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Alessa

fantasmes de cristal

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¿Se dan cuenta que medio mundo entra y nadie comenta? Pff, ¡Qué malas son conmigo! Jaja, bueno, la verdad soy algo dramática.. pero es verdad que varias personas entran y no comentan.

En fin.. vengo a avisarles que está decidido que los fics que estaré actualizando por ahora serán los siguientes:

-Esposados
-¿Súper humanos?
-Cambiemos Esposas

Serán actualizados hasta que estén completos. Mientras el resto se quedará en Hiatus temporalmente. SI LOS TERMINARÉ TODOS. Solo que por ahora le daré prioridad a ésos tres por elección de ustedes en el poll.

¡Las amo!

Nota: Comenzaré las actualizaciones con mis Betas alrededor del 19 de Septiembre.

Alessa*~
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¿Súper humanos?

Click en la imagen para ver el trailer



Las gemelas Swan, los mellizos Hale y los gemelos Cullen son secuestrados a los doce años para experimentar con ellos. -¿Somos algo así cómo Superman?- preguntó Emmett -Somos mutantes, auténticos mounstros- replicó Bella. TH. OOC. EdxB. AxJ. EmxR.
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Una semana transcurrió con rapidez.

Jasper y Rosalie con el tiempo habían logrado acostumbrarse al ajetreo habitual en la casa Cullen que era normal teniendo en cuenta que cuatro niños vivían en ella. A lo largo de esos escasos días, Rosalie había conseguido comenzar a ganar la estima de Esme, al igual que Jasper con Carlisle.

Ambos, cada mañana acudían a la casa de sus vecinos en su ayuda con los retoños Cullen, después de que Esme expresara su necesidad de una niñera ya que comenzaría a trabajar. Rosalie y Jasper se habían ofrecido amablemente a ayudarla con la tarea de cuidar a los pequeños y Esme después de vacilar unos momentos, aceptó dejar a sus más grandes tesoros al cuidado de ellos.

Rosalie no pudo evitar sonreír aliviada cuando Esme aceptó su petición de cuidar a los niños, eso le facilitaría alimentar a Bella e inmediatamente sintió que la preocupación por la niña desaparecía al saber que tendría la oportunidad de cuidar de ella.

Con un suspiro, Rosalie tarareó una canción de cuna para la bebé entre sus brazos —después de que ella terminara de alimentarse— a la que pronto le había tomado un cariño sorprendente, sintiéndola casi como su hija.

Era casi irreal la forma en que Bella había crecido en esa semana. Sus bucles caoba eran más largos y su rostro también, había crecido varios centímetros desde la primera vez que la había visto. Sospechaba que sus padres comenzaban a investigar sobre las peculiaridades de su hija, pero era imposible que encontraran algo. Se preguntó si estaría bien que ellos le hablaran sobre Bella.

Sonrió cuando ella soltó un bostezo formando con sus labios una perfecta O y cerrando sus pequeñas manos en puños se acurrucó en el cuerpo de Rosalie que la miraba embelesada.

Unos minutos más tarde dormía plácidamente entre sus brazos con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Rosalie —murmuró Jasper sacándola de su ensoñación.

Levantó la mirada inmediatamente, expectante.

—Es hora de ir a recoger a los pequeños a la escuela, Esme y Carlisle no tardaran en llegar.

Asintió.

Buscó un sweater para Bella y tomando un cobertor rosa que estaba sobre la cuna, la cubrió asegurándose de haberla tapado completamente. Forks no era un lugar cálido y ella no conocía bien la especie de Bella, de modo que no quería arriesgarse a que la pequeña pescara una enfermedad por su insensatez.

Jasper miró a su hermana fijamente.

Le preocupaba demasiado que ella se encariñara demasiado con los niños Cullen. Él sabía que la afición que tenía Rosalie por los niños, se debía al bebé que le había sido imposible tener al ser humana y le preocupaba que cuando tuvieran que irse una vez más, ella sufriera demasiado.

Suspiró resignándose a que ella no lo escucharía.

Y lo había confirmado la noche anterior cuando él había sacado el tema a colación y ella se había enfadado, negándose a dirigirle la palabra hasta que se disculpó con ella prometiéndole no inmiscuirse más.

La profesora sonrió a Rosalie que con un asentimiento de cabeza la saludó cortésmente.

—Vengo a recoger a los Cullen —murmuró a pesar de que la profesora ya la conocía.

Puesto que Esme le había concedido el poder cuidar de sus hijos se encargó de presentarla a la profesora para evitar problemas cuando tuviera que recogerlos, la profesora ahora conocía a Rosalie y Jasper que cada tarde, acudían al instituto para llevar a su casa a los pequeños Cullen.

Asintió con una pequeña sonrisa.

—Enseguida.

Minutos más tarde regreso con los mellizos y Emmett que gesticulaban con sus manos y hablaban alegremente, sus ojos brillando con la chispa que caracterizaba a los niños.

A Jasper le fue inevitable sonreír al ver a Alice esbozar una gran sonrisa por algo que Emmett había dicho. Pero fue cuando Alice regresó la mirada hacia él y salió corriendo a sus brazos que sintió su corazón calentarse.

Al pasar tanto tiempo en la casa de los Cullen, había llegado a conocer mejor a la pequeña pelinegra que lo abrazaba con fuerza. Era una niña alegre, optimista y muy creativa. Comenzaba a sentir algo por la pequeña que platicaba con él o simplemente se sentaba a su lado por horas, pero él lo clasificó como un simple sentimiento fraternal, ya que la comenzaba a ver como su hermana pequeña.

— ¿Has tenido un buen día en el instituto? —le preguntó.

Inclinándose para estar a su altura y devolviéndole el abrazo, esperó ansioso su respuesta.

— ¡Sí, Jazz! —gritó Alice con entusiasmo —. He aprendido a dividir —sonrió ampliamente.

—Eso es muy bueno, eres una niña muy inteligente —le halagó con una sonrisa.

Alice le devolvió la sonrisa y comenzó a parlotear de su día en el instituto alegremente, con Jasper escuchándola atentamente.

Edward llegó corriendo rápidamente al lado de Rosalie y esbozó una gran sonrisa al verla con Bella entre sus brazos.

—Rose —la llamó.

Inmediatamente ella bajó su mirada hacia él y sonrió sabiendo lo que le pediría, al igual que cada tarde después del instituto.

—Dime Edward.

Bajó la mirada y retorció sus manitas con nerviosismo.

— ¿Crees que podría tener a Bella un rato? —preguntó tímidamente.

La sonrisa de Rosalie se extendió.

— ¿Tendrás cuidado y no la dejarás caer, verdad?

Edward frunció los labios, ofendido.

—Nunca la dejaré caer, lo prometo por la garrita —dijo levantando su dedo meñique.

Rosalie tuvo la sensación que esa era una promesa más allá que el simple hecho de cuidar de la bebé en ese momento, así como supo también que Edward cumpliría su promesa. La mirada con que veía a su hermana lo delataba.

Frunció los labios confundida mientras le entregaba la bebé a Edward, sería posible que… negó con la cabeza frenéticamente y ahuyentó aquellos pensamientos de su mente, eran solo unos niños, posiblemente solo sentían el acertado cariño fraternal que debían sentir.

Volvió el rostro cuando sintió un ligero tironcito de sus jeans.

Emmett sonreía y extendía una hoja de papel hacia ella.

—Es para ti —dijo con las mejillas ruborizadas.

Rosalie tomó la hoja que le extendía y sonrió con ternura al ver el dibujo.

Un corazón de diferentes colores alegres con dos pequeñas figuritas tomadas de las manos adornaban la blanca hoja de papel, un sol algo deforme estaba dibujado en una esquina con color amarillo fluorescente y el verde desnivelado simulaba el pasto.

—Muchas gracias Emmett, es muy lindo —murmuró despeinando su cabello.

—Cuando estemos casados, te voy a regalar muchas cosas —prometió con la vehemencia que todo niño de cinco años poseía.

Rosalie se limitó a sonreírle tiernamente, negándose a romper las ilusiones del pequeño estando casi segura de que solo era un encaprichamiento pasajero.

Desde el primer día que se había presentado en la casa de los Cullen y después cuando habían dado la noticia de que ella y Jasper cuidarían de ellos, Emmett se había encargado de pasar tanto tiempo como le era posible con Rosalie, incluso a veces estando dispuesto a ayudarla con algunos deberes hogareños.

—Seguro que así será —contestó Rosalie con una pequeña sonrisa.

Sentía un extraño placer que la llenaba cuando estaba cerca del pequeño travieso, no se imaginaba un día sin soportar sus ocurrencias o sus juegos, con el tiempo comenzaba a verlo como su hermano pequeño, le recordaba demasiado a Jasper cuando apenas era un niño. Y estaba segura de que su sentimiento de protección se debía a ese amor fraternal que la inundaba.

Jasper y Rosalie le sonrieron a la profesora y murmuraron una rápida despedida antes de marcharse con los niños.

Edward miró fijamente a Bella, impaciente porque despertara.

Siempre que salía del instituto la ilusión de estar con su hermana menor lo llenaba y no podía evitar sonreír ampliamente. Lamentablemente ese día Bella había estado dormida desde que Rosalie y Jasper habían ido a instituto por ellos, aun después de que llegaran a su casa y acostaran a Bella en su cuna ella seguía profundamente dormida.

Edward se movió inquieto por la habitación lanzándole miradas a Bella cada pocos minutos para asegurarse de que no despertara sola.

Rose le había asegurado que Bella dormiría por un rato más después de arroparla en su cuna, pero él se había negado a bajar con ellos sabiendo que Bella podría despertar en cualquier momento y tal vez asustarse por encontrarse sola.

Se volvió rápidamente hacia Bella cuando escuchó el casi inaudible roce de las sábanas con la piel de ella. La miró un momento mientras se removía y después con pereza abría sus ojos, mostrando sus grandes y expresivos ojos chocolate. Una sonrisa se extendió en sus pequeños labios rojizos cuando se topó con la mirada de Edward, que estaba a su lado.

Su corazón golpeteó más rápido contra su pecho cuando sintió la mano de Edward deslizándose por su mejilla antes de que se inclinara y depositara un beso en ella.

Rosalie irrumpió en la habitación después de haber escuchado desde el primer piso que Bella se despertaba.

Revolviéndole el cabello a Edward, tomó a Bella de la cuna y bajó con ella al primer piso con Edward siguiéndola entusiasmado.

Rosalie se sentó en el sillón de la sala en donde Emmett, Alice y Jasper jugaban sobre la alfombra diferentes juegos de mesa. Bella se revolvió entre los brazos de Rosalie cuando observó a Edward alejarse e ir a jugar con sus hermanos.

— ¡Edward! ¡Edward! —se quejó Bella con voz de soprano entre los brazos de Rosalie señalándolo con su pequeño dedito.

Inmediatamente Jasper, Rosalie y los pequeños Cullen volvieron su mirada hacia ella con curiosidad. La mente de Jasper rápidamente comenzó a maquinar el rápido crecimiento de Bella, preocupado por la rapidez de su crecimiento, intelectual como físico.

Comenzaba a sentir cariño por ella al igual que por sus hermanos y pensar en la posibilidad de que se desarrollara tan rápido muriendo de igual manera, prematuramente, lo acongojó. Pudo sentir el temor y la tristeza de Rosalie haciendo eco a sus sentimientos.

—Bella, ¿desde cuándo puedes hablar? —preguntó Rosalie.

El rostro de Bella se ruborizó al notar la mirada de todos sobre ella y escondiéndose entre el cabello de Rosalie contestó en un suave murmullo:

—Un par de días —el tintineo y la inocencia en su voz era casi hipnotizante, llamando de ese modo la atención de sus hermanos.

Rosalie soltó un profundo suspiro.

—Ed, ¿crees que puedes cuidar de tu hermana un momento? —preguntó al momento que depositaba a Bella en el sillón y se levantaba.

Asintió y se acercó a Bella con una sonrisa.

Era cierto que Bella ni siquiera aparentaba ser una bebé de dos semanas de nacida.

Su complexión en ese tiempo había cambiado apresuradamente pareciendo casi de un año de edad, solo unos pocos días después habían descubierto que Bella podía caminar perfectamente bien, la gracia y elegancia de sus pasos era sorprendente, pero Esme y Carlisle aun no lo sabían, no podían ni imaginarse la reacción que tendrían al ver la extensa capacidad de su hija con apenas un par de semanas de nacida.

Por eso, en ese momento, cuando Carlisle y Esme abrieron la puerta principal, llegando mucho más temprano que lo acostumbrado sintió que un estremecimiento le recorría el cuerpo al ver a Bella corriendo con Edward, Emmett y Alice mientras que sus padres los miraban congelados en el umbral de la puerta.

— ¿Bella? —susurró Esme ahogando un grito.

El pequeño cuerpo de la niña se congeló como si su nombre hubiera sido gritado y se volvió a ver a sus padres, con sus ojos inundados de miedo, a la espera de lo peor.
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Rosalie POV

Lancé mi ropa sobre mi cama, buscando algo apropiado para ponerme.

Jasper estaba en el piso de abajo, ni siquiera sabía qué estaba haciendo, pero poco me importaba en este momento, por su culpa y por Eleazar, ahora debíamos ir a cenar con los vecinos. No podía concebir la idea de estar con humanos.

Gruñí enfadada y tomé lo primero que encontré en mi armario.

Unos jeans y una blusa, eso estaba bien para mí y si a Jasper o a los vecinos no les parecía, podían irse a la… suspiré profundamente intentando calmarme. Si mi humor empeoraba le arrancaría la cabeza a Jasper… o a los vecinos… no sonaba mal, pensé, con una pequeña sonrisa.

Todo esto era culpa de Eleazar, pensé enfadada, si él estuviera aquí yo no tendría que ir con Jasper a cenar con nuestros queridos vecinos. Si no hubiera salido su escaso sentido humanitario cuando nos topamos con esa humana al borde de la muerte, esto no estaría pasando, si la hubiera dejado morir ahora todo sería normal.

Carmen. La nueva integrante de nuestra familia.

Después de ser convertida, ella y Eleazar se habían marchado, al menos el tiempo suficiente para que aprendiera a controlar su sed, ahora Jasper y yo debíamos hacernos cargo de las apariencias, porque era muy extrañoque una familia recién llegada al pueblo se marchara solo tres días después de su llegada.

Eleazar ejercía el papel de nuestro padre, diríamos que tuvo que viajar para cuidar a un familiar enfermo ya que no teníamos más familia y nos habíamos quedado porque el viajar todos de improviso solo complicaría las cosas.

Ahora solo debíamos extender el rumor y todo estaría cubierto.

Me vestí sin darle mucha importancia a mi apariencia, coloqué un poco de maquillaje en mi rostro a pesar de ser innecesario y me preparé para encontrar a mi mellizo en el segundo piso, esperando por mí.

No fue necesario ir en auto, ya que, como había dicho antes, la cena era con nuestros vecinos, y su casa estaba frente a la nuestra.

Caminé perezosamente al lado de Jasper, que me lanzó una mirada de advertencia.

—Compórtate, por favor —dijo con seriedad.

Puse los ojos en blanco y lo pasé de largo, dirigiéndome a la amplia casa e ignorando sus palabras. Cuando estuve frente a la puerta principal, me detuve y aspiré una gran bocanada de aire, preparándome para el tedio que me esperaba dentro con una casa llena de humanos.

Jasper tocó la puerta al ver que yo no estaba dispuesta a hacerlo.

Se escucharon un par de ruidos dentro. Pasos apresurados, unas vocecitas agudas que identifique como infantiles, una voz más grave reprendiéndolos, pidiéndoles silencio y finalmente todo quedo en silencio.

Una mujer de cabello color caramelo abrió la puerta y nos regaló una sonrisa cálida, maternal, compuse una sonrisa, esperaba que pareciera sincera.

—Buenas noches —saludó Jasper cortésmente, el acento sureño que ambos habíamos perdido con el tiempo se filtró en su voz.

—Buenas noches —respondió la amable mujer sonriendo en dirección a Jasper —. Pasen, por favor —dijo moviéndose para permitirnos entrar.

En la sala un par de niños y una niña nos miraban curiosamente. Mi corazón se calentó al verlos. El pequeño de rizos oscuros se acercó y me tendió la mano.

—Soy Emmett Cullen, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó y una sonrisita se extendió en sus labios.

La señora Cullen se acercó al niño.

—Emmett, sé bueno y ve a jugar con tus hermanos —le dijo suavemente acariciando su cabello.

Emmett me dirigió una última mirada con una gran sonrisa que marcaba sus adorables hoyuelos y después se marchó hacia a una habitación cercana en donde sus hermanos platicaban y reían sonoramente.

—Disculpa a Emmett, es un pequeño muy travieso —dijo con una sonrisa apenada.

—No importa —murmuré sonriendo.

—Siéntense, mi esposo se nos unirá en unos momentos, mi bebé parece estar enferma, llegaran en unos minutos —dijo, intentando esconder la preocupación en su voz.

Sentí que una ola de tranquilidad inundaba la habitación, le lance una rápida mirada a Jasper.

—Espero que les agrade el pueblo, he escuchado que vienen de Alaska, debe ser todo un cambio para ustedes pasar de una gran ciudad a un pequeño pueblo —murmuró cortésmente, no escuché la nota de malicia en su voz que esperaba.

—Sí, lo es, pero no teníamos otra opción —contestó Jasper tranquilamente.

Esperé a que preguntara que era lo que nos había hecho mudarnos o algo parecido, pero en cambio nos ofreció una sonrisa cariñosa y asintió.

—Los entiendo, a veces debemos adaptarnos.

Unos pesados pasos se escucharon cuando un hombre bajó las escaleras, supuse que era su esposo.

Un hombre alto y rubio, muy bien parecido, entró a la sala con una pequeña bebé entre sus brazos. Me tensé cuando capté la extraña esencia que provenía de alguno de ellos e inmediatamente mi mirada se clavó en sus figuras.

Mi oído captó el golpeteo de un pequeño corazón que latía con demasiada rapidez y mi mirada se centró en la pequeña niña que me miraba desde los brazos de su padre.

Sonrió en mi dirección, parpadeé sorprendida, ella… no era humana.

—Disculpen la demora, mi nombre es Carlisle Cullen —se presentó el hombre extendiendo la mano.

La tomé con cautela, estrechándola.

—Mucho gusto, soy Rosalie Hale y él es mi hermano Jasper Hale —dije formalmente.

Sonrió amistosamente y le entrego la niña a Esme que esperaba preocupada saber lo que tenía la bebé, tomándola en sus brazos y pasando su mano por todo su rostro, verificando que no tuviera fiebre o algo parecido.

Miró a Carlisle a los ojos con preocupación, pero cuando él negó con la cabeza un suspiro de alivio escapó de sus labios, la pequeña se revolvió entre sus brazos después de su suspiro, intranquila.

"¿Que siente?" le pregunté a Jasper a velocidad vampírica.

Los señores Cullen no se percataron de mis palabras, pero la pequeña bebé volvió el rostro hacia mí y me miró intensamente, por un momento pensé que comprendió mis palabras… o que las escuchó.

"Inquietud, impaciencia, nerviosismo… tiene hambre" concluyó, respondiendo a mi pregunta.

La niña sonrió en dirección a Jasper en apreciación y después sus pequeños labios rojizos se doblaron formando un adorable puchero.

"Ella… se siente desesperada… no creo que sea humana, sus sentimientos son más fuertes de lo que es posible en un humano"murmuró Jasper a velocidad vampírica en mi dirección.

La pequeña resopló impaciente, siguiendo nuestra platica.

"También parece ser más inteligente… y al parecer tiene un muy buen oído"dije al ver su rostro.

Una pequeña sonrisa de agradecimiento se dibujó en sus pequeños labios y después extendió sus pequeños brazos en mi dirección, su madre la abrazó contra su pecho.

—No cariño, son invitados —le regañó con dulzura, acariciando sus mejillas.

La bebé hizo una mueca de dolor cuando su madre la acercó más a ella y volvió el rostro, evitando acercarlo al cuerpo de Esme.

—Cree que… ¿podría cargarla? —le pedí a Esme con la mirada sobre la bebé que me miró con una amplia sonrisa.

—Claro —titubeó.

Se levantó del sofá y se detuvo a mi lado, deposito a la bebé entre mis brazos vacilante y finalmente regresó a su antiguo puesto.

Acomodé a la pequeña entre mis brazos y ella colocó su pequeña mano nívea en mi cuello, podría asegurar que era tan pálida como yo, la imagen de un líquido rojo y espeso se filtró en mi mente, un líquido que yo conocía a la perfección, mi garganta ardió en llamas con la imagen y el olor tan reales.

"Por favor"escuché una vocecita aguda y musical en mi mente.

Después todo desapareció y parpadeé para concentrarme. Mi mirada viajó rápidamente al rostro de la bebé que me miraba con suplica, Jasper platicaba con los señores Cullen, ahorrándome de ese modo el tener que introducirme en la plática.

Sangre.

La bebé tenía hambre, Jasper había acertado, no era humana y tenía demasiada hambre, me pregunté de donde sacaríamos sangre para alimentarla en este momento, ya que, al parecer la familia no estaba al tanto de la condición de su hija.

Recordé entonces una conversación que había tenido con Eleazar hace unos días…

—Los Vulturi están en América, será mejor que nos andemos con cuidado —dijo Eleazar mirándonos.

— ¿Para qué están los Vulturi en América? ¿Han roto más reglas? —preguntó Jasper con el ceño fruncido.

—No exactamente… —Eleazar vaciló y luego continuo hablando —. Al parecer Aro tiene una hija.

Nuestras bocas cayeron abiertas hasta el suelo con esa nueva noticia.

— ¿Hablas en serio? ¿Aro? ¿Una hija? —jadeé.

—Hay rumores de que estuvo con una humana durante un tiempo, pensó que al mantener otro tipo de relación con ella simplemente la mataría… pero se embarazó y creó una nueva especie… al parecer el niño que llevaba en su vientre no era vampiro, pero tampoco humano… era una combinación de ambas… y al darle a luz murió, nadie sabe qué pasó con la criatura… pero Aro está haciendo hasta lo imposible por encontrarla, después de todo es la única en su especie…


Abrí los ojos como platos después de mi epifanía… ella no podía ser la hija de Aro… la estudié por unos minutos… era bellísima, su rostro era pálido como la porcelana, sus grandes y expresivos ojos eran de un hermoso color chocolate bordeados por sus largas pestañas negras y sus labios eran llenos y rojizos.

Tal vez la bebé más hermosa que haya visto.

Su corazón latía rápido y fuerte, pero su piel era demasiado pálida para ser humana… caí en la cuenta de mis palabras… ella no era humana… pero tampoco vampira… al parecer, habíamos encontrado a la hija de Aro Vulturi.

Inhalé aire. Miré su rostro y sonreí.

"Me encargaré de cuidarte siempre si es necesario… de cualquier persona", murmuré a velocidad vampírica, acariciando su suave y pálida mejilla. Sentí mi arraigado sentimiento de amor y protección maternal luchar por salir, solo con sentir el calorcito de su cuerpo entre mis brazos.

Una sonrisa se dibujó en sus pequeños labios rojizos.
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Edward POV

Estaba en mi habitación. Hace un rato mi mami había venido a arroparme y a contarme un cuento como todas las noches para poder dormirme.

Pero esta vez no iba a ser igual, porque si me dormía tal vez a la mañana siguiente el angelito ya se habría ido y yo no quería que eso pasara.

Estuve quieto y calladito por mucho tiempo para que mi mami, papi y mis hermanos estuvieran dormidos y después me levanté de la cama intentando no hacer ruido. Abrí la puerta y salí de mi habitación, caminé por el pasillo oscuro, hasta que llegué a la puerta de la habitación del angelito.

La abrí con mucho cuidado y entré cerrándola detrás de mí.

Cuando me volví me di cuenta que el angelito me miraba fijamente.

Mi mami había dicho que se llamaba Isabella, pero a mí me parecía muy largo ese nombre, así que había estado toda la tarde pensando en una forma más corta para llamarla y se me ocurrió Bella. Era cortito y lindo.

—Hola Bella —le saludé bajito.

Si mi mami me veía aquí me regañaría, porque ahora yo ya debía estar dormido.

Bella sonrió y extendió sus pequeños bracitos intentando tocar mi cara, pero estaba demasiado lejos de mí. Con cuidado puse una silla y me subí para meterme a su cuna.

Ojala mi mami no llegara, me regañaría.

Su cuna era muy grande y yo aún era muy pequeño así que los dos teníamos espacio suficiente para estar cómodos.

Bella tocó mi rostro en cuanto estuve a su lado y una vocecita inundo mi mente.

"Edward…"

Se escuchaba como la voz de una niña, pero era la voz más hermosa que he oído. No era como la de todas las niñas chillona y aguda, esta era más dulce, casi parecía estar cantando mi nombre.

Entendí después de un rato que esa era la vocecita de Bella.

La miré, sus ojos que antes habían parecido chocolate derretido ahora parecían estar endurecidos, como una barra de chocolate, por alguna razón sentí que ella estaba preocupada, pero yo no entendía por qué.

— ¿Qué tienes? —le pregunté.

Ella me miró y acercó su manita a mi cara otra vez.

"¿No me tienes miedo?"

Negué.

—No, ¿por qué preguntas eso?

Sus ojos se cristalizaron ante mi pregunta y después me mostró una imagen en mi mente.

Pude ver a mi mami, estaba cargando a Bella y estaba sonriendo. Parecía feliz. Estaba hablando con mi papi de algo que no alcance a escuchar, luego mi mami parecía preocupada mientras estudiaba el rostro de Bella con atención. Bella estaba preocupada por ella, así que había decidido preguntarle el por qué, pero mi mami se había asustado en el momento en que la imagen de su rostro había aparecido en su mente.

Miré al pequeño angelito que esperaba mi reacción.

¿Por qué mi mami había actuado de ese modo? ¿Qué no todos los angelitos tienen poderes? Entonces, ¿por qué le había parecido tan extraño que nuestroangelito tuviera súper poderes? Pero entonces pensé que tal vez mi mami solo se había sorprendido.

Sonreí.

—Es solo que mi mami se sorprendió, pero no te tiene miedo, si te quiere —le aseguré.

Ella me miró por un momento y después sonrió también.

"¿Estás seguro?"

Asentí varias veces.

—Sí, estoy muy seguro.

"Creo que aún así es mejor que nadie sepa que puedo hacer esto",suplicó.

Fruncí el ceño, pensando.

— ¿Va a ser algo así como un secreto? —le pregunté, entusiasmado por la idea.

Yo me acordaba que una vez mi mami me había dicho que cuando una persona te quiere mucho te confía sus secretos. Entonces si ella me confiaba su secreto, quería decir que me quería mucho.

Sonreí al pensar en eso.

"Sí, un secreto solo de nosotros dos."

—Está bien —dije bostezando.

"Eddie, tengo sueño."

Fue entonces cuando me di cuenta que se esforzaba por mantener los ojos abiertos. Otro bostezo escapó de mi boca y después me acosté a su lado. Esperaba que mi mami no se enfadara mucho conmigo al verme aquí.

—Hasta mañana´, Bella —murmuré.

"Hasta mañana Eddie."

Después me quedé dormido y no escuché nada más.


Esme POV

El despertador sonó y perezosamente abrí los ojos.

Hoy Carlisle trabajaba todo el día, así que yo debía de darles de desayunar y despertarlos, mi esposo se había ido al trabajo hace una hora y esta vez yo me debía encargar de mis pequeños. Por lo general los sábados los levantaba para que desayunáramos y después los llevaba al parque que estaba a cuatro cuadras.

Salí de la cama y me duché rápidamente.

Después de arreglarme me encaminé a las habitaciones de mis pequeños para despertarlos. Primero fui a la habitación de Alice, que era la más testaruda al levantarse.

Entré y mi pequeña estaba dormida, con las cobijas en el suelo, ella siempre había tenido la manía de patear las sábanas por la noche.

Sonreí y abrí las cortinas de su habitación.

Por extraño que suene, hoy era un día soleado, eso casi no se veía aquí en Forks. En cuanto el sol impacto en su rostro, hizo un puchero inconscientemente y se dio la vuelta.

—Vamos cariño, es hora de levantarse —dije animadamente.

Ella emitió un bufido bajito y se cubrió la cabeza con la almohada.

—Alice, cielo, ¿no quieres ir al parque hoy? —le pregunté.

—Quiero dormir —lloriqueó.

—Cielo, te voy a comprar un helado de vainilla en el parque —dije utilizando mi último recurso.

— ¿Lo prometes? —preguntó con cautela.

—Lo prometo.

Me miró y después comenzó a saltar feliz sobre la cama.

— ¡Siii! ¡Helado!

Me reí por su entusiasmo, me recordaba a mi hermana, suspiré repentinamente triste, pero me recompuse antes de que Alice lo notara.

—Ahora, a bañarse cielo —le dije, levantándome para ir a la habitación de Emmett.

Me encaminé a la habitación de mi pequeño niño.

Cuando abrí la habitación él todavía estaba dormido, abrazado a su pequeño osito de peluche que Carlisle le había regalado en su cumpleaños. Jamás se dormía sin él.

—Hora de despertar —susurré con ternura en su oído.

Murmuró incoherencias y se cubrió completamente con la sábana.

Suspire dramáticamente.

—Yo tenía planeado llevar a mi bebé al parque a comprar un helado… pero creo que mejor voy a llevar a mi pequeño Eddie —dije levantándome.

Tal y como esperaba Emmett se levantó rápidamente, abrazándome tan fuerte como le era posible con sus pequeños bracitos.

—No, no, no, yo voy contigo —dijo repetidamente.

Sonreí.

Mi pequeño Emmett era muy celoso, era algo en lo que se parecía mucho a Edward.

—Muy bien, cielo, ¿quieres que te ayude a bañarte? —pregunté.

Me miró, un gesto de ofensa.

—No mami, ya soy un niño grande —contestó.

—Bien, mi niño grande, ve a darte una ducha.

Sonrió y se fue corriendo al baño.

Salí sonriendo de su habitación y atravesé el pasillo, hacia la habitación de Edward.

Cuando entré su cama estaba vacía. Extrañada miré dentro del baño de su habitación, pensando que tal vez se había despertado más temprano, pero no estaba ahí.

Me asusté.

Bajé a la cocina, estaba vacía. El patio. La sala. El despacho. El área de juegos. La sala de televisión. La sala de videojuegos. El ático.

No sabía en qué otro lugar buscar. Hasta que recordé el único lugar en donde no había buscado.

La habitación de mi pequeña bebé.

Caminé hacia allí, desesperada por estar en lo correcto.

Entré a la habitación que seguía oscurecida.

En la cuna estaba Edward con mi pequeña Isabella entre sus brazos. Los dos sonreían aún dormidos, la manita de Isabella estaba en la mejilla de Edward. Su posición mostraba familiaridad, comodidad, e inocencia. Pero aún así me pareció tan intima de un modo extraño que no pude evitar apartar la mirada y dejarlos seguir durmiendo.

Con cuidado salí de la habitación y una sonrisa adornando mi rostro.
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EPOV

Hoy llegaría mi nueva hermanita y estoy muy emocionado.

Estaba seguro de que iba a ser muy bonita, pero mi mami dijo que también iba a ser muy chiquita, así que yo me iba a encargar de cuidarla siempre, de todo y de todos.

Estuve todo el tiempo pensando en mi hermanita y no puse atención en clases, así que la señorita Katy me regañó muchas veces.

¡Al fin habían tocado el timbre que anunciaba el final de las clases! Me salí muy rápido del salón con Allie, fuimos al kínder a recoger a Emmy, después nos apuramos a la entrada del colegio a esperar a mi papi.

— ¿Crees que nuestra hermanita sea bonita? —preguntó Emmy.

Allie daba pequeños saltitos en su lugar aplaudiendo.

—Muy, muy bonita —contestó Allie.

Asentí, dándole la razón.

—Bueno… entonces ya quiero conocerla, pero…

— ¿Pero qué? —preguntó Allie.

— ¿Y si mami y papi nos dejan de querer por nuestra hermanita bonita?

Todos nos quedamos callados.

Nunca había pensado en eso, pero mami y papi no harían eso, ¿verdad? Pueden querernos a todos, por eso son papis, para tener muchos hijos y quererlos a todos.

Me conformé con mi propia respuesta y volví a sonreír.

Mi papi llegó unos minutos después.

—Vamos niños, ¿no quieren conocer a su nueva hermanita? —nos preguntó mientras subía nuestras mochilas al coche.

Asentí, sonriendo.

Pero mis hermanos se quedaron callados.

— ¿Qué pasa? ¿Ya no quieren conocerla? Por la mañana estaban muy emocionados.

Allie y Emmy hicieron un puchero.

A veces pensaba que ellos eran los mellizos, y no Allie y yo, parecía que siempre pensaban lo mismo, eso era muy raro.

Mi papi esperó por una explicación pero ellos comenzaron a llorar, me miró extrañado y se acercó a abrazarlos.

—Ellos creen que nos van a dejar de querer por nuestra hermanita bonita, pero no es así, ¿verdad, papi? —pregunté ahora inseguro.

Mi papi sonrió.

—Así que es por eso… nunca los vamos a dejar de querer —sonrió —. Su mamá y yo, los vamos a querer a todos siempre.

Allie y Emmy se limpiaron las lágrimas con la manga de su sweater.

— ¿Cómo es eso? —preguntó Emmett.

— ¿Pueden querer a muchas personas al mismo tiempo? ¿Cómo? —preguntó ahora Allie.

Mi papi frunció el ceño por un momento y después sonrió.

—Cuando somos papás nuestro corazón se hace muy, muy grande, y puede caber mucho amor para todos nuestros hijos.

Sonreí complacido al saber que había estado en lo correcto.

Allie y Emmy abrieron mucho su boquita, sorprendidos.

— ¡Entonces vamos a conocer a nuestra hermanita! —gritamos los tres y corrimos al auto.

Nos sentamos en los asientos traseros y mi papi nos abrochó el cinturón de seguridad a cada uno, aunque con Allie le costó un poco de trabajo porque no dejaba de saltar.

Al fin mi papi pudo encender el auto, quería ver a mi hermanita.

No podía imaginármela, pero si estaba seguro de que iba a ser muy bonita y también que iba a necesitar que la cuidaran, yo lo iba a hacer por siempre, así que de eso no tenía que preocuparme.

Me estaba empezando a dar sueño, como siempre cuando regresábamos del instituto, pero esta vez no me iba a dormir, debía de estar despierto para conocer a mi hermanita bonita.

— ¿Papi? —escuché que preguntó Emmy.

— ¿Qué pasa? —dijo papi.

—Hace mucho que no jugamos al monstruo que come niños bonitos.

Sentí que el auto se detuvo y cuando me asomé por la ventana me di cuenta de que ya habíamos llegado a casa.

— ¿Quién buscaba al monstruo que come niños bonitos? —dijo mi papi, sonriendo.

Los tres comenzamos a gritar y nos bajamos muy rápido del auto.

— ¡Vengan acá niños bonitos! ¡No he comido hoy, argg!

Nos comenzamos a reír y corrimos más rápido, papi alcanzó a Allie y la llenó de besos. La cargó en sus hombros, para después ir detrás de mí y Emmy. Nos tomó entre sus brazos y también nos llenó de besos como a Allie.

Papi nos alzó a mí y a Emmy en cada brazo y a Allie en los hombros, nos llevó a la entrada de la casa.

Nos bajó y todos corrimos hasta adentro riendo, mis momentos favoritos eran cuando papi o mami jugaban con nosotros.

De repente Emmy, que era el que iba al frente, se detuvo y dejó de gritar, Allie y yo hicimos lo mismo. Nos asomamos curiosos para ver qué era lo que había hecho que nuestro hermano se detuviera.

En el sofá de la sala estaba mami con una cobijita rosa entre sus manos, creo que adentro de la cobijita está mi hermanita. Mami nos miró y sonrió.

— ¿Es nuestra hermanita? —preguntó Emmy.

—Si cariño, ven. Acércate a conocerla —le contestó mami dulcemente.

Allie y yo vimos como Emmy se acercaba a mami, se subía al sofá y después asomaba la cabeza para ver dentro de la cobijita rosa, su boca formó una "o".

— ¡Vaya! Es hermosa —dijo sorprendido.

¿De verdad era tan bonita como para que Emmy se sorprendiera? Tenía curiosidad y quería verla, pero tenía miedo, no sabía que era con lo que me iba a encontrar, ¿y si en verdad no era tan bonita?

— ¿De verdad? —le pregunté a Emmy con curiosidad.

No esperé a que me contestara y me acerqué antes de arrepentirme.

Caminé hasta estar al lado de mi mami que bajó un poquito la cobijita rosa para que pudiera ver, me asomé y lo que vi me sorprendió mucho.

¿Papi y mami habían robado un angelito? Ellos no harían eso, ¿cierto? ¿Pero entonces por qué estaba ella aquí? Estaba haciendo gestos graciosos, pero eso solo la hacía más bonita. ¿Y si Dios se enoja porque le robamos a su angelito? Me preocupé, pero cuando el angelito me miró todas mis preocupaciones se fueron.

—No —negué —, es más que hermosa.

Me quedé viendo sus ojitos, me recordaban al chocolate, siempre me había gustado el chocolate y más cuando hacía frío y mami nos lo preparaba, ahora me encantaba el chocolate.

—Es hermosísima —chilló Allie.

Fruncí el ceño.

¿En qué momento se había acercado?

Pero eso provocó que el angelito me dejara de ver y ahora viera a Allie con curiosidad, por unos minutos se le quedó viendo y después sonrió.

— ¡Me sonrió! —gritó Allie emocionada.

Me enojé un poquito, ¿por qué a ella le había sonreído y a mí no?

—Mami, ¿puede casarse conmigo cuando sea grande? —dijo Emmy.

Miré a Emmy enojado, ¡él no se iba a casar con ella! Era muy bonita, y como yo había prometido cuidarla por siempre era yo el que debía casarse con ella,

—No —dije enojado —. Se va a casar conmigo.

—Se va a casar conmigo —dijo Emmy muy convencido —. Es muy bonita y debe estar conmigo.

—No —negué —. Se va a casar conmigo porque me va a querer más.

—Ya cállense —gritó Allie —. No va a querer a ninguno.

Me senté en el sofá refunfuñando, tal vez Allie tenía razón y no me iba a querer, me puse triste por eso, pero ella me debía de querer porque los hermanitos siempre se quieren, pensé.

Después escuché el sonido alegre de unas campanitas, cuando busqué de donde venía, descubrí que era el angelito que estaba riendo y aplaudía. Parecía feliz. Sonreí, le iba a rogar a Dios que no nos la quitara.

Si Dios se llevaba a su angelito, ¿cómo íbamos a hacer nosotros para seguir sin ella? Eso era imposible. yo le iba a pedir a Dios que nos dejara quedárnosla, y la voy a cuidar y querer mucho para que no se enoje y no se la lleve.

Mi mami se levantó, pensé que se iba a llevar al angelito, no quería que se la llevaran.

¿Y si mientras estamos dormidos Dios se la lleva? No podía dejar que pasara eso.

Me levanté del sofá, por si mami llevaba al angelito a su habitación, yo me quedaría con ella. Pero mami la dejó en el sofá con unos cojines a los lados.

Mis hermanos y yo nos acercamos a ella, nos miró y sonrió.

—Te voy a diseñar mucha ropa cuando seamos grandes y vamos a ir al centro comercial —dijo Allie feliz.

El angelito frunció el ceño y miró a Allie, después sonrió otra vez.

Allie se fue a su habitación diciendo que tenía que empezar a hacer los planes y dibujar la ropa para cuando fueran grandes o algo así, no entendí mucho de lo que dijo.

—Conmigo vas a jugar a videojuegos, ¡va a ser muy divertido! —dijo Emmy.

Al igual que Allie se fue diciendo algo de que debía ver los juegos más fáciles que tenía para que nuestra hermanita aprendiera, tampoco le puse mucha atención.

Los ojitos de color del chocolate del angelito se detuvieron en los míos, sonrió y estiró sus bracitos, recordaba que eso era lo que hacía Emmy cuando estaba más chiquito y quería que mami lo cargara.

Pero yo no podía cargar al angelito, ¿qué tal que le pasara algo? No podría perdonármelo nunca.

—Lo siento angelito, pero no puedo cargarte, te puede pasar algo —susurré bajito, solo para que ella me escuchara.

Frunció el ceño hizo un pequeño pucherito y extendió más sus bracitos.

Me rendí y con mucho cuidado la tomé entre mis brazos. Me fijé que no estuviera incómoda y después con mucho cuidado me senté en el sofá, para asegurarme de no tirarla.

Su cabecita se levantó y me miró a los ojos, después una gran sonrisa apareció en su carita.

Bajé con cuidado mi cabeza y besé su pequeña frente.

—Te prometo que te voy a cuidar siempre angelito y no voy a dejar que Dios te llevé con él, te voy a cuidar para que no se enoje y te deje con nosotros —susurré muy bajito.

Y esa era una promesa que cumpliría.
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Acuné a mi pequeña con ternura, apenas la había tomado entre mis brazos se había quedado profundamente dormida. Observé embelesada la perfección de su rostro, la delicadeza de sus rasgos y la tranquilidad que transmitía estando dormida, por un momento sentí que en verdad tenía entre mis brazos un pequeño ángel.

—Esme, cariño —me llamó Carlisle, sacándome de mi ensoñación.

— ¿Qué pasa?

Sonrió con ternura al ver a la pequeña responsable de mi distracción.

— ¿Qué nombre le pondremos?

Lo medité un momento, quería un nombre tan especial como ella, pero ninguno parecía suficiente.

—Su nombre actual es Isabella Marie Swan —dijo Heidi con timidez.

Observé el rostro de mi pequeño angelito por unos momentos, Isabella… perfecto para ella, sonreí.

—Isabella es perfecto —susurré.

—Entonces que se quede con su nombre actual —dijo Carlisle.

Heidi asintió escribiendo con rapidez los datos. Después de unos minutos nos entregó los papeles que hacían oficial la adopción, miró a mi pequeña Isabella sonriendo.

—Esta pequeña se robó el corazón de todas las parejas que venían a adoptar, tienen suerte de llevársela —acercó su mano y acarició sus bucles caoba —. Adiós pequeñita, suerte con tu nueva vida.

Salimos del orfanato después de despedirnos de Heidi y agradecerle todo lo que había hecho por nosotros. Apreté más a mi bebé contra mi pecho, me sentía tan feliz, esperaba que mis pequeñitos aceptaran a su nueva hermana, porque ella ya era otra parte de mi corazón.

Llovía con demasiada fuerza y me preocupé, no quería que mi bebé se enfermara así que la arropé lo suficiente para que no sintiera frío.

—Amor, la vas a ahogar —dijo mi esposo divertido.

Destapó su rostro con cuidado, asegurándose de que estuviera cubierta y pudiera respirar.

—Lo siento —susurré avergonzada.

Carlisle rió sacudiendo la cabeza.

—Vamos, debo ir a recoger a los niños —dijo colocando una mano en mi espalda y empujándome suavemente para que comenzara a caminar.

Nos subimos al auto y mi bebé se comenzó a remover entre mis brazos, abrió sus ojitos unos minutos después clavándolos en mi rostro, me sonrió y se acurrucó sin dejar de observarme.

— ¿Qué pasa hermosa? —le pregunté tocando ligeramente su nariz.

Comenzó a reír mostrando dos pequeños dientes, ¿no se suponía que tenía solo unos días de nacida?

—Carlisle.

— ¿Qué pasa cariño?

—Isabella ya tiene dos dientes —dije extrañada —. ¿Qué no se suponía que solo tenía dos días de nacida?

Frunció el ceño, pensando.

—Tal vez se equivocaron —musitó sin convicción después de unos minutos.

—Tal vez… —susurré tratando de convencerme.

Pero no podía evitarlo, estaba preocupada, no quería que le pasara nada a mi pequeñita.

Volví mi mirada hacia ella, su pequeño ceño estaba fruncido, me observaba con seriedad, por un momento creí que ella era más diferente de lo que aparentaba, levantó sus pequeños bracitos y colocó su manita en mi mejilla.

Una imagen fugaz apareció en mi mente, parecía ser mi rostro, lucía preocupado, pero tan rápido como la imagen apareció se fue.

Jadeé sin poder evitarlo y volví a fijar mi mirada en mi bebé, parecía asustada, tomé su manita una vez más y la coloqué contra mi mejilla, no pasó nada, tal vez me estaba volviendo loca. Mi pequeña seguía mirándome con un rastro de preocupación en sus ojos.

— ¿Esta triste mi bebé? —le pregunté acariciando sus rizos.

Me mostró una sonrisa deslumbrante.

Decidí que era hora de que durmiera, no había dormido demasiado y por lo que vi, en el orfanato tampoco estaba dormida.

La volví a acomodar entre mis brazos y ella se acurrucó automáticamente, comencé a mecerla con suavidad y tarareé para que se durmiera, sus ojitos se comenzaron a cerrar y después de unos cuantos minutos se había quedado dormida entre mis brazos otra vez.

Era tan hermosa y parecía tan frágil e indefensa. Me provocaba una adoración extrema y al parecer a mi esposo también, ya que cada vez que fijaba su mirada en ella, sonreía.

En cuanto llegamos a la casa nos bajamos del auto y yo me dirigí a la habitación que sería de mi pequeña y que había preparado días antes. La acomodé en su cunita y la arropé, cuidando no despertarla. Salí de su habitación y me senté en el sillón de la sala.

—Es hermosa —dijo Carlisle entrando con una sonrisa.

—Lo sé.

—Me tengo que ir, aún debo recoger a los niños —dijo acercándose para besar brevemente mis labios.

—Recuerda que en dos días vamos a cenar con los nuevos vecinos y debes cancelar toda tus citas de trabajo —le dije antes de que se fuera.

Sonrió y asintió saliendo por la puerta.

Escuché su auto encender y después cómo se perdía el sonido a la distancia. Todo parecía demasiado irreal, solo faltaba la reacción de mis hijos al ver a su nueva hermana para que todo estuviera perfecto, eso no me preocupaba, sabía que ellos la aceptarían. Al fin me sentía completa y me atrevería a dar mi vida porque todo siguiese igual, estaba segura que Carlisle pensaba lo mismo, él amaba tanto a nuestra familia como yo. Desde nuestra pequeña nueva integrante a la familia, hasta los mellizos que sentíamos como nuestros hijos.

El llanto de mi pequeña me sacó bruscamente de mis pensamientos. Automáticamente me levanté rápido y llegué en unos pocos minutos a su habitación.

Su cabecita se movió hacia la puerta al escucharla abrirse y al verme parada en el umbral de ésta su llanto cesó, una deslumbrante sonrisa surcó su rostro y levantó sus pequeños bracitos hacia mí. Me quedé un rato y ella levantó sus bracitos una vez más con impaciencia.

—Tengo una pequeña muy impaciente —musité.

Me acerqué a su cuna y la tomé en brazos con cuidado, volteó a ambos lados, buscando a Carlisle.

—Tu papi no está.

Sus ojos chocolate se clavaron en mí, como si entendiera mis palabras.

—Salió a recoger a tus hermanos del colegio, en un rato los vas a conocer, ellos te van a querer tanto como nosotros —dije besando su pequeña nariz.

Su sonrisa se amplió y después comenzó a jugar con mi cabello, estuve hablándole un rato, parecía entender mis palabras, pero luego me reprendía, era imposible que me entendiera. Jugué con ella, le hice muchos mimos y le tarareé algunas canciones, estaba feliz con mi pequeñita, en verdad era un mini angelito, adorable y linda.

Después de unas horas escuché el auto de Carlisle aparcarse en el garaje y muchas risas por parte de mis pequeños que entraron corriendo a la casa. En cuanto me vieron sentada con un pequeño bulto entre mis brazos, detuvieron todo el ruido.

— ¿Es nuestra hermanita? —preguntó Emmett.

—Si cariño, ven. Acércate a conocerla.

Se acercó emocionado hasta llegar a mi lado, se subió al sillón y asomó su cabecita para verla.

— ¡Vaya! —exclamó —. Es hermosa —dijo sorprendido.

— ¿De verdad? —preguntó Edward con curiosidad, acercándose.

Caminó hasta situarse a mi lado y se asomó a verla.

—No —negó —, es más que hermosa.

Finalmente Alice decidió unirse a nosotros y se subió al sillón para poder verla.

—Es hermosísima —chilló.

Provocando que mi bebé clavara sus ojos en ella, observó su rostro y unos minutos después sonrió.

— ¡Me sonrió! —gritó Alice emocionada.

—Mami —me llamó Emmett — ¿puede casarse conmigo cuando sea grande?

—No —dijo Edward enojado —, se va a casar conmigo.

—Se va a casar conmigo —aseguró Emmett —. Es muy bonita y debe estar conmigo.

—No —negó Edward —. Se va a casar conmigo porque me va a querer más.

—Ya cállense —gritó Alice —. No va a querer a ninguno.

Ambos se sentaron refunfuñando. Mi bebé estaba viendo todo y comenzó a reír aplaudiendo alegremente. Mis pequeños sonrieron al escucharla reír, era como campanillas al viento, pero yo estaba preocupada, no se suponía que se desarrollara tan rápidamente.

Dejé que mis pequeños jugaran con su nueva hermana, la coloqué en el sillón y puse dos cojines en cada lado para evitar que se cayera y salí a la cocina. Transcurrieron unos minutos cuando sentí unos brazos rodear mi cintura.

—No te preocupes.

—Crece demasiado rápido —susurre.

Apretó más su abrazo y se quedó en silencio unos minutos.

— ¿Quiénes son los vecinos con los que cenaremos? —preguntó cambiando de tema.

Sonreí con dificultad a sus esfuerzos por distraerme.

—Carmen y Eleazar, con sus hijos Jasper y Rosalie Hale.
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Esme POV

— ¡Mami, mami, mami! Hoy llegará mi nueva hermanita, ¿verdad? —me preguntó mi pequeño Edward con entusiasmo entrando corriendo a la cocina.

—Sí, corazón, cuando regreses de la escuela estará aquí —aseguré y como respuesta recibí una sonrisa de su parte —. Ahora ve a lavarte los dientes Eddie.

—Sí mami —dijo para salir corriendo hacia el baño.

— ¿Es cierto? —preguntó Alice haciendo un puchero.

— ¿De qué hablas, cariño? —cuestioné mientras acariciaba su oscuro cabello.

— ¿Hoy llegará una nueva hermanita? —solo asentí en respuesta y ella frunció el ceño.

— ¿Qué pasa, corazón?

— ¿Ya no me quieres y por eso estas buscando otra hija? —me preguntó sollozando.

—No cariño, te quiero muchísimo, igual que voy a querer a tu nueva hermanita, y quiero a Eddie y Emmy, pero quiero otra hija para que puedas jugar con ella.

— ¿De verdad podrá jugar conmigo? —preguntó, ahora con el mismo entusiasmo que Edward.

—Por supuesto —dije y empezó a saltar alegremente.

— ¿Por qué salta Alice, mami? —dijo mi pequeño Emmett que observaba a su hermana con curiosidad.

—Tendremos una nueva hermana —respondió Alice a Emmett con alegría y este último abrió los ojos desmesuradamente.

— ¿De verdad? —me preguntó con los ojos rebosantes de alegría.

—Sí —dije y se puso a saltar con Alice mientras yo solté una corta risa.

Me alegraba que mis angelitos se tomaran tan bien la noticia.

—Eddie, Allie, Emmy, es hora de que los lleve a la escuela —anunció mi esposo desde la puerta.

Los tres salieron corriendo después de darme un beso en la mejilla.

—Vuelvo en media hora, cielo; y después iremos al orfanato —me dijo y dejó un beso breve en mis labios.

Una vez que se marcharon subí a mi habitación y me duché para arreglarme rápidamente.

Escuché que el auto de mi esposo aparcaba adelante de la casa y bajé las escaleras apresuradamente para no demorar más tiempo, sonrió al verme tan ansiosa pero no dijo nada y me guío al interior del auto.

Estacionamos frente al orfanato de Forks minutos más tarde y nos recibió una mujer de edad avanzada pero que parecía ser muy amable.

—Buenos días, ustedes deben ser los señores Cullen —dijo sonriendo cálidamente.

—Mucho gusto, yo soy Carlisle y ella es mi esposa, Esme —nos presentó mi esposo.

—El gusto es mío, mi nombre es Heidi —dijo para después invitarnos a pasar —. Bueno, los papeles ya han sido aprobados y tienen la autorización para adoptar, pero antes quisiera que me hablaran un poco de ustedes, ya saben, para asegurarme que a la pequeña que adopten este en buenas manos.

—Mi nombre es Esme, soy ama de casa y ex decoradora de interiores, mi esposo es un doctor muy reconocido —dije dejando evidente el orgullo en mi voz y mi esposo besó dulcemente mi mano —. Tenemos tres hijos adorables, Edward, Emmett y Alice. Edward y Alice son mellizos y tienen ocho años, ellos son los hijos de mi hermana —. Solté otro suspiro de tristeza y Carlisle pasó un brazo por mis hombros tratando de consolarme —. Mi hermana murió en el parto, mi cuñado se deprimió demasiado y yo me dediqué a cuidar de ellos, unos meses más tarde mi cuñado murió pero mientras estaba postrado en la cama me mandó llamar y me pidió que cuidara de ellos — una lágrima descendió por mi mejilla —. Fueron sus últimas palabras, me dijo que eso es lo que hubiera querido mi hermana, los adoptamos unos meses más tarde y desde entonces viven de nosotros, por supuesto que saben que somos sus tíos, pero ellos nos siguen llamando mamá y papá, son encantadores —, dije en un sollozo y después suspiré para calmarme —. Por otro lado, Emmett es el más pequeño y tiene cinco años, nació en Tennessee mientras estábamos de vacaciones —solté un suspiro esta vez de felicidad al recordarlo —. Creímos que yo no podía tener hijos y luego me enteré que estaba embarazada, mi embarazo fue de alto riesgo y el doctor me advirtió que sería el único hijo que podría tener, pero no me importó, la única idea que rondaba mi cabeza era que tendría a mi bebé así que cuando nació, me llené de felicidad —sonreí —. Nos mudamos aquí unos meses después del nacimiento de Emmett —concluí y Heidi asintió.

—Supongo que es todo, tengo entendido que quieren adoptar una niña — asentimos —, más específicamente; ¿qué edad preferirían aproximadamente? —preguntó.

—Umm... unos cuantos meses, prefiero que sea pequeña —asintió y se levantó.

—Síganme, por favor.

Caminamos por un pasillo hasta llegar a una puerta que indicaba que era en donde se encontraban los bebés más pequeños, al abrirla había muchas hileras de cunas con colores azul y rosa respectivamente.

—Pasen —nos indicó —, los dejaré solos, volveré en unos minutos —dijo y salió de la habitación.

Me acerqué con cuidado a las cunas, los bebés eran muy lindos y adorables, algunos dormían mientras que otros lloraban, me rompía el corazón el ver llorar a esos pequeñitos. Sentí como unos brazos me rodeaban y después un beso en la mejilla, sonreí y retomé mi camino. Lo sabía y no lo podía negar, las pequeñas eran muy lindas pero... no eran las indicadas, lo sabía. Seguí caminando y sentí la mirada de mi esposo sobre mí, me volví hacia él y efectivamente, me estaba mirando.

— ¿Qué pasa? —pregunté con curiosidad.

—Es lo que quiero saber, cielo —dijo observándome.

— ¿Por qué lo dices? —fruncí el ceño y él sonrió.

— ¿Es que tienes algún problema con los bebés? —me cuestionó divertido.

—No, ¿por qué? —pregunté y él se encogió de hombros.

—Solo preguntaba —sonreí y negué con la cabeza.

Una vez más seguí caminando con Carlisle detrás de mí, recorrí toda la habitación pero sabía que ninguna era ella, porque simplemente al verla lo sabría, que era la indicada para ocupar un lugar en la familia y en mi corazón, la que sería otra pequeña razón para que me levantara cada día como mis angelitos, pero, ¿en dónde estaba?

—Y bien, ¿ya saben quién será la nueva integrante de la familia Cullen? —preguntó Heidi entrando a la habitación.

—En realidad no —dije con sinceridad y decepción.

—No se preocupen, en otra habitación hay mas bebés y son muy hermosas, pero son mas pequeñitas, tienen solo semanas de nacidas —advirtió y yo asentí.

En vez de salir al pasillo se dirigió a una puerta dentro de la habitación para que al abrirla saliéramos a otra, con una sonrisa y nuevas esperanzas me dirigí a las cunas, tal y como dijo era evidente que esas criaturas eran más pequeñas e igual de lindas.

Caminé alrededor de cada una de las cunas pero una vez más sabia que ellas no eran las indicadas, ¿dónde se encontraba mi pequeña? Sabía que estaba en este orfanato pero, ¿en dónde? Seguí caminando alrededor de cada una de las cunitas sin éxito, ella no estaba aquí, el sentimiento de decepción me inundó una vez más al acabar de observar a cada una de las bebés de esta habitación y no encontrarla, solté un suspiro de resignación.

— ¿No tiene una última habitación? —le pregunté a Heidi que sonrió y asintió.

Una vez más abrió otra puerta en donde había demasiado ruido causado por el llanto de los bebés, y personas de un lado a otro intentando detener el llanto de cada uno, cosa que era imposible, ya que eran demasiados.

—Es la última habitación —dijo Heidi permitiéndonos pasar.

Me acerqué a las cunas y noté que las criaturas parecían aún menores que los bebés de la habitación anterior.

— ¿Cuánto tiempo tienen estos bebés de nacidos? —le pregunté a Heidi.

—Unos cuantos días, son los más pequeños —dijo y asentí.

Seguí caminando, el llanto de los bebés era demasiado ruidoso, cuando me volví hacia mi esposo noté que todo el ruido comenzaba a desesperarlo y solté una risa bajo mi aliento que fue amortiguada con el llanto de los pequeños que se removían en sus cunas reclamando un poco de atención, pero en la esquina había una cunita demasiado silenciosa y tranquila. Extrañada me dirigí hacia ahí, viéndola por primera vez.

Su rostro era dulce y angelical, piel pálida, ojos grandes y de un hermoso color chocolate, rasgos finos y delicados, labios rosas y pestañas largas. Era hermosa. Y supe que era ella la indicada; la observé unos minutos mas y noté que observaba a su alrededor demasiado quieta y con sus ojitos muy abiertos, como si estuviera asustada. Repentinamente sus ojos chocolate estuvieron sobre mí y me di cuenta que ladeaba su cabeza con curiosidad para después sonreírme.

Me perdí en ese gesto y en su devastadora belleza, esa pequeña era perfecta y asombrosa, derrochaba inocencia y ternura, sabía que era ella mi pequeña, la indicada. La decisión estaba tomada sería esta hermosura a la que adoptaría.
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La noche en Forks era pacífica, todos dormían con una profunda tranquilidad que resultaba ser reconfortante, la luna brillaba más que cualquier otra noche y las estrellas parecían pequeños diamantes incrustados en el oscuro cielo. Una noche maravillosa, en la que parecía brillar la esperanza; pero en el corazón del bosque, internada en los arboles y la fría tierra, se encontraba una mujer de cabellos castaños esperando que su sufrimiento terminara y deseando que su pequeño bebé, que era el responsable de su pronta muerte estuviera protegido y en un futuro fuera feliz, sus pensamientos, volcados hacia la pequeña personita que desgarraba su vientre para salir a la superficie.

—Hermana —susurró la mujer débilmente.

—No hagas más esfuerzo —suplicó.

—Cuida de mi bebé —le pidió ignorando su petición y tratando de entregarle el pequeño bulto en sus brazos que estaba demasiado quieto, escuchando la conversación, como si la comprendiera.

—Yo no cuidaré al monstruo que te arrancó la vida —replicó con enojo mientras hacia un gesto despectivo al pequeño bebé.

—Por favor, puedes darlo en adopción pero no lo abandones, asegúrate que su familia adoptiva lo amé como yo lo hubiera amado —le imploró abrazando a la pequeña contra su cuerpo con las pocas fuerzas que le quedaban.

—Vas a vivir, no me puedes decir lo contrario, ¿qué pasara con nuestros padres? Tienes una vida por delante —le dijo llorando.

—El hombre que me importaba se fue, no he averiguado que es, pero ahora creo que nunca lo sabré, solo sé que esa pequeña criaturita no tiene la culpa de los errores de él, ¿lo cuidarás cierto? —le pregunto mirándola a los ojos.

—Lo haré —le prometió vacilante y al fin tomó a la pequeña en sus brazos.

—Te extrañaré mi hermosa Isabella, Isabella Marie Swan, el nombre perfecto para mi hermosa niña —susurró la mujer quien luchaba por tener unos minutos más de vida —. Nunca te olvides de mí, hermana, espero que seas feliz y encuentres el verdadero amor, no dejándote llevar por la belleza superficial como yo lo hice —dijo en un suspiro —. Siempre te recordaré hermana, recuérdalo Carmen —. Observó a la pequeña bebé por última vez para caer en la inconsciencia.

—Te prometo que te recordare, toda la vida —aseguró —, nunca te olvidare Renée.

Observó a la pequeña bebé que ahora dormía en sus brazos, dándose cuenta que era verdad, la pequeña poseía una belleza increíble, sus pestaña eran largas, su piel blanca como la nieve y sorprendentemente caliente y suave mientras que sus labios eran de un adorable rosa. Pero aún con todo aquello no podía quedarse con ella, no después de haber presenciado cómo había nacido, quitándole la vida a su única hermana que tanto quería, fue entonces cuando decidió darla en adopción.
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Cuando adoptas un bebé en el posible problema que podrias pensar sería cómo decirle que es adoptada. Nunca imaginarías que accidentalmente podrías haber adoptado una mitad vampiro mitad humana y mucho menos que la buscan. Cullen humanos. EdxB. AxJ. EmxR. OOC.


Prefacio
Capítulo 1: La indicada
Capítulo 2: La nueva Cullen
Capítulo 3: Un angelito es parte de mi familia
Capítulo 4: Mostrando mi interior
Capítulo 5: Instinto maternal
Capítulo 6: Vida al estilo Cullen


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Tres años después…

Forks, Washington


Cuando el repiqueteo de las gotas contra el transparente vidrio se volvió insistente le fue inevitable abrir los ojos pesadamente.

Lo primero que captó su visión periférica fue el cielo gris que nublaba el nuevo día, las nubes negras que lo adornaban parecía que presagiaban algún nuevo acontecimiento que tendría lugar en el día. No era extraña la ausencia del sol. Después de todo, era Forks.

Gimió adolorida cuando los músculos de su abdomen se contrajeron al sentarse.

Había ropa sucia en el suelo. Los utensilios diarios esparcidos por toda la habitación. Suspiró profundamente. Ayer había intentado oponerse a Ryan por primera vez, eso no había sido una buena idea. Su vista viajó a las sábanas color melocotón que cubrían su desnudez manchadas de un espeso líquido color carmesí, en algunos sitios ya secos.

Se deshizo de la navaja que aún estaba enterrada profundamente en su costado derecho, lloriqueando un poco en el proceso de la extracción de ésta. Ryan jamás había sido tan brutal, pero sabía que ahora que había comenzado, inevitablemente se repetiría, eso había sucedido la primera vez que la había golpeado y prometido no repetirlo.

Bajó de la cama. Sus pies temblaban con cada paso. Suturó su herida rápidamente, después de tanto tiempo había aprendido a hacerlo sola, ya que acudir diario al hospital con una nueva herida profunda, no era algo demasiado común, sin importar lo torpe que fuese.

Bella se miró fijamente al pequeño espejo que la reflejaba. Sus ojos vacíos le devolvieron la mirada. Su labio estaba hinchado y tomando un color negro, sus ojos rojos después de que Ryan la obligase a ingerir droga la noche anterior.

No había rastro de lágrimas en su rostro. Ya no más.

Después de haber vivido tres años con la misma rutina diaria, las lágrimas le parecían lo más patético que podía hacer. Lágrimas. Eso no la ayudaría a salir de aquel abismo negro en el que estaba metida, entonces, ¿para qué llorar? No comprendía porque razón en las películas típicas de mujeres maltratadas, ellas lloraban amargamente. Ellas eran patéticas en su situación y el estar llorando, solo las hacía más miserables. Eso no arreglaría nada. Y Bella lo había comprendido hace ya demasiado tiempo.

Sus lágrimas no habían servido aquella noche hace un poco más de dos años para que Ryan se detuviese. Sus lágrimas no habían servido hace tres años para detenerlo a él.

Llorar era la solución infame que muchos daban a sus problemas para evitar hacer algo y arreglarlos.

Evitó mirar su cuerpo mallugado, lleno de moretones y suturas. No había un solo sitio que no le doliese con solo respirar. Miles de cicatrices adornaban su cuerpo. Pero las que ella más odiaba eran las suturas que se dispersaban en su estomago, esas que habían marcado su vida.

Miró el reloj.

No tendría tiempo de tomar el baño tibio que deseaba.

Buscó entre su ropa unos jeans de mezclilla y una blusa que cubriera sus brazos. Tomó una bufanda a juego y la anudó en su cuello. Se aplicó una generosa base de maquillaje en la cara, hasta esconder todo rastro de algún golpe de la noche anterior.

Siguiendo su rutina diaria, se apresuró al mall para abastecerse con todo lo necesario para preparar la comida antes de que Ryan regresara a casa.

Empujó el carrito con esfuerzo y ahogó un grito de dolor que pugnó por abandonar sus labios. Sus piernas solo tenían la capacidad de ejecutar movimientos tensos, sus brazos temblando mientras intentaba ignorar el dolor que los entumecía, el estremecimiento de dolor que la recorría a lo largo de su espina dorsal con cada segundo, manteniéndose verticalmente.

Verduras, carnes frías, lácteos, pastas… el carrito estaba abastecido con alimentos para el día. No olvidó comprar las botellas de tequila. La última vez que lo había olvidado, Ryan había enloquecido, después de soportar el dolor en su cuerpo por semanas sin la oportunidad de visitar un médico, supo que jamás volvería a ocurrir. Tal y como Ryan había asegurado mientras flagelaba su cuerpo.

Suspiró y esperó pacientemente para pagar, evitando hacer contacto visual con el cajero que le lanzaba miradas sugestivas.

Depositando los alimentos embolsados en la cajuela de su auto se preguntó internamente cómo es que había terminado de ese modo. No le fue muy difícil recordar lo sucedido en los últimos tres años de su vida.

Una risa sarcástica se escapó de sus labios antes de que pudiese evitarlo.

Definitivamente él lo había logrado. Su vida era miserablemente humana. Vivía lo que cualquier humano normal tiene la posibilidad de realizar. Soportar una vida llena de maltratos. Tal vez había personas con la suerte de vivir una buena vida, pero… ¿cuándo Bella Swan se había caracterizado por su suerte?

Bufó.

Enfadada consigo misma por seguir recordando cosas tan insustanciales en ese momento de su vida. No. Ella no era la misma adolescente tímida e ingenua de antes. Había aprendido de la vida de la peor manera, y estaba segura que de tener la oportunidad de ver a los Cullen de nuevo, no habría resquicio del amor que alguna vez les profesó.

Ya no.

.

.

.

Edward miró por la ventanilla del avión y suspiró pesadamente.

A su lado, Alice le lanzó una mirada fulminante antes de volverse y darle la espalda. Emmett, Rosalie y Jasper no le eran de mucha ayuda, puesto que se mantenían al margen de la situación. Aún no podía comprender como había dejado convencerse de viajar a Forks, después de tres años haciendo todo lo posible por no caer en la tentación.

Alice le había jurado que de no ir con ella, iría a Forks sola, y él sabía que no bromeaba. No cuando sus ojos parecían querer lanzarle fuego y sus puños se apretaban con fuerza, conteniéndose para no lanzarle un puñetazo. Suspiró por enésima vez. Se había prometido verificar el estado de Bella, tal vez ver qué había sido de su vida, después se iría y no regresaría.

Alice se removió impaciente.

Esperaba fervientemente que su visión no hubiese sido más que una pobre opción del lejano futuro. No podía imaginar a la que alguna vez soñó con ser su hermana de ese modo. Sus gritos desgarradores aún resonaban en sus oídos como un recordatorio de lo que había permitido que sucediera.

Es cierto. La decisión de abandonar Forks y a Bella, había sido de Edward, pero ella había llevado culpa al seguir sus ordenes, después de todo, ¿quién era Edward para ordenar en la vida de Bella sin dejarle opción? Nadie. Y el peso de su culpa era aplastante, intoxicante.

Parecieron días para la familia Cullen, el tiempo que estuvieron en aquel lujoso avión privado, en lugar de las pocas horas que en realidad viajaron hasta llegar al lluvioso Port Angeles, para después tomar sus respectivos autos y manejar hasta Forks en donde Carlisle y Esme los esperaban. Tal parecía que el cuerpo de Edward reconocía la cercanía con Bella, pues cada kilometro perdiéndose debajo del chirrido de las llantas, era como un bálsamo que aliviaba su dolor.

Alice cerró los ojos firmemente y suspiró en un vano intento por mantener la calma.

No estaba segura de tener la fuerza para seguir insinuando que nada ocurría sabiéndose tan cerca de Bella. Jasper a su lado le lanzó una mirada curiosa, su mujer sabía esconder sus sentimientos después de tantas décadas a su lado, pero aunque no pudiera sentirlo, su expresión la delataba. Alice ignoró la mirada insistente de su marido, rezando internamente porque no descubriera lo que pasaba. Finalmente el rubio se rindió al percatarse de que mientras ella no quisiera compartirlo, de ese modo se quedaría.

Los hermanos Cullen miraron el letrero que les daba la bienvenida a Forks y casi sincronizadamente, pisaron el acelerador a fondo.

Bella colocó el vaso en su respectivo lugar cuidadosamente, y miró el reloj por decima vez en la mañana.

Ryan no demoraría en llegar. Miró a su alrededor nerviosamente, verificando que todo estuviese pulcramente ordenado. Odiaba comer con Charlie, ya que parecía que él notaba su ansiedad porque todo estuviese perfecto cuando Ryan comía con ellos. Era cierto, estaba acostumbrada a su vida diaria y no lloraba lamentándose por ello, pero aún le quedaba un resquicio del común sentido de supervivencia, por lo que hacía lo posible por evitar la furia de su marido. Si era lo que le había tocado vivir, no se quejaría, lo tomaría y haría todo lo posible por sobrellevarlo.

El chirrido de las llantas del lujoso auto de Ryan, la hizo dar otra rápida mirada a la casa.

El estruendoso ruido que hizo al abrir la puerta no fue más que la confirmación de que ese día, Ryan no estaba de buen humor, como el noventa y cinco por ciento del tiempo desde que se habían casado.

Pudo escuchar el sonido de las llaves de su auto impactando contra la mesita de vidrio, al igual que su maletín, dando paso al vidrio haciéndose añicos ante tal fuerza. Sería malo. Hoy estaba demasiado enfadado.

— ¡Isabella! —bramó.

Bella tembló ligeramente, y armándose de valor, salió de la cocina para enfrentarlo.

Los ojos fríos como el hielo de Ryan se clavaron en ella cuando salió. Se acercó a grandes zancadas y la tomó del pelo con fuerza, levantándola hasta que su pequeña estatura quedó a la altura de su metro noventa. Se tragó el chillido de dolor que desgarraba su garganta, y esperó en silencio a que terminara.

— ¡¿Eres idiota acaso? ¿Porqué aún no estás lista? ¡Te dije que lo estuvieras!

Lanzó el pequeño cuerpo de su esposa contra los resquicios de la mesita de vidrio recién destrozada. Bella no pudo detener el grito de dolor esta vez, cuando sintió los cientos de vidrios incrustándose en su delicada piel.

Su gritó pareció encender en Ryan, una nueva furia injustificada.

— ¡Cierra la puta boca de una vez! ¡Todo esto es tu culpa, debiste seguir mis órdenes! —gritó, mientras con fuerza pateaba sus costados.

Bella exhaló el aire con fuerza y evito respirar cuando sintió el crujido de una de sus costillas al romperse, sabía por experiencia que respirar en ese momento solo ocasionaría más dolor.

Ryan tomó uno de los platos de la mesa con el líquido de la sopa aún humeante y se detuvo frente a ella.

—Te quiero lista ahora mismo. Sin replicar. Quince minutos es tu tiempo límite —ordenó tajante.

Vació el contenido sobre su pierna descubierta y después lo dejó caer. Bella mordió su labio inferior hasta hacerlo sangrar. No debía emitir sonido, o Ryan se enfadaría de nuevo. Permaneció en perfecto silencio mientras sentía la quemadura del líquido sobre su piel, poniéndose de un color rojo escarlata, y después el impacto del plato de vidrio que se destrozo sobre su pierna. Sintió el impacto más doloroso al estar su piel recién quemada, e inevitablemente mordió su labio con más fuerza para mitigar los lamentos que no debía emitir.

Ryan abandonó la sala de estar subiendo a la habitación de televisión del segundo piso.

Suspiró.

Le había ido bien. Al menos esta vez Ryan no la había apuñalado con su navaja, ni obligado a ingerir droga, esta vez no tendría que suturar nada.

Se levantó del suelo apoyándose de las palmas de sus manos, que se resintieron cuando los vidrios del suelo se incrustaron profundamente en ellas, enviándole una punzada de dolor. Miró sus palmas sangrantes, se sacudió los vidrios en ellas descuidadamente, provocando que fuera más doloroso el hacerlas salir. Pero no tenía tiempo para tratarse con cuidado sus heridas ya que Ryan le había dado solo quince minutos para estar lista.

Cojeó un poco al subir y meterse al baño.

Se desvistió rápidamente, algunos vidrios que todavía quedaban en sus palmas se incrustaron aún más, al igual que los de sus brazos y cuero cabelludo. Se bañó en tiempo record, soltando suaves quejidos al limpiar cada pequeña parte de su cuerpo –sin el mínimo cuidado-, que en ese momento sangraba.

Al salir, se detuvo frente al espejo de cuerpo completo. Su cuello estaba intacto. Suspiró de alivio. Sus brazos estaban llenos de sangre que pronto secaría. Su pierna era un caso perdido, la piel estaba roja, rugosa y cortada. Tomó uno de los caros vestidos que Ryan le había comprado para aparentar su disfraz de pareja perfecta. Un vestido de tirantes que cubría sus piernas completamente, con caída hermosa por la costosa seda con la que estaba hecho, un pequeño broche de esmeraldas con zafiros adornaba el vestido, colocado entre sus pechos.

Mientras se arreglaba, se preguntó internamente cómo es que lo había olvidado, recordando haberle puesto poca atención a Ryan aquella vez. Se hizo una nota mental de evitar hacerlo otra vez. Solo recordaba haber escuchado algo sobre una comida de bienvenida. No tomó demasiada atención a la poca información y siguió arreglándose.

Acomodó su cabello en suaves ondas y se aplicó el maquillaje necesario. Tomó un chal de fiesta color blanco a juego con su vestido, del mismo color. Roció un poco de perfume sobre su cuello y se miró al espejo, rogando que el resto del día mejorara.

Tembló ligeramente cuando tomó la mano del Valet Parking para ayudarse a salir del auto, frente a la atenta mirada de su marido, ella lo sabía, un solo error y las cosas no terminarían bien en casa.

Miró el lujoso hotel frente a ella, armándose de valor para entrar.

Sintió la mano de Ryan en su espalda baja, se tensó automáticamente ganándose un fuerte apretón en su brazo para mantenerla cerca, al cuerpo de su verdugo personal, que se hacía llamar marido. Los paparazzi no detenían los flashes sobre ellos, ajenos a la verdadera relación que mantenían fuera de todo ese show.

Finalmente, Ryan decidió que era suficiente, y Bella agradeció internamente a ello, no sabía cuánto tiempo más podría mantener su sonrisa falsa en el rostro. De modo que no se opuso demasiado a entrar del brazo de Ryan, dispuesta a alejarse de los paparazzi lo antes posible.

Una vez dentro, las luces brillantes la deslumbraron, demasiado chocantes para su sencillez. A su alrededor las parejas caminaban de la mano, pavoneándose con los caros vestidos y joyas que portaban aquella noche. Ryan no era la excepción. El dinero que poseían era impresionante y por supuesto, su modestoesposo, no perdía la oportunidad de demostrarlo.

— ¡Ryan, querido! Un gusto verte aquí —exclamó una mujer de edad mediana.

Su saludo le pareció un tanto hipócrita. Pero en este mundo, ¿quién no lo era? Se había resignado a escuchar aquel tono de falsedad en las personas con las que debía socializar ahora, como la Sra. Carrington.

—Un gusto verla también —respondió Ryan amablemente. —Le presentó a mi esposa, Isabella —agregó con una sonrisa.

La mirada de la mujer se clavó sobre ella, se estremeció ligeramente ante la mirada examinante que le proporcionaba.

—Querida, ¡eres toda una belleza! —chilló alegremente. —Soy Allison Owen.

Se abstuvo de hacer una mueca.

Sabía que la única razón que tenía para decir su nombre completo era para hacer notar su apellido y la importancia de éste. Si no se equivocaba, ella era dueña de la línea de hoteles Owen City, una de las más lujosas internacionalmente.

Esbozó una sonrisa con esfuerzo.

—Un gusto.

No le pasó desapercibida la mirada reprobatoria que le lanzaba Ryan ante su falta de entusiasmo por la mujer.

Primer error en la noche.

—Señora Owen entraremos a saludar al resto de los invitados, tal vez después nos honre con su presencia —murmuró Ryan.

Con una última sonrisa, ambos caminaron dentro.

Sintió la mano de Ryan apretar su brazo con fuerza, soltó un pequeño chillido que de inmediato reprimió.

— ¿Qué crees que haces? ¿Sabes lo importante que es esa mujer? —inquirió enfadado.

Apretó su agarre, estuvo segura de que tendría un gran moretón por algunas semanas.

—Lo siento.

El ligero tartamudeo de su voz lo hizo enfadar más, sus ojos oscurecidos se lo demostraron. Tembló un poco. Ryan exhaló repetidas veces, no le convenía hacer una escena frente a todos y ambos lo sabían.

—Solo no estropees todo —dijo con los dientes apretados.

Su respuesta fue interrumpida por la voz de un hombre mayor. Su cabello pintado de blanco a causa del paso de los años, su piel pálida arrugada.

— ¡Ryan! Mi buen amigo, ¡aquí estas! Debo presentarte a mi socio…

Dejó de prestar atención a su charla.

Se desconectó manteniéndose en estado automático, como hacía desde que se había casado. Gran error había cometido al hacerlo.

Se movió con Ryan cuando él comenzó a caminar. Un sentimiento extraño la recorrió. Levantó la mirada y se congeló al encontrarse con siete pares de ojos de un brillante dorado, mirándola fijamente.

—Los Cullen —anunció el hombre mayor. —Mi socio, Carlisle, recién regresó al hospital, uno de los mejores —. El orgullo en su voz era evidente. —Familia Cullen, ellos son Ryan e Isabella Carrington.

Su suerte era una mierda.
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Mis músculos se tensaron, intenté que no fuera tan evidente mi repentina postura, alejé mí mirada rápidamente, manteniéndola fija en el linóleo desigual de la mesa y exhalé el aire que contenían mis pulmones.

Podía sentir los ojos de los cinco clavados en mi espalda. Me estremecí.

¡Pero yo no tenía la culpa! ¿Cómo diablos iba a saber que podían escucharme? ¡Por todos los cielos! Estaban del otro lado de la cafetería y yo solo había susurrado lo suficientemente bajo para que ni siquiera Jessica –que estaba a mi lado-, me escuchara.

Fruncí el ceño.

¿Y después qué? ¿Me dirían que tienen súper poderes? ¿Como en una película de acción barata?

Bufé.

Ciertamente después de lo sucedido hace apenas unos minutos, sí creía en la posibilidad de que algo así pasara. Maldición. Incluso creía en la posibilidad de la existencia de los hombres lobo. Patético.

Intentando confundir a los Cullen miré a las personas en mi mesa, suspirée internamente, armándome de valor para hablar con los desconocidos frente a mí. Tímidamente pregunté si habían visto "Entrevista con el vampiro", alegando que me encantaba y recientemente la había visto. La mesa rápidamente se convirtió en una disputa de opiniones sobre la película y yo me relajé notablemente al percatarme de que la mirada de los Cullen no estaba sobre mí.

Los miré por el rabillo del ojo y noté la contradicción en sus facciones, probablemente preguntándose si habían actuado precipitadamente.

Escuché las palabras de los desconocidos frente a mí en algún rincón de mi mente mientras vagaba por mis pensamientos.

Según el sabio libro que ahora estaba dentro de mi mochila, mi siguiente clase era con Edward Cullen y al final del día él me terminaría repudiando por alguna misteriosa razón. Mi resolución flaqueó y me pregunté si era buena idea ir a esa clase.

Mi lado más cobarde ganó la disputa, y levantándome de la mesa con una disculpa a mis compañeros di media vuelta, dispuesta a caminar fuera de la cafetería, dispuesta a marcharme e inventar una buena excusa para mañana.

Pero en cuanto me di media vuelta, choqué con otro cuerpo, frío como la nieve y duro como el mármol. Me encontré cara a cara con Edward Cullen, el resto de su familia detrás de él, supuse que también estaban por irse y yo haciendo amago de mi torpeza, había chocado con Edward.

Levanté la mirada dispuesta a disculparme con él pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta al encontrarme con la mirada hostil que Edward me lanzaba.

Su cuerpo estaba tenso y casi pude jurar que sus ojos cambiaban de color a un negro oscuro como el carbón, un gruñido casi imperceptible salió de su pecho, sus ojos mostraban una guerra interna que estaba llevando en este momento.

Me estremecí e inevitablemente mi cuerpo se inmovilizó.

De un momento a otro, Jasper tomó un brazo de Edward mientras Emmett lo sostenía del otro lado, cualquier persona mirando desde fuera lo habría tomado como un simple gesto común, por lo sutil de sus movimientos. Pero yo estaba frente a ellos. Presencié como Emmett y Jasper ejercían más fuerza de la normal sobre Edward, y luchando por hacerlo casual, lo sacaban a rastras de la cafetería mientras los negros ojos de Edward se mantenían sobre mí.

Miré a mí alrededor, aturdida por el extraño y repentino suceso, pero todos se mantenían ajenos a lo recién ocurrido.

Suspiré temblorosamente y corrí al estacionamiento dispuesta a salir de ese lugar.

Me dejé caer sobre el sofá de la sala de estar, lanzando mi mochila a mi lado.

La miré unos minutos hasta que finalmente la tomé entre mis manos de nuevo y la abrí, causando que el sonido metálico de la cremallera inundara el silencioso espacio.

Hurgué en mi mochila hasta que finalmente encontré el grueso libro negro con la portada decorada con una par de manos, sosteniendo una manzana roja. Crepúsculo. Lo miré vacilante por unos momentos.

¿Realmente estaba haciendo bien al intentar cambiar mi futuro?

Una ráfaga de viento frío hizo que mi piel se erizara, mirando hacia ambos lados noté la ventana de la sala abierta, me levanté rápidamente y la cerré con fuerza, después tomé el libro y subí a mi habitación con él.

Me dejé caer en mi cama, rebotando ligeramente.

Me mordí el labio inferior con nerviosismo mientras sospesaba mis opciones, mirando fijamente el libro desde distintos ángulos. No sé que es lo que esperaba encontrar, puesto que era simplemente un libro. Un importante y sabio libro.

Gruñí.

Ignoré mi lucha interna y abrí el libro en el segundo capítulo, comenzando a leer antes de arrepentirme de ello.

Segundo capítulo: Libro abierto.

Agradecí ser una lectora activa. Ya que leer ese capítulo me tomó al menos solo unos cuantos minutos. Mi mente navegaba en un mar de inquietantes preguntas sin respuesta. Aun me costaba aceptar todo lo que estaba sucediendo.

Suspiré.

Deposité el libro a mi lado en la cama.

Recapitulemos.

Hoy me daría cuenta de que aparentemente Charlie no es capaz de cocinar, puse los ojos en blanco, eso sonaba muy… Charlie. Mañana Edward Cullen desaparecería de la escuela y según las suposiciones de mi yo del libro, era por mi culpa, dudé si eso pasaría dado que hoy había saltado la parte de la clase de biología. Mamá me escribiría varios mails exagerando en su preocupación hacia mí, eso era absolutamente predecible.

Al parecer el resto de mi semana en Forks era prácticamente fácil sin Edward Cullen, al menos hasta el lunes cuando aparentemente él regresaba de su misterioso y repentino viaje, y después yo hacía el ridículo frente a él en la clase de biología además de hablarle sobre mi patética vida.

Gemí avergonzada.

Una parte de mí se negaba a aceptarlo.

Después de lo sucedido esta mañana en la cafetería, dudaba que Edward se acercara a mí, además de que tal vez eso alteraría el futuro lo suficiente para que todo en la semana sucediera de forma diferente. Por otro lado, si las cosas seguían su curso, me era casi imposible concebir la idea de Edward Cullen dirigiéndome la palabra.

Imposible que Edward Cullen se interesara un poco en mí, sin importar la intensidad de ese sentimiento.

Enterré mi rostro en la almohada, intentando detener los borbotones de pensamientos que inundaban mi mente y me impedían pensar con claridad.

Finalmente, después de varios minutos de lucha interna, decidí que si ya había comenzado a leer sobre mi futuro y aparentemente también a cambiarlo, debía seguir hasta terminar de leer el resto de los libros y cambiar solo lo que yo considerara menos intrascendente en mi vida.

Me arrastré perezosamente por mi cama para llegar hasta el libro.

No tardé demasiado en perderme en las palabras –como cada vez que comenzaba a leer algún libro-, casi parecía que desaparecían rápidamente siendo sustituidas por unas nuevas. Las imágenes se aglomeraban en mi mente conforme leía los capítulos como un tumulto de escenas de alguna película.

Me detuve un minuto, cuando terminé el tercer capítulo.

¿Super fuerza? ¿Los vampiros tienen super fuerza?

Repasé mentalmente las que –yo creía-, eran las características de los vampiros. Pálidos, apariencia humana a excepción de lo anterior, con debilidad hacia al ajo, cruces, agua bendita y sol, bebedores de sangre y con un par de grandes colmillos adornando sus rostros.

Evoqué la imagen de los Cullen frunciendo el ceño.

Pálidos, asentí para mí, el problema era que el resto de las características peculiares de los vampiros no cuadraban con lo que había visto hasta ahora. En la cafetería pude jurar que los ojos de Edward cambiaban de color, no había rastro de enormes colmillos, al menos que en verdad fueran buenos escondiéndolos, no parecían tan tentados a hacer una masacre en la cafetería… tal vez algo reacios al contacto humano, pero no demasiado, y definitivamente su apariencia no era para nada humana.

Bufé.

¿Qué clase de vampiros eran los Cullen? ¿Una versión mejorada?

Suspirando derrotada al no conseguir una respuesta a mis curiosas preguntas, me dispuse a seguir leyendo el libro con la esperanza de entender un poco más sobre esa extraña familia.

Gemí internamente mientras leía el siguiente capítulo, preguntándome qué tenían en la cabeza Mike, Tyler y Eric al no notar mi evidente irritación a sus propuestas. Por otro lado una inevitable sonrisa se dibujó en mi rostro al leer la propuesta de Edward para viajar a Seattle juntos, y mi corazón latió deprisa con la expectativa de que se hiciera realidad.

Fruncí el ceño y sonreí, casi alternándolo, al leer mi extraña pero fascinante conversación con Edward en la cafetería del instituto. Me alegró que quisiese mi compañía, pero nuestra conversación no fue muy ilustrativa para mí. Me sonrojé furiosamente y mi estómago se revolvió con el pensamiento de Edward ayudándome a causa de mi fobia a la sangre, pero me alegré al saber que me había sacado de la tortura de estar con Mike. Suspiré aliviada cuando al final no vomité sobre él. Me enfadé un poco por su insistencia a traerme a casa, pero me animé más al tener mayor información de él; hasta que me informó que no asistiría al instituto a causa de una excursión que tendría con Emmett, en Goat Rocks, al sur del monte Rainier.

La historia de Jake junto con la información que necesitaba, mi sospecha sobre los Cullen, el viaje a Port Angeles, la repentina sinceridad de Edward, mi aceptación a su condición, el extraño comportamiento mutuo de Billy y Edward, las continuas visitas de Jacob, el viaje al prado… Las sinceras y deliciosamente dulces palabras de Edward hacia mí, sus sentimientos y pensamientos incrustados en cada palabra dicha.

Nuestra extraña estrecha relación después de nuestras declaraciones en ese mágico lugar, mi proposición para que Edward se quedase conmigo esa noche, mi sorpresa cuando acepto mi petición. Su entusiasmo porque conociese a su familia a la mañana siguiente, la calidez que demostró la familia Cullen hacia mí –con algunas excepciones, por supuesto-, la preciosa nana que Edward escribió para mí, la impactante historia de Carlisle, la propuesta de Alice y Jasper para ir a jugar Béisbol…

Eran solo algunas de las imágenes que bailaban en mi mente como la perfecta vida que algún día tendría, el pánico me asaltó cuando imaginé que un solo cambio modificaría mi historia. No podía permitir que eso sucediese. El sentimiento de anhelo inundó mi cuerpo. Anhelaba la calidez de Alice hacia mí, el amor que Edward me proporcionaba. Anhelaba mi futuro.

Me pregunté por qué habrían de haberme enviado los libros, mi vida futura es perfecta, ¿por qué habría de querer cambiarla?

El sonido de la puerta principal me sobresaltó, logrando sacarme de la maraña que eran mis pensamientos.

Miré el libro que aun seguía abierto entre mis manos, esperando que siguiese leyendo mi futuro cercano, eché un vistazo al título del siguiente capítulo "El partido", supuse que no habría mucho problema en esperar para leerlo, Charlie me esperaba abajo para cenar, suspiré al recordar que hoy descubriría la inhabilidad de Charlie para cocinar, lo que significaba… huevos y tocino.

Marqué la página y cerré el libro, depositándolo cuidadosamente debajo de mi almohada, asegurándome de que no estuviera a la vista, no quería ni imaginar lo que pasaría si Charlie lo encontrara.

Me estremecí, un pensamiento aterrador.

Me acerqué a la ventana cuando la luz de la luna se filtró a través del cristal transparente, toque el frío vidrio sonriendo ligeramente al recordar que Edward había mencionado algo sobre colarse a mi habitación por las noches, suspiré temblorosamente, extrañándolo.

Las comisuras de mis labios decayeron y mi buen humor se esfumó cuando recordé que según el libro, Edward desaparecería toda la semana.

Esperé fervientemente haber cambiado eso, ya que, después de lo que había leído, la sensación de querer tenerlo cerca y el amor incondicional que sentía hacia él, me provocaban un hueco en mi pecho al saber que tendría que esperar un poco más para vivirlo, mientras tanto, simplemente esperaba poder verlo mañana.

¿Cómo podría verlo a la cara sin sonreír como tonta después de saber lo que viviría a su lado? Ese era un dilema que resolvería después, por el momento me conformaba con saber que estaría cerca.

Bajé las escaleras sonriendo.

Tenía la esperanza de poder apurar un poco el proceso y estar con Edward antes de lo que debería, hasta ahora nuestra historia estaba bien, no encontraba algo que quisiese cambiar, y en verdad dudaba que encontrase algo que no me gustara en nuestra relación.

Suspiré atontada.

Como extrañaba a mi Edward Cullen en este momento, mi sonrisa se amplió después de mi pensamiento, definitivamente era mi Edward.

Como amaba a ese estúpido vampiro propietario de un flamante Volvo…
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Con manos temblorosas abrí el primer libro. Puede que haya intentado convencerme de que nada malo pasaría, pero la idea de que tal vez fuera real lograba ponerme nerviosa.

¿Y si era real? ¿Qué iba a hacer si en verdad tenía en mis manos mi futuro y con ello el poder de cambiarlo? ¿Lo cambiaría?

Sacudí la cabeza intentando desechar mis absurdos pensamientos. Esto posiblemente solo era una broma.

Después de unos minutos en los que tuve una discusión interna, decidí finalmente comenzar a leer el libro.

Prefacio…

Me concentré en la lectura, demasiado interesada por saber lo que sería de mí en el "futuro". Un frío estremecimiento recorrió mi columna al terminar de leer ese pequeño fragmento del libro.

Tres palabras habían quedado grabadas a fuego en mi mente: morir, cazador, matarme.

Y por un tiempo indeterminado me pregunté qué era lo que me había llevado a eso. Inspiré y exhalé profundamente un par de veces, intentado serenarme y normalizando mi respiración. La expectación y nerviosismo recorrían mi cuerpo como pequeñas descargas eléctricas.

Sentí mis manos comenzar a transpirar a causa de mis nervios contenidos y con lentitud pasé la hoja.

—Capítulo 1: Primer encuentro —leí para mí.

Comencé a leer lo que hace solo unas cuantas horas había sucedido. Mi madre llevándome al aeropuerto, mi llegada a Forks, el regalo que me dio Charlie como bienvenida… Comencé a hiperventilar cuando abruptamente me di cuenta de que estaba leyendo mi vida, ya sea en futuro o pasado.

Y entonces, como flashes llegaron a mi mente retazos de la contraportada del primer libro: Edward es un vampiro… Beber mi sangre… Enamorada de él…

Jadeé.

Yo… Iba a… Me iba a enamorar… De un… Vampiro, me sentí abrumada por el exceso de información y tuve que sostenerme de la pequeña mesita para no desplomarme sobre el suelo. Sentí el potente impulso de correr al teléfono y llamar a mi madre para que viniera por mí.

Pero no lo haría…

Lo intentaría.

Mañana me presentaría en el instituto como estaba previsto. Lo haría por Renée. Ella merecía tener su tiempo con Phil y ser feliz.

Con la respiración entrecortada y movimientos más torpes de lo común, me despojé de mi ropa enfundándome en mi pijama. Me dormí con la esperanza de que todo fuera solo una cruel broma…

Abrí los ojos perezosamente, el cielo gris perlado me recibió y me obligué a contener una mueca cuando recordé en dónde me encontraba y todo lo que había sucedido ayer. Mi corazón palpitó con fuerza cuando recordé que hoy sería mi primer día de clases aquí… y que yo ya sabía lo que pasaría.

Con algo de reticencia me asomé por la ventana. Charlie aún estaba en casa, tal y como decía el libro. Suspiré angustiada, y me dirigí al baño, dispuesta a tomar una ducha.

Me tomé mi tiempo vistiéndome y cuando bajé a desayunar, Charlie ya se había marchado, era un alivio, al menos no tendría que estar fingiendo felicidad por mi repentina mudanza. Desayuné lentamente, intentando utilizar el máximo tiempo posible.

Aún no estaba preparada para lo que me esperaba en el instituto.

Finalmente me fue imposible retrasarlo más, era inevitable. Me coloqué el impermeable y salí al frío exterior que solo poseía Forks, Washington, después de tomar mi mochila, asegurándome de tener el libro dentro.

Manejé por la húmeda carretera. Hasta que un edificio con el letrero "Escuela de Forks" apareció ante mi vista. Recordé en dónde estaba el estacionamiento, dirigiéndome a ese lugar inmediatamente, al menos había ahorrado el tener que mover mi auto.

Estuve segura de que tendría un ataque de nervios, cuando a unos coches de distancia divisé estacionado un reluciente Volvo plateado. Estacioné lo más lejos posible.

Inspiré varias veces y miré con miedo el edificio frente a mí, después me bajé del auto y con pasos vacilantes caminé hasta la entrada del instituto.

Unos pasillos más adelante, encontré la puerta con el letrero de "Oficina principal" que buscaba. Me recibió una pequeña y caliente habitación, con un mostrador alargado que la dividía en dos, y detrás del cual una mujer pelirroja regordeta tecleaba con rapidez en una computadora.

Levantó la vista.

—Soy Isabella Swan —dije, adelantándome a lo que sabía preguntaría.

Me estudió con la mirada y logré captar un atisbo de reconocimiento.

—Claro —murmuró, finalmente apartando la mirada.

Rebuscó en los papeles unos minutos para después entregarme un mapa de la escuela, mi horario de clases y un comprobante de asistencia. Me deseó suerte y yo forcé una sonrisa antes de salir de aquel pequeño lugar.

Hasta ahora todo había ocurrido exactamente igual a las descripciones del libro, a excepción de unos cuantos cambios que yo había provocado, esperaba poder evitar: el terminar a punto de morir…

Me dirigí a mi primera clase… y una vez más el libro estaba en lo correcto. Al terminar la clase, Eric se presentó y me acompañó hasta mi siguiente clase, cuando se despidió expresando su deseo porque compartiéramos otra clase juntos, me sentí incomoda y lo único que pude hacer fue ofrecerle una sonrisa antes de despedirme y entrar al salón de clases.

A pesar de saber que el profesor de Trigonometría me haría presentarme frente al salón, no pude evitar balbucear, sonrojarme y tropezarme; era una reacción automática que tenía siempre que estaba nerviosa.

Reconocí a la chica de la cual hablaba el libro, Jessica, se sentó conmigo en Trigonometría y sabía que también se sentaría a mi lado en Español. Cuando había leído sobre ella en el libro había pensado que exageraban al decir que hablaba hasta por los codos… Me equivoqué, creo que si ella no necesitara oxígeno para vivir, jamás dejaría de hablar.

Me habló sobre los maestros, los alumnos, del colegio y las personas del pueblo. Me pregunté cómo podía recordar tantas cosas. Al final, simplemente asentía a lo que ella decía, ya que me era imposible seguir el ritmo al que hablaba, me perdí a la mitad de su monólogo.

Cuando la clase terminó, me guió hasta la cafetería.

Mi cuerpo se tensó cuando recordé que este era el momento en que los vería por primera vez. Una parte de mi mente se negaba a creer que todo esto fuera real, que en verdad existieran los vampiros, o que yo estuviera leyendo mi futuro.

Pero lo era.

Cada pequeño detalle de lo sucedido esta mañana era la descripción exacta de las palabras del extraño libro que ahora estaba dentro de mi mochila. Aunque me negara a creerlo. Era real y ahora estaba por entrar a la cafetería en donde había cinco vampiros.

— ¡Vamos Bella! —me apresuró Jessica al ver que me había quedado petrificada en la puerta de la cafetería

Suspiré profundamente, preparándome para lo que me esperaba dentro, y una repentina sensación de que algo malo sucedería me tomó desprevenida; pero ignoré mi extraño presentimiento y entré a la cafetería con Jessica a mi lado.

El bullicio de la cafetería rompió el tranquilizador silencio que había fuera de ella. Jessica me guió hacia una mesa en la que estaban todas sus amigas, presentándome a cada una de ellas. No logré recordar el nombre de ninguna.

Todas me miraban y sonreían continuamente. Parecía que todos en la cafetería tenían su atención sobre nosotras y no dejaban pasar ningún movimiento desapercibido.

Eric, se sentó con nosotras, tal y como esperaba que sucediera.

Recordé lo que pasaba ahora. Una parte de mí me gritaba que ignorara el libro y cambiara mi futuro, evitando relacionarme con cualquiera de "Los Cullen", pero otra me decía que siguiera todo como estaba previsto, todo siempre ocurría por algo.

Al final mi curiosidad pudo más.

Paseé la vista por el comedor, buscándolos. Hasta que los encontré. Una vez más el libro estaba en lo cierto. Se sentaban en un rincón apartado de la cafetería, sin comer y mantenían la mirada perdida sin enfocarla en nada, ni nadie.

… eran de una belleza inhumana y devastadora…

Ni siquiera yo lo hubiera dicho mejor. La diferencia era que en el libro yo no sabía lo correcta que había sido la palabra "inhumana", pero ahora sí.

Ellos eran perfectos… Ellos eran hermosos… Ellos eran…

— …Vampiros —susurré.

Inesperadamente la mirada de los cinco se posó sobre mí.

Todos midiéndome.

Mirándome fijamente.

Me pregunté cómo es que habían escuchado lo que había dicho.

Sus rostros estaban tensos y me miraban con expectación, yo sabía lo que eran y ahora ellos ya lo sabían… En ese momento supe que con solo esa palabra había cambiado gran parte de mi futuro, y ahora, no estaba segura de lo que sucedería…
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Sobre mí

Alessa Masllentyle

Hola, soy Alessa. Escritora, lectora ávida y por mucho que intente no serlo: soñadora. Entre mis pasatiempos se encuentran los k-dramas, la lectura Young-Adult, escuchar música y escribir un poquito de todo.

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