la Organización Fortress. Sólo éramos tres personas —supuse que se debía a que no nos habían llamado con tiempo suficiente y la mayoría de los miembros estaban distribuidos a lo largo de todo el continente— cuando la mayoría de las veces éramos un grupo mayor a treinta miembros.

Fortress es una Organización que se encarga de frustrar los planes de la mafia. Tenemos infiltrados dentro de la mafia que se encargan de notificar sobre cada movimiento que hacen, con el fin de poder detenerlos o —en casos como este— impedir la muerte de alguien. La Organización Fortress está formada mayoritariamente por personas que han sido salvadas de la mafia, la mayoría buscando venganza y esperando deshacerse de ella. Yo era uno de ellos.

Corrí con los otros dos miembros detrás cuando el estrepitoso sonido de un disparo resonó por todo el lugar.

Me detuve unos segundos, absorbiendo la escena frente a mí.

La chica pelirroja —Sophie—, estaba muerta y la sangre carmesí comenzaba a crear un charco debajo de su cuerpo. El hombre de la mafia que sostenía el arma contra la frente de la rubia con la ropa sucia y llena de sangre nos miró cuando entramos con las armas extendidas frente a nosotros, apuntando directamente hacia él.

Se hizo un breve silencio antes de que caminara hacia él con los otros dos hombres que me acompañaban flanqueándome. Finalmente él dejó caer su mano, aun sosteniendo el arma con fuerza. Me detuve entre su cuerpo y el de la chica como protección, para evitar cualquier posible problema, sostuve el arma hacia abajo —para evitar asustar a la chica— pero cuidando cada movimiento del hombre frente e mí. Los chicos de Fortress hábilmente tomaron su arma y lo llevaron fuera. Me volví y miré a la chica que había bajado la cabeza y limpiaba las lágrimas de su rostro, ni siquiera creía que ella había sido consciente de lo que había sucedido. Y pude confirmarlo cuando levantó la mirada y sus ojos azul grisáceo me miraron con odio. Las pupilas demasiado dilatadas y su mirada perdida fueron confirmación del exceso de droga que le habían suministrado.

Sin duda, ella no había sido consciente de lo que había ocurrido. Eso explicaba porque su mirada siempre se había mantenido fija en su captor y nunca nos había mirado para pedir ayuda —lo que habría sido lo normal por hacer—. La droga que tenía definitivamente no la dejaba ser consciente más que de una cosa, sus sentidos parecían estar dormidos.

Y ahora, ella pensaba que yo había matado a la pelirroja a su lado. Magnifico.

Su cuerpo temblaba ligeramente y temí que sufriera de una intoxicación de drogas que la enviara al hospital. Sin embargo, a pesar de todo, sus ojos eran los más bonitos que había tenido la oportunidad de ver. Ella era pequeña y demasiado hermosa. Me enfadó que me pareciera atractiva, no era el momento de tener una erección.

—Este no es un lugar para niñas— solté con irritación por mis pensamientos.

Ella tembló con más fuerza al escuchar mi voz fría. Apreté mis manos en puños.

—No es como si me hubieran dado alguna elección— su voz era suave, pero se las arregló para sonar irónica y acusadora.

Su mirada desenfocada permaneció fija en la lejanía, como si estuviera perdida en algún lejano recuerdo. La estudié por unos minutos, su cabello rubio platino estaba revuelto, pero de algún modo seguía viéndose como alguna estrella porno con sus curvas exuberantes y llamativas. Suspiré cuando las fantasías comenzaron a hilarse en mi mente e intenté concentrarme en cualquier otra cosa. Pero parecía imposible de lograr.

Caminé hacia la puerta, porque sabía que permanecer ahí con ella no era una opción. Allison ni siquiera pareció consciente de mi retirada.

—Sal de aquí y regresa a casa, rubia— le ordené, mirándola sobre mi hombro.

Escuché sus pasos ligeros detrás de mí y unos cuantos golpes —probablemente la cantidad de veces que estuvo a punto de caerse—. Continué mi camino, porque no había manera en que estuviera cerca de ella viéndose de ese modo. Los pasos detrás de mí cesaron.

— ¿Sabes en dónde estamos?— gritó su voz dulce detrás de mí.

Me detuve y la miré sin volverme, gruñí con rabia cuando al verla las escenas comenzaron a volar por mi imaginación nuevamente. Ella no debía estar cerca de mí.

 —Londres, Inglaterra.

Miré como su piel dorada cambiaba rápidamente a un color pálido casi enfermo. Verla tan frágil y pequeña creó un sentimiento de protección dentro de mí, porque después de todo ella había sido víctima de la mafia, al igual que yo y el resto de los integrantes de la Organización Fortress.

Pero no podía hacerlo. No cuando ella me tentaba de esa manera. La atracción sexual que sentía por ella era demasiado difícil de ignorar.

Salí del almacén y tomé una larga bocanada de aire.

Lo mejor era que me apresurara a salir de ahí, llegara tan rápido como pudiera a mi departamento en dónde Connor me esperaba y lo convenciera de salir para tener una buena noche de sexo, quizá eso sería suficiente para calmar la erección debajo de mis pantalones.

Me trepé a la harley cuando la escuché salir del almacén. Caminó hasta detenerse detrás de mí, después de tantos años en este trabajo podía saberlo sin mirarla. Mis hombros se tensaron con su presencia.

—La mataste. Era mi mejor amiga.

Su voz se volvió baja e inestable.

Cometí el error de mirarla.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, yo cerré las manos en puños, porque comprendía su sufrimiento… y porque el sentimiento protector había crecido al verla llorar. Y era jodidamente malo que ella pensara que yo había sido el culpable de la muerte de una chica que aparentemente era muy importante para ella.

—Tenía que hacerlo, rubia— mentí, no tenía mucho sentido explicarle que no había sido yo si no me creería.

Encendí el motor de la harley, tenía que irme rápido. Allison aclaró su garganta ruidosamente.

— ¿Crees… que podrías… llevarme a casa?—apreté la mandíbula cuando la posibilidad de llevarla conmigo comenzó a hacer estragos debajo de mis pantalones, ¡maldición! Ni siquiera cuando había sido un adolescente hormonal había tenido tan poco control de mi cuerpo—. Sé que no te agrado y tú acabas de matar a mi mejor amiga, por lo que tampoco eres de mi estimación… pero en verdad lo necesito.

Suspiré irritado por toda la situación y lancé un casco en su dirección. Tal vez podría mantenerla lejos de mí, estar cerca de ella era peligroso. Exhalé lentamente y apreté la mandíbula con fuerza cuando la miré.

—Escucha, rubia. Tengo mucho por hacer. Unos cuántos encargos pendientes. Si estás dispuesta a esperar te llevaré a América cuando estén hechos. Tal vez en unas cuantas semanas.

Que no acepte.

Está bien, yo era un bastardo total. Si, le había dicho a Allison que la llevaría a Detroit después de mis encargos pendientes esperando que ella no aceptara y se alejara.

Ella me miró con desconfianza y yo casi sentí la victoria ganada, no tendría que verla más.

— ¿Cómo sabes a dónde debo ir?— preguntó acusadoramente.

Apreté con más fuerza las manos en puños y la miré. ¿En verdad estaba considerando aceptar? Si la llevaba conmigo no habría probabilidades de que la regresara a su casa en algunas semanas y mi auto control no sería capaz de soportarlo. Ella se movió incómodamente bajo mi mirada.

—Está bien. Acepto.

Solté el aire con fuerza. Esto alteraba todos mis planes.

Ella se acercó y me miró con curiosidad. Cruzó los brazos frente a sus pechos, lo que sólo logró marcarlos más en ese apretado suéter azul oscuro, probablemente se estaba levantando una casa de campaña ahí abajo para este momento. Apartar la mirada de su blusa fue una lucha.

—No me has dicho tu nombre— Allison exigió.

Le ofrecí mi mejor sonrisa y ella pareció querer golpearme. Me gustó el brillo en sus ojos.

—Dean Sutton: asesino a sueldo. Un gusto.

Su boca cayó abierta y sus ojos brillaron con diferentes emociones cruzándose. Eran hermosos y expresivos. Esos ojos terminarían conmigo.

Allison sería un gran problema para mí.

No me había equivocado.

Allison había demostrado ser la prueba más difícil para mi autocontrol y la responsable de mis continuos e inexplicables cambios de humor que hacían querer explotar mi cabeza.

— ¿En qué piensas con tanta concentración?— preguntó Connor.

Golpeé su brazo y bajé de la harley.

Habíamos recorrido demasiados centros comerciales y tiendas para este momento. Allison ahora tenía un nuevo guardarropa completo y mi erección probablemente no me permitiría caminar para este momento.

Había visto a Allison en su suéter azul oscuro y jeans apretados. Pero nada podría haberme preparado para verla en esas pequeñas y ajustadas blusas que presionaban sus pechos tentadoramente, las faldas y shorts que hacían ver sus piernas bronceadas demasiado largas o las ropas deportivas de licra demasiado delgada.

—Sigamos. Todavía debemos continuar con las compras— suspiré con falso pesar—. Y yo que había creído que sin novia no tendría que pasar por esto.

Allison me miró como si quisiera apuñalarme.

Sonreí.

Los únicos momentos en que ella parecía ser más abierta conmigo era cuando la molestaba, y yo era un imbécil con las chicas la mayor parte del tiempo, así que funcionaba bien. No quería una relación con nadie. No era algo que estuviera buscando. Quería follar. Follar no me destruiría. Amar sí.

Connor se adelantó a la par con Allison y quise golpear a mi mejor amigo.

Él había actuado de ese modo desde que Allison había llegado. Nunca lo había visto ser tan amable con una chica y eso por alguna razón —que no quise pensar demasiado— me molestaba. ¿Tal vez por el sentimiento de protección que Allison había hecho crecer cuando la había visto por primera vez? No lo sabía. Pero verlo de ese modo con Allison me hacía querer arrancar sus entrañas.

Quizá el ego machista que no me permitía perder la chica que quería follar.

Me detuve al lado de Connor cuando Allison miró una tienda de lencería y más fantasías volaron por mi imaginación.

—No voy a entrar ahí— las mejillas de Allison tomaron un color rosado.

Connor cambió su peso incómodamente a su pie izquierdo y aclaró su garganta.

— ¿Uh… las chicas… no necesitan de esto?

Las mejillas de Allison subieron un tono más y retrocedió ligeramente, como si se preparara para correr.

—No es absolutamente necesario— aseguró—. Puedo comprar… uh, ropa interior menos… llamativa.

Exhalé el aliento que contenía mientras me concentraba en que el flujo de sangre no viajara hacia el sur. Me arrepentiría de esto.

—Entrarás a esa tienda. Si hemos venido hasta aquí valdrá la pena y comprarás sólo lo mejor— mi voz salió quejumbrosa.

Allison bajó la mirada y suspiró.

Algo había aprendido de ella en estos días: era demasiado desinteresada. Y aunque jugar mis cartas de ese modo era demasiado sucio, sabía que ella aceptaría porque pensaría que después de todo lo que hemos hecho por ella sería desagradecido de su parte negarse. Lo que era totalmente ridículo, si alguien te ayudaba nunca debía ser esperando algo a cambio. Pero en este momento funcionaba para mí.

Había algo en Allison que me impedía sacarla de mi cabeza.

En un principio había creado una teoría: tal vez, si tenía la oportunidad de follarla duro y rápido lograría deshacerme de ella y la irremediable atracción que sentía. La teoría había desaparecido tan rápido como había logrado conocerla un poco más a fondo.

Allison era de las chicas que se metían bajo tu piel.

Por chicas como ella era que se iniciaban guerras.

Lo más correcto por hacer sería que me alejara de ella tanto como era posible mientras no la regresara a Detroit. Allison podía hundirme para nunca tener oportunidad de salir.

Pero yo nunca había hecho lo correcto.

Y no empezaría ahora.

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